Caracteriza el momento político la esperanza que habita en la mayoría de peruanos cuando se examina al gobierno del presidente PPK. Ciudadanos de todos los sectores sociales ejercen la crítica al gobierno cuando algo no les queda claro de la conducta política y las decisiones tomadas en estos primeros 40 días, pero, simultáneamente, fundamentan las razones por las que al ejercer la crítica se alejan de posiciones radicales e inmediatistas pues consideran que ha pasado muy poco tiempo para exigir resultados. Sostienen, asimismo, tener esperanza de que las cosas mejoren, se avance en la derrota de la inseguridad ciudadana y la corrupción, estando convencidos que PPK y su equipo tomarán las decisiones más adecuadas para obtener resultados en el corto y mediano plazo en beneficio de la mayoría de peruanos.
Al escuchar a los ciudadanos, se percibe que algo ha cambiado en la cultura política en el Perú en los últimos años. Se percibe una mayor consciencia de que el Perú ha crecido y que debería seguir creciendo. La mayoría tiene fe y desea seguir progresando por muchos años. La importancia del crecimiento económico y del progreso familiar y personal es considerado un gran logro que hay que preservar. Nadie quiere aventuras. La idea dominante es utilizar mejor el tiempo y avanzar recuperando el tiempo perdido. Esa es la idea dominante en todos los sectores sociales.
Similar posición a la de los ciudadanos tiene
la mayoría de gobernadores y alcaldes del Perú: esperanza que el gobierno nacional ejerza un liderazgo a través de una estrategia de diálogo y búsqueda de consensos razonables; la idea es alcanzar acuerdos que vayan resolviendo los problemas que inquietan a ellos y a ciudadanos de sus regiones, provincias y distritos; asuntos que se han ido acumulando a lo largo de décadas y que el crecimiento de quince años y el proceso de descentralización aún no han resuelto pero que han puesto en la agenda. La cuestión que apremia es la de los ingresos disminuidos por la ralentización del crecimiento económico consecuencia del contexto internacional, la dependencia de las materias primas, la poca diversificación productiva, la baja calidad de la educación y un débil liderazgo.
Es claro que el Perú ha seguido creciendo estos últimos años pero no al ritmo que impuso China y que tuvo un fuerte impacto en el Perú y América Latina con su enorme demanda de materias primas que benefició con sus altos precios en un modelo de exportación de manufacturas a todo el mundo, resultado de una mano de obra muy barata, modelo que el gigante asiático ha cambiado radicalmente con el fin de mirar hacia adentro. Los trabajadores y profesionales chinos hoy ganan más y exigen más. Cientos de millones de personas han migrado del campo a la ciudad y con la acción del Gobierno han dado vida a miles de nuevas ciudades. China, definitivamente, ha volcado su desarrollo al mercado interno y a la mejora sustantiva de su capital humano y social. El cambio, implica un crecimiento de 7% -la mitad de lo que creció con el otro modelo- anual en los próximos años y la demanda de otros productos. Por ello, el Perú exporta a China cada vez más productos de agro-exportación y otros alimentos.
China, entonces, crece hacia adentro pues su objetivo es esforzarse por elevar la calidad de vida a más de 1300 millones de personas. Este país sigue siendo pobre pero en otro contexto y con otras cifras. Si hasta los años 60 del siglo pasado el 80% de la población vivía en el campo, hoy la proporción ha cambiado totalmente y se calcula que hacia el 2030 el 75% de la población china vivirá en ciudades. Este cambio radical implica el mayor desplazamiento de personas del campo a las ciudades en muy corto tiempo en toda la historia de la humanidad. Se trata de un gigantesco desafío para los gobernantes chinos pues implica construir ciudades habitadas por millones de personas desde cero con las nuevas industrias y servicios. China se encuentra ubicada según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) en el puesto 90º (Desarrollo Humano Alto), mientras despunta como la primera potencia económica mundial (1.º en PBI). De otro lado, el Perú se ubica en el puesto 84.º en el IDH y en el 47.º lugar en PBI.
La economía mundial ha cambiado. La alta demanda de materias primas ha disminuido y ya no es la de la década pasada. El Perú sigue dependiendo de la exportación de minerales y materias primas en general pese a que se ha diversificado la oferta exportable y ha crecido el turismo a tasas altas. Se ha avanzado pero poco en diversificación productiva. El desafío del Perú como el de China es la modernización, el mejoramiento del capital humano y social y la calidad de vida de la gente. Eso implica crecer a cifras más altas que las actuales. Por ello, los dirigentes radicales que exigen recursos y, simultáneamente, rechazan la inversión privada nacional y extranjera, ponen de manifiesto una total contradicción. ¿Cómo exigir más transferencias y más inversiones del Estado en infraestructura y servicios, si simultáneamente se obstaculiza las inversiones privadas y el desarrollo económico que generan riqueza y que hacen posible que el Estado cuente con los recursos indispensables para invertir?
Es más fácil reclamar que promover, gestionar y destrabar las inversiones. Por ello, en los últimos años empezó a ser cada vez más claro para los alcaldes y los gobernadores regionales su papel fundamental en la promoción del desarrollo económico y la inversión privada. Si no hay inversión nacional, regional y local es obvio que no habrá recursos a transferir y la pobreza crecerá. Países como China que vivieron tres décadas cerrados a la inversión y a la economía de mercado, cuando cambiaron los conceptos e impulsaron la inversión lograron resultados colosales. China es el país con el mayor PBI del Mundo (17,63 billones de dólares frente a 17, 10 billones de los Estados Unidos). Eso era impensable hace 40 años.
El axioma es simple: la iniciativa privada es la principal fuente de creación de riqueza; obstaculizarla y, peor aún, enfrentarla y alejarla, disminuye los ingresos del Estado en todos sus niveles. Existe una tendencia decreciente que debe ser revertida en los próximos cinco años. Los chinos que entendieron este axioma en 36 años se han transformado en la primera potencia económica mundial. Los gobernadores y alcaldes del Perú lo han entendido. ¿Podremos entenderlo todos los peruanos especialmente los creadores de opinión pública?
Grandes y medianos proyectos de toda índole paralizados por ideologías y conceptos políticos abandonados, fracasos por obsoletos y equivocados, ponen de manifiesto la presencia de una burocracia política carente de compromiso, generadora de menores ingresos y de pobreza. Eso es lo que está en juego hoy y las autoridades políticas lo han entendido. Es por esta razón que la mayoría de alcaldes agrupados en la Asociación de Municipalidades del Perú (AMPE) y los gobernadores regionales en la Asamblea Nacional Gobiernos Regionales (ANGR) coincidieron en el Cusco -24 al 26 de junio- y volverán a coincidir entre el 11 y 13 de noviembre en Iquitos para dialogar entre ellos y con las autoridades del Gobierno Nacional con el fin de encontrar coincidencias en la resolución de los problemas de la descentralización, seguridad ciudadana, lucha contra la corrupción, ingresos y transferencias fiscales, proyectos e inversiones, además de enfrentar los nuevos desafíos que en el Siglo XXI demandan las ciudades: 75% de la población mundial vivirá en ciudades en el año 2030. En el Perú esta cifra bordea ya el 78% de la población peruana habitando ciudades.
Los grandes problemas de las regiones y las ciudades en el nuevo contexto mundial requiere de nuevas miradas y nuevos caminos; una mirada estratégica de estadistas que se enfoque en construir riqueza y que vea más allá de la simple función a la que algunas autoridades han reducido la labor de los alcaldes a inversiones en infraestructura: más y más puentes, pistas, pasos a desnivel, carreteras, puentes, etc., con ausencia de propuestas sobre el contenido mismo de las ciudades, la vida de la gente y su futuro: la calidad de las relaciones humanas, los servicio de educación, salud, deportes, recreación, cultura y arte, patrimonio, historia, seguridad ciudadana, etc. Hemos construido selvas de cemento, ¿seguiremos haciéndolo? Las ciudades en el Perú son el espacio fundamental en el que se relacionan la gran mayoría de los peruanos. Los crímenes contra las mujeres ponen de manifiesto la carencia de liderazgo y valores. Construir liderazgos que vayan más allá de los fáciles reclamos es un cambio sustantivo.
En noviembre, entonces, cuando se realice el Congreso de alcaldes y gobernadores en Iquitos se podrá hacer un balance de los cien primeros días, balance lejano a la anciana cultura política que el Perú está dejando atrás; cultura política de confrontación política e ideológica; ataques, debates interminables, divisionismos y radicalismos que fueron y son un obstáculo para el desarrollo. Felizmente, pareciera que nadie quiere continuar esa opción del fracaso.
El liderazgo de PPK se inscribe, entonces, en otra actitud de la mayoría de peruanos. Pareciera no ser solamente la actitud frente a los primeros días de gobierno. Se trataría de un avance en la cultura política en un nuevo contexto.
Los ciudadanos y sus autoridades parecieran, entonces, haber entendido, que el diálogo y búsqueda de acuerdos a través de una metodología de construcción de consensos razonables es el camino. Se trata, de dejar atrás las ideologías que dividen buscando actuar con criterio razonable y práctico: qué se debe hacer para que el Perú siga creciendo y que el Estado y las autoridades cuenten con recursos y que se incrementen, para invertirlos en el desarrollo que eleve la calidad de vida de la gente en forma sostenida.
Pedir dinero oponiéndose a la inversión regional y local o saboteándola fue un error que se cometió en el pasado y que hoy sólo minorías alucinadas pretenderían. Por ello, hoy en el Perú es más vigente que nunca aprender de la experiencia internacional y el pensamiento expresado por Den Siao Ping, el sabio dirigente chino que sobrevivió a todos los ataques y que una vez en la presidencia del gobierno en 1980 -hace 36 años- abrió las puertas a la modernización y el desarrollo del gigante asiático atrayendo a las grandes inversiones internacionales; entonces China empezó a dejar atrás tres décadas de fracasos, consecuencia de “luchas ideológicas” y políticas, nacionalismo y estatismo de graves consecuencias para el pueblo por el estancamiento económico, la pobreza y el sufrimiento que trajo al pueblo chino:
“No importa de que color es el gato, lo importante es que cace ratones”. Esa fue la idea fuerza que cambió la historia.
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