No nació la mujer para querida, por esquiva, por falsa y por mudable, porque es bella, débil, miserable, no nació para verse aborrecida.
Corría el año 1810 en Arequipa, de pronto aparece Mariano Melgar (Arequipa, 10 de agosto de 1790 - Umachiri, 12 de marzo de 1815) un joven que tenía 20 años de edad, llevaba su vida apegada a Dios en el monasterio de San Jerónimo, pero leía los clásicos de Ovidio, se ilusionaba y quería por entonces a una señorita de nombre Manuelita Paredes a quien de cariño le cambió el nombre "Melissa", ya saben ustedes, capricho de poeta. Sin embargo el padre de Melissa al enterarse de los coqueteos de su hija con nuestro poeta, le prohibió que siga frecuentándolo y la casó con un abogado. Como resultado Mariano Melgar empezaba su primer cuadro depresivo por el rechazo de su Melissa.
Si no es, pues, para amar o ser amada, sola o casada, súbdita o primera, la mujer no ha nacido para nada.
Nuestro poeta atrevezaba una crisis amorosa y en pleno lamento, su padre Juan de Dios lo llevó a una reunión familiar, cumpleaños de un primo, en pleno compromiso a nuestro héroe lo hacen recitar sus yaravíes, tocar el charango y alegrar la fiesta, pero al acabar su número, el poeta va a presenciar la imagen de una hermosa señorita de cabellos y ojos negros, es en ese momento que Mariano conoció a su prima María de los Santos Corrales Salazar de 13 años, desde aquella fecha, Mariano quedose impactado por la belleza de su prima a tal punto que olvidó a Melissa.
Silvia es mía y Yo soy de ella.
La buena relación con la madre de María, doña Manuela Salazar, haría que pueda tener facilidad para frecuentar a su bella prima, la cortejaba, la sacaba a caminar, la ilusionaba, la llenaba de promesas, juramentos y ternura. Sin embargo todo se terminó con la prematura muerte de doña Manuela, ahora Mariano ya no tenía la suerte de poder visitar a su Silvia como le había bautizado. En el mismo día del sepelio, don José Corrales padre de Silvia, le pidió a
Mariano que deje de frecuentar a su hija, siendo este el inicio del lamento de nuestro héroe.
Por qué a verte volví Silvia querida, ay triste para qué, para trocarse mi dolor en más triste despedida.
Mariano la buscaba, le enviaba cartas, la esperaba, pero ella lo rechazaba, el desdén aumentaba para nuestro poeta, Melgar se desesperaba, se ahogaba, lloraba por la mujer que quiso más que a su vida. Su padre lo envío a Lima a estudiar leyes, Mariano marchose, estuvo 52 días y pronto regresó a Arequipa, no podía seguir lejos de Silvia. Pero a pesar que el sabía que no tenía la mejor de la posición para estar con Silvia, no le importó, su corazón era valiente, aún sabiendo que ella estaba en compromiso con Manuel Amat y León.
Juramos ser suyo y ella mía, yo cumplí y ella no se acordó más, mayor falsía jamás hallar espero, amor no quiero, no quiero más amar.
Mariano entró en depresión, su pecho apretaba el amargo sabor de ver a la mujer que amas en brazos de otro, sus lágrimas invadían los versos tristes que le dedicaba a Silvia, su llanto era su fiel compañero de sus noches oscuras, lúgubres y apagadas. El poeta ya no podía seguir aguantando estar sin ella, tenía que hacer algo, tenía que verla por última vez, tenía que verla sonreír. Pero hasta para eso tenía que estar cerca a ella, y lo más cerca que estaba era a su muerte puesto que la fiebre lo había debilitado, en su cama fue encontrado grave por su padre Juan de Dios, quien de manera rápida lo auxilió, días después lo mandaron a Majes a casa de una de sus hermanas mayores, alejarlo de Silvia era lo mejor.
La venda póngansela ustedes que son los engañados, América será libre en menos de diez años .
Pronto Mariano conocería a los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua, formaría parte de su ejército como auditor de guerra, Mariano amaba tanto a la patria como a Silvia. Pronto el ejército patrio se enfrentaría contra los realistas en la conocida batalla de Umachiri al sur de Puno, batalla que fue la última donde Melgar vio la luz, luego sería capturado y posteriormente fusilado, pero hasta el último instante nuestro héroe no le rindió pleitesía a los españoles, nunca se puso de rodillas y siempre mostró esa casta peruana única y orgullosa, la orden de fuego se oyó a toda marcha, los mercenarios dispararon a quemarropa contra nuestro poeta, Mariano sonrió, tal vez en el último suspiro se acordó de Silvia, el resto es historia.
Foto: Artista Luque.
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