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Súbitamente desperté alrededor a las tres de la madrugada, me lavé los dientes con champú, afeitándome tembloroso y estupefacto observé en el espejo del baño, una extraña y hermosa mujer dentro de mis desorbitados ojos.
El anónimo cuadro de una mujer a quién jamás conocí, se desplomó en medio de un insoportable ruido.
Ensordecido y sin reconocer la imagen, seducido por aquella extraña belleza, atónito y presuroso cogí la vieja mochila y partí hacia la oscura calle, al llegar a la estación, abordé el primer autobús rojo, que me lleva a Londresburgo, donde desposaré a la Princesa.
@davidauris |
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