Por: Esteban Saldaña Gutiérrez Ingeniero Industrial |
---|
En Ornuccacc, al frente de la casa de tío Isauro Cuba, sobrevivía un añoso eucalipto, que aún descascarado mostraba su majestuosidad y desafiante soportaba la inclemencia del clima y daba la sensación que a diario crecía. Un día, con un estruendo de terremoto se vino abajo y sentí una gran pena verlo inerme, indefenso, tirado sobre la chacra.
Ese eucalipto me recuerda a mi padre y a su generación. Hombres que se mantuvieron incólumes, que llevaron el nombre de Tantará por las alturas de la gloria y el reconocimiento. De donde eres, preguntaban, cuando me aventuraba a otros pueblos, de Tantará respondía y se quitaban el sombrero. Ese fue el legado de nuestros padres.
Esos hombres, que supieron ser comuneros y autoridades, esos hombres nos van dejando de a pocos. El último en partir fue mi tío Alejandro Cuba Violeta. Como olvidarlo. Todos los días, muy de madrugada, pasaba por mi casa y sin detenerse saludaba. Esteban buenos días, como estás Alejandro, respondía mi papá. Señora Agripina, buenos días, buenos días don Alejandro, contestaba mamá. En otras ocasiones lo veía caminar por Jalicancha o por Anca Rumi, raudo como siempre, dirigiéndose a Mullicacc, donde tenía una chacra como en un escarpado y donde crecía el antalumay, el muchomucho o el sojompi, frutas silvestres, frutas del campo que degustábamos con fruición.
Partiste tío al infinito, al encuentro de tus padres y hermanos. Al encuentro de esos hombres que hicieron grande a nuestro pueblo. Eres el último eslabón de esa generación que cultivaba nuestras tradiciones. Del sembrío de nuestras tierras al son del harawi. De las herranzas al son de la tinya, el waccra y el zapateo del cachua. De encomendar la buena cosecha a los apus de Tantará, al gran Condorcencca, a Minasniyocc, Auquichanca. En fin tío, el único consuelo que nos queda es saber que te vas con el deber cumplido en esta vida.
Cuando mis padres decidieron que yo dejará Tantará, para buscar un mejor futuro, me encontraste en la puerta de mi casa con la caballería ya lista y me preguntaste a donde iba, a Lima tío, te contesté. Adiós hijo, me dijiste y sabiamente agregaste “nunca más regresaras a vivir aquí a Tantará”. No sé si habrás acertado tío, pero hasta ahora me estas ganando. Ya nos encontraremos en el lugar a donde todos llegaremos.
Recibe las últimas noticias del día