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Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial
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No pretendo aparentar ser un filósofo o un teólogo, disciplinas reservadas solo para los escogidos. Me declaraba agnóstico, que es una manera cobarde de llamarse ateo. Mi padre si fue católico, apostólico, romano, practicante y creyente. Asistía a misa con la misma devoción que tuvieron los apóstoles cuando vieron a Cristo resucitar, por ello, en Tantará el Padre Juan Carlos le tenía mucha estimación. Mi madre también fue católica, ahora es evangélica. Solo por insistencia de mi padre lo acompañaba a misa. Imaynama sapallaija risaj misaman, imaninjachiqui yayapis ….. jacu, le decía. (Como voy a ir a misa solo, que dirà el padre …. Vamos).
La Iglesia Católica no está exenta de denuncias por crímenes de lesa humanidad. Allí están las “Cruzadas”. Curas comprometidos con actos de genocidio tomando el nombre de Dios. Allí está el Padre Valverde, aquel impostor que en una mano llevaba la biblia y en otra la espada, símbolo de muerte y traición. Este tipo murió como merecía, degollado en el Cusco, a manos de los seguidores de Atahualpa, quienes lo reconocieron y le dieron muerte atroz.
« Allí están los del Opus Dei, esa secta retrograda, racista, intolerante, a la que pertenece el cardenal Cipriani, (y el inefable obispo de Huancavelica un tal Barrio Barrio) aquel que cree que los “derechos humanos es una cojudez”. »
En fin existe una larga lista de cuestionamientos a la Iglesia. También existen sacerdotes y clérigos que realzan la labor de la Iglesia. Esta el Padre Gustavo Gutierrez, que divinamente se encuentra en la antípoda de los ciprianis, de los José marías escribas, de los figaris, de los pederastas de hoy día.
Nuestros antepasados tenían dioses que podían ver, sentir, palpar. Creían y adoraban a la naturaleza, en todas sus expresiones. Su creencia era binaria. El sol su dios principal, la luna su diosa. Dioses menores, pero no menos importantes, fueron los grandes cerros, los apus, los huamanies, de donde provenía la fuerza de la naturaleza.
La generación de mi padre y mi padre mismo, para iniciar la siembra, se encomendaba a los cerros tutelares de Tantará. Ofrendaba con rocíos de pisco puro al gran Condorcencca, al taita Auquichanca, al soberbio Minasniyocc. Previamente se hacía el ritual de la siembra, la que incluía “jugar” hasta con la suerte de la yunta. La cosecha, igualmente, se agradecía a la pacha mama por el fruto brindado, cantando los harawis, y así en ronda y con gran bulla, regresábamos a Tantará. Los pagos a la tierra, sea con frutas, con flores o calabaza lo hacíamos para curar alguna enfermedad. Pagos mayores lo hacían los de San Pedro. En sus épocas de fiesta ofrendaban a alguna deidad, que se ocultaba en las entrañas de la tierra. Si hacían mal pago significaba muerte para los carguyoccs. Pago mayor los hicieron los de Huamatambo, para construir su Iglesia. Con mística y fe mi padre celebraba la herranza, con tinya y huaccrapuco, de ello puede dar fe don Dacio Huamán o su entrañable esposa, doña Manonga (QEP), de quien guardo gratísimos recuerdos. Igualmente, la crianza de los animales se encomendaba al “inya” que era como un amuleto de piedra. Este culto a la tierra, a la siembra, a los cerros, que mi padre profesaba venía de sus antepasados y se remontaba, qué duda cabe, hasta los aguerridos Chancas, de quienes somos descendientes.
De esta manera mi padre veneraba a la tierra. No solo el, todos los de su generación lo hacían de la misma manera. Todos también, asistían a la Iglesia con profunda fe, a venerar al Espíritu Santo o a la Virgen María, patrones de Tantará. Por eso digo que mi padre fue creyente y practicante.
« Hoy día, que el mundo celebra el día del padre, quiero hacerle una promesa. Voy a ser como tú. No seré más un agnóstico. Voy a empezar a caminar por el camino de Dios. »
Voy a seguir las enseñanzas de nuestro padre celestial. También padre, seguiré creyendo en la fuerza de la naturaleza. Seguiré creyendo en los dioses de nuestros antepasados, en nuestro huamanì, guardián de Tantará. En la ofrenda a la tierra, a nuestros cerros tutelares. Mi fe se nutrirá de la doctrina católica y de la sabia naturaleza.
Sé que desde algún lugar del infinito me estás viendo, me estas llevando de la mano, como lo hacías cuando era yo niño. Siento tu mirada y tu mano posar sobre mi hombro. Cuando te sueño es por un buen augurio. Allí sueño casccanqui taytay.
Padre este corto saludo, lleno de amor y reconocimiento, por este día, que es nuestro día, llegue hasta donde te encuentres y te regocijes de saber que siempre te tengo en mi recuerdo y en mi corazón. Igual saludo recibe de mi madre, hermanos y tus nietos. Papito Esteban está en el cielo no papá?. Si hijito, le respondo a Illari. Illari, nombre quechua que se puede interpretar como brillante, lo puse en honor a tu persona. Chao Taytacha.