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ACUARELAS TANTARINAS: In memoriam de Mama Conce

Un día, Mamá Conce se sentaba a mi lado y empezó con ese cuento, en puro quecha, que nunca olvidare, que retengo en la memoria, “EL CHIHUACO”.

Foto: Capital del distrito de Tantará. Lado derecho: Mama Conce con algunos familiares.
Foto: Capital del distrito de Tantará. Lado derecho: Mama Conce con algunos familiares.
 

Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial


Pasó su vida al lado de papá “Nico” y de sus hijos, primero en Tinyayocc y luego en Tantará, en una espaciosa  casa de la pampa florida, con patio grande, huerta interior y conejera.

Casi todos los años, para el día de su cumpleaños, los ocho de diciembre que coincidía con la  fiesta patronal de Villa de  Arma, montaba su mula, ayudado por papá “Nico”, y “huayra, huayra” se iba a esa fiesta. Llegaba donde tío Macario, a la sazón telefonista.

Así fue la vida de mi abuelita “Conce”, sin sobresaltos, ni celos. Ingenuidad químicamente pura, para deleite del abuelo. “Centropima fiestam cunanja, jaqu Nicolas”, invitaba la abuela. “Manan ñojaja riymanchu, jamlla pasay”, contestaba, negándose. Y mama “Conce”, feliz ella, se aparecía sola en la fiesta del Centro Social Tantará, para deleitarse viendo bailar a los muchachos de entonces.

Sus nietos, que éramos un batallón, en ocasiones lo acompañábamos en las labores, hasta que llegó “Huanquita”, el menor de los hijos de mi tío Demetrio, para quedarse, crecer y vivir con los abuelos.

Un día de esos, la acompañe a mamá “Conce” a LLamayacc,  donde tenía un pequeño cerco de alfalfa y algunas vaquitas. “Jaqu Estebancito, chaypima cuetocunata huillasayqui”, me decía.

Entusiasmado por el cuento aceptaba. Ayude a “lechear” la vaca, manteniendo a raya a los becerros. Veía como con sus manitas, salpicada de pequitas y cruzadas por delgadas, pero visibles venitas, moldeaba el quesillo, lo machacaba con sal y diestramente lo colocaba en el “huanco”. Votábamos las vacas, becerros y a “caramelo”,  un hermoso caballo, en el cerco y estaba listo para escuchar el cuento.

 
« Mamá Conce se sentaba a mi lado y empezó con ese cuento, en puro quecha, que nunca olvidare, que retengo en la memoria, “EL CHIHUACO”. »


Ese cuento debe haber recorrido muchas generaciones, venía del pasado, tal vez desde sus abuelos, sus tatarabuelos, quien sabe desde cuándo y desde donde.

Escuchaba  anonadado y solo “desperté” cuando mamá Conce me dijo, al terminar, “chayllam ccarcca”, algo así como eso es todo. Era ya tarde, hora de reunir nuevamente a los animales y llevarlos al corral, separando a las vacas de sus crías. Cerramos el portillo con piedras y regresamos al pueblo. Mamá Conce llevaba la leche y el huanco, todavía con el queso dentro. Por mi parte, llevaba el chicote y  liado con una soguilla un poco de leña. Así retornábamos a Tantará, y desde el cementerio podíamos escuchar el griterío de la muchachada, en la pampa florida, retoseando, quienes, al
igual que yo, habían culminado sus labores diarias, en el campo y en sus chacras.

Mamá Conce, hoy hubieses cumplido 116 años. Naciste un 08 de diciembre de 1901. Sé que eres una de las hijas predilectas del cielo y de nuestro ser superior. De a pocos, como ordena el señor, están llegando tus hijos. Estas rodeado nuevamente de ellos, como estabas aquí en la tierra. QEPD.
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