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Estos días, mientras recogía vagamente, los fragmentos de un adiós por mis prejuicios e inseguridades, intenté autoflagelarme para purgar mi mayor y habitual infamia, despertar el amor en una mujer, mi retamita.
Como el gigante sin corazón, sin saber qué es el amor, jamás amé a nadie. Tal vez los dioses, por un capricho del destino, me despojaron aquel sentimiento tan humano y necesario.
Ahora, ya no veré sus lágrimas de amor y sus tristes súplicas. Como la cenicienta, tendrá maravillosos amaneceres que jamás compartiremos. Al fin empezará a vivir feliz, lejos del espejismo que yo era para ella.
@davidauris |
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