Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial |
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Salen los apristas, los filo apristas y los apristones con la pata en alto, envalentonados por una prensa servil y rastrera. Y salen para defender lo indefendible. Salen para mostrar su peor rostro. Salen pretendiendo tapar el sol con el dedo purulento. Salen para vernos la cara de imbéciles, esa frase tan manida lanzada por el capo de esa mafia llamado partido aprista.
Es un acto de honor y dignidad, se desgañita, uno de los áulicos que ha tomado el congreso como madriguera. Honor es la de Alfonso Ugarte, que se lanzó al vacío para que el enemigo no le arrebatara la bandera peruana. Acto digno es la de aquel cacique que al verse acorralado por las mesnadas españolas se lanzó a una laguna helada para no dejarse atrapar y murió luego de 48 horas de resistir al enemigo. Estos dos ejemplos, escogidos al azahar dentro de los muchos que encontramos en nuestra historia, son verdaderos actos de honor y dignidad. Lo otro es una pantomima, un deshonor, una vergüenza.
La muerte no beneficia tanto, decía Jorge Luis Borges y remataba con esta frase de antología: “Un rufián muerto sigue siendo rufián, y un cobarde muerto no es un valiente”. Rufino Torrico, que robo tanto, sigue siendo un ladrón. Mariano Ignacio Prado, que traiciono al Perú siendo presidente de la república, sigue siendo uno de los más grandes felones de nuestra pobre patria. Nicolás de Piérola, el artero, traidor y oportunista bribón, sigue siendo eso. Morales Bermúdez, aún vivo, a quien la justicia Italiana lo persigue por asesino, está hoy convertido en un paria.
El capo fallecido se le parece tanto a estos esperpentos. Cuando sucedió la matanza de Lurigancho el suicida dijo: “O se van ellos (los asesinos) o me voy yo”. Ninguno de los dos se fue. “Quien la debe no la teme”, dijo en otra oportunidad, y terminó asilándose en Colombia y Francia. “Demuéstrenlos pues imbéciles”, espetó. Cuando vio que la investigación iba en serio y las mafias del MP y el PJ montadas por el mismo, habían sido descabezadas, se metió un tiro.
Ese fue el fin cobarde y ruin de quien fuera dos veces presidente del Perú y otro de los ladrones más grandes que haya parido nuestra pobre patria. Ahora debe encontrarse en el séptimo circulo, donde habitan los violentos contra sí mismos, los suicidas, “transformados en nudosos árboles, picoteados y desgarrados por arpías que anidan allí”, a decir de Dante Alighieri.
Alberto “Kenya” Fujimori, condenado a 25 años de prisión por genocida y ladrón, purga condena en cárcel dorada. Alejandro Toledo Manrique, la justicia lo persigue para juzgarlo por ladrón y corrupto, su condición es la fugitivo. Alan García, auto eliminado, al ver que la justicia estaba a punto de desenmascararlo y mostrarlo como lo que fue, ladrón y capo de una mafia. Ollanta Humala Tasso, purgó carcelería preventiva y esa misma cárcel lo volverá a cobijar, por ladrón y corrupto.
El último, Pedro Pablo Kuchinsky, o como se escriba, lobista de larga data, corrupto impenitente, desfalcador del erario nacional, traidor y vende patria, acusado ante la justicia y con prisión domiciliaria. Completa este cogollo de corruptos y ladrones la señora Susana Villarán y el señalado Luis Castañeda Lossio.
Increíble, estos son los últimos gobernantes de mi país, ladrones de todos los pelajes, a quienes la prensa mermelera les dedica tibios editoriales, con el nefasto ánimo de reescribir nuestra historia y mostrarlos como buenos gobernantes. No lo son, ni de casualidad. Estos merecen ser engrilletados, de por vida, en una lóbreg mazmorra.
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