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Una generación asesina, corrupta y antichinchana actúa contra el alcalde provincial César Carranza Falla. El burgomaestre ha tenido el coraje de poner orden a la ciudad, tras 40 años de desidia, caos, corrupción y contubernio.
Antes de la llegada de Carranza a la municipalidad provincial, el pueblo pasaba por la peor desgracia. Los mercados eran bombas de tiempo. Las calles adyacentes al centro comercial estaban lleno de vendedores ambulantes, convertidas en tugurios, donde los mercaderes se habían adueñado de las vías públicas. No había control de nada. Solamente reinaba el imperio de la desorganización y asquerosidad.
La saturación de las calles de Chincha y aglomeración delictiva se agudizó con José Navarro Grau, que promovió la invasión de los vendedores ambulantes, se siguió con Amoretti y empeoró con Lucio Juárez Ochoa. El ex ministro de educación les otorgó “la personaría jurídica” a los dueños de las calles.
Este hecho lejos de merecer el aplauso del pueblo y de los periodistas, enardeció la ira de los mercenarios y sicarios de la prensa, acostumbrados de vivir de las ubres de los municipios. Al perder los privilegios y gollorías esta banda de delincuentes disfrazados de periodistas comenzaran a atacar sincronizadamente al alcalde Carranza Falla, con el disco rayado de que Carranza era abusivo y malo, por haber chocado con los humildes vendedores. Se pedía el retorno del desorden, exacerbando los ánimos de los “pobres comerciantes” abusivamente desalojados. A pesar del tiempo transcurrido se sigue con la infamia y la diatriba.
Chincha es tierra codiciada por los corruptos y amantes de la coima. Acá las autoridades y personajes turbios pueden convertirse en millonarios. Para llegar a Chincha pelean. Los cargos cuestan. Pues se trata de una “mina”, donde en poco tiempo se puede hacer plata.
¿Por qué asesina, corrupta y antichinchana? Los buitres de la prensa con más de 40 años de vida persiguieron y atacaron a todos los alcaldes que no querían pagarle su recibo por honorarios y aceptar que sus familiares entren a trabajar al municipio. Pero encumbraron y echaron flores a los alcaldes que cayeron en sus garras. La mayor parte de los alcaldes tuvieron que pagar a las plagas chupa sangres, evitando ser víctimas de la prensa corrupta. Increíble, algunos burgomaestres fueron considerados como el mejor alcalde, a cuenta de la “mensualidad” que recibían de la municipalidad.
El ex alcalde Francisco Peñaloza falleció no resistiendo la cizaña, el odio y la satanización difundida por la prensa basura. De la misma forma ocurrió con otros alcaldes. Felizmente se recuperaron. Casi el cien por ciento de los ruines, llamados comunicadores sociales, son gente sin catadura moral, sinvergüenzas e hipócritas, cuyo único fin es vivir a expensas de las alcaldías y de las empresas. El desarrollo y orden de Chincha no les interesa un pepino. Su preocupación es la plata aunque provenga de la corrupción. Por consiguiente son antichinchanos.
Los sinvergüenzas atacan día y noche a César Carranza Falla buscando un arreglo. Hasta han tenido el cuajo de levantar a los vendedores ambulantes pidiendo que regresen, fomentado la continuidad del caos y desorden. Los malos comerciantes acostumbrados de vivir y cosechar plata ocupando las calles, casi todos los días crean problemas al alcalde y a los custodios del municipio. Y salen por los medios informativos para denigrarlos. ¡Qué espíritu perverso de los mercaderes de la prensa!
José Navarro Grau, padre del desorden y entrega de las calles, promovió que Chincha viva en completo abandono y desorden, al extremo que este mal ex alcalde durante el terremoto del 2007, dijo que en Chincha no había pasado nada, que todo estaba bien, cuando más del 70 por ciento de las casas de abobe se habían caído y que los muertos yacían como leñas en el hospital de Chincha. En tanto César Carranza Falla, no obstante de ser foráneo, se identificó con el pueblo chinchano. Empezó a poner orden. Pero los perversos mercenarios cada día profundizaron sus atraques.
Carranza recorrió las calles de Chincha queriendo mejorar y aplicar las disposiciones para la correcta ubicación de las casas y conservar la amplitud de las calles. Las malditas pirañas, atacaron sin piedad al alcalde que quería ordenar la ciudad. Entonces a nuestro juicio, su plan de trabajo urbanístico se fue al tacho. Pues a la gente y a los buitres de la prensa les gusta vivir en la podredumbre, como un pueblo incivilizado, donde se pierde el sentido del orden y disciplina ciudadana. Es decir, Carranza tiró la toalla. Habría dicho: “chinchano no te gusta el desarrollo de tu pueblo, entonces vive como salvaje”.
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