Por: Carmen Soldevilla C.
Huachos y El Carmen, dos pueblos de la misma región, separados por un mapa, por arenales, desiertos, montañas y ríos, pero, tan cerca entre sí, se encontraron este 10 y 11 de setiembre pasado en medio de las fiestas jubilares en honor a nuestros Santos Patrones San Cristóbal y Virgen de Natividad . Dos comunidades humanas aferradas al terruño y a todo lo suyo. Dos pueblos que sobreviven al embate de la “modernidad”, del consumismo, pero fieles a sus tradiciones, a sus costumbres.
Dos pueblos que sobreviven siglos y se niegan a perecer. Dos culturas locales poderosas que alegran las congojas del alma danzando, cantando y zapateando.
Dos pueblos que se reciben jubilosos y se abrazan como verdaderos hermanos en una noche fría, al calor de las velas o en una mañana soleada en que compiten un joven violinista y una banda de músicos, dos estilos distintos y un solo sentimiento.
El sentimiento de toda persona de mirar el mundo con esperanza. Todo en un instante puede ser bello, pese a los sinsabores y congojas, ese fue el encuentro efusivo entre Huachos y El Carmen.
Tan cerca estuvimos y no nos conocíamos pensaban muchos, de ambas partes. Y este hermoso encuentro de genuina fraternidad humana nos permite tener la esperanza que así debemos continuar para hacer del Perú, una patria que nos permita convivir en armonía, en hermandad y en respeto a nuestras formas de vivir, de sufrir, de celebrar.
Gracias al legado de Amador Ballumbrosio, patriarca de la cultura carmelitana, a Miguel, Sylvia Ballumbrosio y a los grandes zapateadores Toño, Carlos, Cesar, Calito, Ronal, Marron, Manuel, Hugo, Matias, Wlady y Gianpaul el pueblo de Huachos tuvo un hermoso regalo cultural.
¡Lo afro y lo andino en un encuentro feliz!
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