Su velorio.
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Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial
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Todos sus nietos, aún mi madre y mis tíos, lo llamaban Papá Nico. Su nombre Nicolás Gutiérrez Vásquez. De tez blanca, contextura ligeramente gruesa, nariz que denotaba algún tipo de accidente. Nació en Huachos, en tiempos donde solo se transitaba por caminos escabrosos de herradura. Nunca se quitó el “dejo” característico del Huachino. De sonrisa fácil, ocurrente y gracioso.
Se dice que en sus inicios su matrimonio, con la abuelita Concepciona Violeta Guillén, estuvo lleno de sinsabores y sobresaltos. Es que el abuelo al parecer era un trotamundos, jaranista y chupacaña, como muchos de sus nietos, en la que me incluyo.
A lo lejos escuchaba que tenía otros hijos, algunos de ellos vivían en Lima, otros en Chincha, así. Solo recuerdo, en una ocasión hace bastante años, cuando fui a almorzar en la afamada picantería “Las Nievecitas” en Chincha, la dueña, una viejecita de cabellos canos, al enterarse que iba a la fiesta de Tantarà, supo decirme que ella también tenía familia allá, su nombre Nicolás Gutierrez Vásquez.
Seguramente, ya cansado de la vida cosmopolita, por decir de alguna manera, se estableció en Tinyayocc, que debe su nombre a que en esa especie de meseta que corona Tantarà, existe una inmensa mole de piedra que tiene forma de tinya, que nuestros antepasados lo utilizaban como adoratorio o atalaya. Cuando pase cargo de mayordomo de “gala” los danzantes bailaron sobre esa gran roca, que tiene una especie de terraplén, circundado por labradas piedras y una escalera, también, de piedra.
Tinyayocc los vio crecer a mi madre y hermanos. El riachuelo de Pucapaccha les proveía de agua y a los animales les servía de abrevadero. Mi abuelo sembraba papa, maíz y otros productos de pan llevar. Tenían ganado vacuno, algunas vacas “locas” que parían toros bravos.
Posteriormente pasó a vivir a Tantarà, a la pampa florida, en una suerte de casona, que contaba con una cocina, criadero de conejos, despensa oscura, dormitorio, sala, patio grande y un huerto, donde pasando los años, mi primo Gustavo, Huanquita, “criaba” sapitos.
Nunca dejó de ir a Tinyayocc, donde seguía sembrando y cuidando sus animales. Vivía como verdadero ermitaño, en una gran cueva, que queda debajo de la gran piedra. Hasta ahora no comprendo porque mis tíos permitían esa vida. “Papá Nico” si se sentía muy a gusto, porque en ocasiones me llevaba y en el trayecto iba contento, silbando, porque se iba a reencontrar con la peruanita, una hermosa vaquita variopinta ò con jari maccta, un mozalbete torete.
Precisamente en Tinyayocc se le cruzo la “parca” que no pudo llevarlo, pero lo dejo mal herido. Se percató que dos de sus animales, hermosos padrillos, había desaparecido. Lo busco por todos los cerros. No lo encontró, Regreso a Tantarà completamente abatido, compungido. Ale, le dijo a mi madre - así le decía de cariño - "imapajraj estrellacunata juahuachani, yanja" (porque será que estoy viendo estrellas, por gusto). El derrame cerebral se avecinaba. Lo llevaron a Chincha, a casa de mi tía Angelica, con quien ya goza de la dicha de estar al lado de nuestro señor. Allí paso sus últimos días.
Tres o cuatro días estaba en cama. No hablaba, ni reconocía. Alguien dijo, el tío Nicolás no puede morir. Quien era su “enemigo”, que se perdonen. Un tío mío se presentó. No se podían ver. Habían tenido un litigio por chacras y animales. Mi abuelo para conciliar había ido a su casa, con ponche y chamis, máxima expresión de amistad. Mi tío no lo recibió. El abuelo regreso mascullando cosas y anidando un fuerte rencor. Era parte de su personalidad, terco, obstinado, rencoroso dicen otros.
En el umbral de su muerte fue visitado por el tío, quien dejando atrás su terquedad y su orgullo, había acudido al llamado de la gente. Tenían el mismo carácter, fuerte. “Nicolás, Nicolás, soy yo ………. he venido a perdonarnos”, atino a decir, con voz que pretendía ser conciliadora. Increíblemente mi abuelo, despertó como de un sueño, trato de incorporarse, reconoció la voz y dijo “ …… se va usted a la m……”.
Dejo este mundo, tal como había venido. Ni la muerte lo pudo cambiar. Partió a la eternidad un 31 de diciembre de 1974.
Reciba este breve homenaje, de tu nieto, a quien le permitiste ver la luz de este mundo en tu casa, porque era el hijo mayor de tu hija. Que Dios lo tenga en su gloria, abuelito Nicolás.