|
Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial
|
El puente que une el distrito de San Juan de Castrovirreyna, antes San Juan de Guanaco, y Tantarà lleva su nombre. Puente Mamerto Saldaña. Es considerado un mártir, al haber encontrado la muerte trabajando la carretera, al pie de Cascanni, donde una enorme roca le cayó encima. Fue el primero de los hermanos en alcanzar la Gloria de Dios.
Recuerdo que Mamá Victoria, guardaba para ella, al fondo de su despensa un brilloso ataúd, adornado con extrañas y caprichosas figuras metálicas, que difería grandemente de los ataúdes que don Marcelino Paucar, el único carpintero del pueblo, hacía en Tantarà, que no tenían figuras, eran llanas, hechas con madera de eucalipto y pintado de un color negro opaco, que llamaba a tristeza.
Mamá Victoria cedió ese ataúd a su hijo, a mi tío Mamerto. Cuanto dolor, cuanta pena le habría significado ese gesto.
Ese año mi tío iba a pasar cargo de danzantes de tijera, por eso entusiasmado fue a la carretera a trabajar por topos, al igual que el resto de los comuneros. Salían de Tantarà con repiques de campana y en ocasiones al son de los harawuis, entonadas por las madres y esposas, con lampa al hombro y su “jojao” amarrados en pequeñas “guayajas” que terminaban en curiosas “quipichas”.
No llego a pasar cargo. Ese año el pueblo se vistió de luto, las campanas “doblaban” y sus tristísimas y prolongadas ondas sonoras se expandían por todo Tantarà, llegaban hasta los cerros, a los puquiales. Una inmensa estela de dolor dejó su partida.
Mi padre, cada vez que tomaba, subía a “los altos” de la casa a descansar, donde quedaba el único dormitorio y llorando llamaba “Mamerto, Mamertito”. Le duro más de dos años esos lamentos, hasta que termino resignándose.
La tarjeta de invitación para su misa refiere que este 28 de octubre cumple cincuenta años de haber dejado este mundo. Gracias por la invitación primos.