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Por: Luis E. Forero Medina - Abogado/Especialista en
Saluderecho
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Si hay una democracia maltratada en América Latina, es la del Perú que ostenta el record de más golpes de Estado; suman ocho, ocurridos en 1919, 1929, 1948, 1962, 1963, 1968, 1975, y el auto golpe de 1992 cuando el presidente Alberto Fujimori disolvió el Congreso. La historia peruana reseña que durante las anteriores noches oscuras en que se le torció el cuello a la democracia, los derechos humanos fueron echados por la borda y las víctimas continúan sin reparar.
Los golpes de Estado parlamentarios se han presentado varias ocasiones en América Latina; los últimos, el año antepasado en Brasil; el 31 de agosto de 2016, luego de un “Impeachment”, el Senado de Brasil destituyó formalmente a la Presidenta Dilma Rousseff, por 61 votos contra 20, por supuestos “crímenes de responsabilidad”. Los Parlamentarios, diputados y senadores brasileros que derrocaron a la presidenta, estaban comprometidos en casos de corrupción, alrededor de un 60% de sus integrantes. Una turba de ladrones fueron los que dejaron la silla vacía de Dilma, se dijo en los medios de ese país.
En Paraguay, el 22 de junio de 2012, el Senado adelantó un juicio “express” al Presidente Fernando Lugo y lo destituyó; supuestamente por su responsabilidad de la muerte de 17 campesinos. Antes de Lugo, Paraguay vivió 60 años soportando la tiranía de Stroessner.
En Honduras en 2009 el Congreso acusó, secuestró y derrocó a Zelaya; y posteriormente en las elecciones convocadas para reemplazarlo, hubo muertos, heridos y cientos de detenidos. En el conteo de los votos se presentó una "caída del sistema", generando sospechas de fraude electoral.
Con destituir de parte del Congreso de la República a Dilma, Lugo o Zelaya, tampoco se solucionaron los problemas que aquejan a esos países, mucho menos se ha erradicado la corrupción.
En 2002 en Venezuela se frustró un golpe parlamentario contra Chávez; y en 1973 el Congreso de la República de ese país puso en bandeja a los militares al presidente Allende, derrocado y asesinado.
En otros casos, el golpe de Estado ha sido del Ejecutivo al Legislativo, como acaeció en Nicaragua en 2016 cuando el régimen de Daniel Ortega expulsó a 28 legisladores opositores.
En el Perú y en los demás países de América Latina y el Caribe, donde está vigente el régimen presidencial; éste deriva su poder del pueblo que lo eligió libremente en unas elecciones. Por su lado el Congreso de la República que en el caso del Perú es unicameral, es otra Rama del Poder Público, que como el presidente son elegidos popularmente.
El Congreso peruano no puede asimilarse en sus funciones a un régimen parlamentario, por ejemplo el que rige en España o Inglaterra, en donde el presidente es el Primer Ministro escogido entre los diputados. En un sistema parlamentario el Congreso sí puede destituir al presidente, llámese primero ministro, canciller u otros nombres; en un régimen presidencialista no.
En el caso peruano, el Congreso que cuenta con 130 miembros, no puede desconocer la voluntad del pueblo depositada en las urnas por 8 millones 580,474 votos a favor de Kuczynski, más del cincuenta por ciento de los ciudadanos; que son los que tienen la última palabra.
Lo contrario sería un capítulo funesto de la historia peruana en el que se presentaría un golpe de estado sin balas ni botas militares, diferente a los anteriores; pero se vería caer la noche de la democracia e irrespetar la soberanía del pueblo inca. Sería una puñalada al corazón de Latinoamérica; sería llevar al Perú, líder en el Continente, a un momento gravísimo en el ámbito internacional, y a un caos interno mientras dure la transición presidencial; en fin sería un insulto al voto ciudadano.
En el evento improbable de la pérdida de investidura del presidente, los organismos internacionales entre ellos la Asamblea General de la ONU, aprobarían una resolución pidiendo el restablecimiento del presidente Kuczynski; algunos embajadores abandonarían el país, la OEA aplicaría sanciones y el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo congelarían sus préstamos.
En el Perú si el Pleno del Congreso con mentiras o verdades a medias lleva adelante su antipatriótico propósito, no destituirían a Pedro Pablo Kuczynski, sino a la democracia; sería el mayor latrocinio o abuso en la historia republicana del Perú. El ciudadano de a píe se preguntaría, ¿Qué significa esto de un “golpe de Estado parlamentario”?, ¿En qué quedó mi voto?
Destituido el primer mandatario, se convocaría a elecciones únicamente si Vizcarra y Aráoz renuncian, evento en el cual la presidencia recae temporalmente en Luis Galarreta, presidente del Congreso de la República; entre tanto el pueblo nuevamente decide en las urnas quién será su presidente hasta el 2021.
Los congresistas opositores se han referido a que Kuczynski estaría “comprando” votos para que la destitución llegue al fracaso. Para PPK "Esos son cuentazos".
De pasar la segunda prueba, el presidente reiteró en esta su semana de pasión, que “Lo que Dios nos pidió que hiciéramos y lo que el pueblo nos eligió para hacer, lo haremos.. para que todos tengan ingeniería y progreso, desagüe, puentes, carreteras, colegio, casa, agua, luz y trabajo”.
Al presidente Pedro Pablo Kuczynski, quien siempre ha estado dispuesto a colaborar en las investigaciones, quien no tiene nada que ocultar y no se rinde, le pueden criticar muchas cosas aquí y allá; pero jamás que está incurso en “incapacidad moral”. De malos comienzos suelen venir peores finales, decía don Baltazar Gracián.
@luforero4