¿Se puede pedir peras al olmo?
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Por: Luis E. Forero Medina - Abogado/Especialista en Saluderecho
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Cuando Alberto Fujimori padre incursionó en la política tenía bajo la manga un proyecto político que empezado por él, lo continuarían sus herederos. El pensaba en los cuatro hijos, pero a sólo dos les picó el bicho de la política. Fujimori padre a la sazón contaba con pasados cincuenta años, su hija Keiko era una quinceañera y Kenji apenas tenía 10 años.
La familia presidencial estuvo apoltronada dos décadas, y por la corta edad de los descendientes se supone que no sabían ni comprendían las andanzas de su padre, aliado con un personaje siniestro como su asesor de inteligencia.
Como la educación entra por casa, Alberto Fujimori se dedicó a preparar a sus retoños para que aprendieran a saborear las mieles del poder. Sin embargo, el clan presidencial no fue modelo propiamente de unión, así que por los conflictos internos, la niña Keiko de la noche a la mañana se convirtió en primera dama de la Nación. Keiko que era una estudiante no tenía ni idea cuál era su papel en la tragicomedia, no asistía al Colegio ni a Palacio. Fue nombrada simbólicamente en entidades de protección a la niñez, y a cuanta reunión internacional había le empacaban maletas para que representara al país. Tanto ajetreo oficial, protocolo, etiqueta, guardaespaldas cansaron a Keiko que viajó a Estados Unidos a estudiar administración de empresas. Todavía sigue en el ambiente la duda de la procedencia de los dineros para sostener a Keiko en USA.
Sin tener preparación en los asuntos estatales ni en los concernientes a la política peruana, su madre Susana Higuchi fue impuesta como congresista, y al no tener nada más qué hacer porque desconocía la razón por la cual permanecía en el Parlamento, se ha dedicado a recoger chismes con sus colegas adeptos y no al gobierno de su esposo, haciendo una cacería de brujas. Todo se le contaba al oído a su amargo marido, y esos ires y venires provocó las broncas familiares. Los medios de la época se ocupaban ampliamente de la pelea conyugal en Casa de gobierno, de donde no podía salir Susana.
Después a Keiko, que ha ensayado más de una decena de nombres para el movimiento fujimorista, le adaptaron una silla en 2006 en el Congreso de la República, del cual pasó sin pena ni gloria porque estuvo permanentemente en licencias. Las pocas oportunidades que asistía al Parlamento, al cual llegó con un movimiento fugaz llamado Alianza por el Futuro, era para servir de abogada del diablo. En la opinión pública se cree que es inadmisible continuar defendiendo lo indefendible, cuando Alberto Fujimori ha sido juzgado y condenado en cinco ocasiones a una pena de 52 años; en derecho esa figura se llama cosa juzgada, por lo que se deduce que no era el chivo expiatorio que se creía, y que las acusaciones fueran calumnias.
Los peruanos y peruanas aún no olvidan la terrible pesadilla que vivieron bajo la dictadura del jefe de la dinastía, que ha provocado heridas sin sanar y cicatrices sin borrar, y ni se imaginan lo que les esperaría con la Era Fujimorista.
El duelo de hace cinco años se repite, o Keiko o Humala, o PPK o Keiko, y después Keiko o Kenji, que ya mostró las uñas de aspirante, asunto que no le cayó mucho en gracia a la hermana, calificando a su carnal de “personalista”. El fallido proyecto fujimorista contemplaba que Alberto Fujimori gobernaría por tres o cuatro períodos, como algunos presidentes latinoamericanos, y le sucedería sus hijos Keiko y Keiji, que tendrían su agenda ocupada en un indulto presidencial para su padre. Ellos conciben una verdadera dinastía china que se eternizan so pretexto de su filosofía oriental.
De Keiko se dicen muchas cosas, unas ciertas, otras no, lo que sí es innegable es que la candidata de Fuerza Popular no tiene la formación de estadista para ocupar la primera magistratura del país líder en la Región.
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