En OPINIÓN LIBRE | Jueves 30 de julio del 2015 - 8:28

BLOG DE LAURO: La Casa

El recuerdo que tengo de la primera casa donde viví, es mi casa de Tantará.

Distrito de Tantará

El recuerdo que tengo de la primera casa donde viví, es mi casa de Tantará. Una casa grande de dos pisos, con balcones, un patio y una huerta, por donde solía descolgarme, para ganar las calles del pueblo y organizar innumerables carreras de caballo, a la luz de la luna. La casa donde de niño, armado con dos pistolas y una carabina de mi padre, perseguía canarios, chihuillos, cullcos y cuanta ave osase entrar a la huerta que poseíamos.

Acá en Lima no podría hacer eso; en esta ciudad he vivido en varias casas alquiladas y también en la casa de mi padre, una casa al pie de los acantilados, una casa pequeña a donde llegue de adolescente y en la cual jamás fui feliz. Nunca me sentí cómodo, por eso ni bien tuve la posibilidad de alquilarme un cuarto lo hice.

En La Victoria viví en un apartamento ruinoso de la calle 28 de Julio, y luego me mude a un departamento muy cómodo en la misma calle, y allí fui un don Juancito y aprendiz de puto, aún recuerdo a todas las diligentes seguidoras de la chacana, todas muy guerreras, decididas en el combate cuerpo a cuerpo.

Fue en mi casa de Chincha, donde realmente fui feliz, una casa grande, humilde, con una huerta en la que crecían plátanos, higos, caña de azúcar, caiguas y una frondosa planta de maracuyá que daba sombra al área de lavandería, allí estudie toda la primaria, tuve mi primera novia y al ritmo de John Travolta, los beeges y tardes de futbol con mis amigos de barrio, disfrute la vida.

En la época de la secundaria viví en Santa Rosa, un anexo del distrito de Tantará, donde mi padre poseía sus tierras y sus ganados, era una casa de campo pequeña, con una cocina, una dispensa y un cuarto en el que dormíamos todos. Allí fui un niño realmente trabajador, regaba las chacras, cuidaba del ganado, sembraba. Allí mis mejores amigos eran mi gato, mi perro, mi caballo tordillo, mi toro mocho y un imponente y majestuoso eucalipto. Fue allí que tuve mi debut, con una niña de mirada triste, de belleza suave y serena, que vino a mí una noche lóbrega, de lluvia y truenos.

En Lima viví también en la calle Bolívar, cerca del emporio comercial de Gamarra, eran tiempos de gloria, financieramente me fue muy bien, allí de ganar un sueldo diario de 10 soles, llegue a ganar mil soles diario, el dinero me llego tan rápido que no supe invertirlo apropiadamente, invertí en un terreno en el golf de Huampani, luego me estafaron con la compra de una casa en La Victoria, allí perdí treinta mil dólares, a pesar de eso y mucho más, me las ingenie para darme la gran vida, siempre era más conveniente descansar en el hotel 484, un sitio acogedor, discreto y cómodo, allí perdí, perdí la cuenta de tantas chicas lindas de paso por la habitación de ese hotel, tantos amores fugaces con mujeres cuyos nombres no recuerdo. Allí también me enamore de Isabel, hacia el amor solamente con ella y con nadie más, ella realmente me amaba y la perdí, la perdí, como un niño pierde a su juguete preferido.

He sido muy feliz en Chincha. He sido muy ebrio en Tantará, muy descontrolado, y sin embargo allí creo que me eduque y me entro el bicho de escribir. He sido muy trabajador y responsable, para mi corta edad, en Santa Rosa. He sido universitario, puto, empresario, bohemio, muy feliz en Lima.

Ahora sigo aquí, buscando aún, la casa de mis sueños, la casa en la que quiero vivir el poco tiempo que me queda. Pero en ciertas noches de insomnio, le digo a ella: en cinco años cuando me jubile y deje todo, vamos a vivir en Lima, en Chincha, en Santa Rosa y en Tantará. Y ella me dice: ¿y el colegio de tu hijo? Ira al colegio en esos 4 lugares, es lo que le conviene, digo. Ella sonríe porque sabe que será difícil que deje Lima, y que no volveré a vivir en chincha, en Santa Rosa y Tantará no aguantaría dos semanas y ya estaría loco por irme, como lo hice en 1985 azuzado por sueños que, presentía entonces, solo podría cumplir cabalmente en Lima: tratar de ser escritor, ser puto y ser feliz.