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Al pie de aquella poderosa cumbre, atravesando el silencioso lago azul, a orillas del adoquinado, sinuoso y sombrío camino a Haerlingtangwich, existe una secreta y misteriosa caverna, donde necesariamente todo peregrino acude a refugiarse.
Cuando el espíritu llevó una piadosa vida terrenal, eleva su espiritual mirada hacia los astros, esperando cómodamente su rara purificación sobre el tablero circular como el arco iris.
Al desprender su aliento bondadoso, sigilosamente aparece desde el cielo raso, una misteriosa flor de color indescriptible que, al derramar su aroma, desde el fondo de la lúgubre galería, emerge la misma mujer perfecta y hermosamente emperifollada, sin murmurar palabra alguna, con extraña alegría y discreta diligencia, sirve una suculenta comida hecha de reptiles a los fatigados viajeros.
Extrañamente los científicos y místicos, coinciden que, es la bella hechicera incendiada en la tierra media, convertida en divinidad, cuya ración sazonada con ajo etíope, purifica las almas, en su feliz camino al país de Haerlingtangwich.
@davidauris |
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