La maldita herencia la asumió el
ex alcalde Lucio Juárez Ocho, a quien –los hijos putativos de Navarro- no le dejaron ni respirara, con el aval de los periodistas mercaderes. A Juárez se les acusó de mil cosas, condenando su incapacidad, al frente de la acusación, hostigando permanentemente, ha estado el
actual alcalde César Carranza Falla. Casi a un año de su función edil; de este cuestionador implacable las cosas se han empeorado y la realidad de Chincha es un desastre. Caos, desorden, robos, delincuencia y asesinatos, se ha incrementado alarmantemente, produciéndose casi todos los días; dando la sensación que las autoridades están por gusto. Carranza Falla y sus regidores están perdidos.
La población chinchana vive en zozobra ante la incapacidad y miopía de los que tienen la responsabilidad de velar por
el orden, tranquilidad y la seguridad ciudadana. Los hechos delincuenciales que se registran a cada instante preocupan a los moradores. La actuación de los forajidos se produce a plena luz del día, lo que demuestra que tiene desorientado a la PNP, que no sabe cómo controlarlos, o se hacen de la vista gorda, salvo algunas excepciones venidas de Lima.
El caos y desorden, insolucionables, herencia septicémica que dejó el alcalde Navarro Grau, ahora se encuentran con cáncer terminal, donde el burgomaestre actual nada ha hecho durante un año de su ejercicio municipal Las pruebas están a la vista. Quién llega a Chincha no solo sale con el hígado destrozado, sino lamentando de haber nacido en un pueblo carente de autoridad, que hace años era considerada como cuna de la cordialidad, y lugar pacífico.