El Instituto Karolinska de Estocolmo (Suecia) ha concedido hoy el premio Nobel de Fisiología o Medicina a Katalin Karikó y Drew Weissman por la vacuna de la covid basada en ARN mensajero. La bioquímica húngara Katalin Karikó pasó 40 años trabajando en la sombra y desarrollando avances claves para las inyecciones de Moderna y BioNTech.
Drew Weissman trabajó con Karikó e hizo posibles las terapias a partir del ARN mensajero. Las vacunas de Pfizer o Moderna lo incorporan y no existirían sin su visión. Con Karikó, son 13 las mujeres que han recibido el Nobel de Medicina.
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— The Nobel Prize (@NobelPrize) October 2, 2023
The 2023 #NobelPrize in Physiology or Medicine has been awarded to Katalin Karikó and Drew Weissman for their discoveries concerning nucleoside base modifications that enabled the development of effective mRNA vaccines against COVID-19. pic.twitter.com/Y62uJDlNMj
El jurado de la Academia sueca ha destacado que otorga este galardón a Karikó y Weissman “por sus descubrimientos sobre modificaciones de bases de nucleósidos que permitieron el desarrollo de vacunas de ARNm eficaces contra la covid-19″. “Los descubrimientos de los dos premios Nobel fueron fundamentales para desarrollar vacunas de ARNm eficaces contra la COVID-19 durante la pandemia que comenzó a principios de 2020. A través de sus descubrimientos innovadores, que han cambiado fundamentalmente nuestra comprensión de cómo interactúa el ARNm con nuestro sistema inmunológico, los galardonados contribuyeron a la tasa sin precedentes de desarrollo de vacunas durante una de las mayores amenazas a la salud humana en los tiempos modernos”, ha destacado el jurado.
Ambos premiados recibieron el premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA en el año 2022 por este mismo motivo. La húngara Karikó, cuyas primeras investigaciones fueron rechazadas hasta perder el puesto en la universidad, y el estadounidense Weissman, que sufrió problemas similares, fueron distinguidos el año anterior con los premios Princesa de Asturias. “Recibía una carta de rechazo tras otra de instituciones y compañías farmacéuticas cuando les pedía dinero para desarrollar esta idea”, comentó Karikó a EL PAÍS en una entrevista realizada en diciembre de 2020, en plena pandemia.
Katalin Karikó, bioquímica hungaroestadounidense, nació en enero de 1955 en Szolnok (Hungría). Graduada en Biología en la Universidad de Szeged (Hungría) en 1978 y doctorada en Bioquímica en 1982, empezó a estudiar las propiedades del ARN mensajero en ese centro húngaro. En 1985 emigró a Estados Unidos con su marido y su hija de dos años. Drew Weissman nació en Lexington(Massachusetts, EEUU) es profesor de Medicina en la Escuela de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania y trabaja sobre el ARN y su aplicación en el desarrollo de vacunas y terapia génica.
El ARN es una molécula imprescindible para la vida. Sintetizado en el núcleo de las células, lee las instrucciones escritas en el ADN y parte con ellas para que las fábricas del organismo produzcan todo lo necesario para existir. En la década de los 90, Karikó planteó la idea de utilizar ese mensajero para curar a los enfermos. Si se introdujese en sus células el trozo adecuado de ARN, especulaba, estas producirían la proteína ausente que causa una anemia o generarían una respuesta inmune frente a una infección o incluso el cáncer. Weissman quería producir mejores vacunas y también presentía que la respuesta podía estar en la frágil molécula.
En una entrevista después del premio, Karikó ha dicho que su difunta madre había especulado con que podría ganar el Nobel, a lo que ella le recordaba que hubo un tiempo en el que ni siquiera pudo conseguir una subvención para su investigación. “Ella [su madre] dijo, ‘pero trabajas muy duro’. Y yo le dije que muchos, muchos científicos trabajan muy, muy duro”, añadió Kariko, que dormía cuando recibió la llamada de Estocolmo y al principio pensó que era una broma.
El coganador Weissman ha asegurado que este premio es un “sueño de toda la vida” y recordó haber trabajado intensamente con Karikó, incluidos correos electrónicos a medianoche, ya que ambos sufrían insomnio. “Durante los 20 años que trabajamos juntos, antes de que nadie supiera lo que es o le importabr al ARN, éramos nosotros dos, literalmente, uno al lado del otro trabajando juntos, hablando y discutiendo nuevos datos”, dijo, en una grabación hecha pública en el sitio web del Nobel, informa Reuters.
Fuente: El Pais
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