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Comida de tercera

El inefable Jorge Montoya, con el doble sueldazo que recibe de las tetas del Estado como almirante y congresista, jamás comió comida de tercera ni de alfalfa en su vida de privilegiado.

Caricatura de Carlín.

 

Por: Esteban Saldaña Gutiérrez 

Ingeniero Industrial

 

 

El congresista y almirante Jorge Montoya - hay que escribir completo porque ahora gana como congresista y como almirante en retiro - espetó que él no se alimenta con “comida de tercera”, y menos come alfalfa.

 

Es cierto, este congresista-almirante jamás ha probado “comida de tercera”, como sí lo hacemos la gran mayoría de peruanos, peor en tiempos tan difíciles post pandemia. También nos alimentamos de alfalfa, en nuestras ensaladas y en nuestro emoliente. Este congresista-almirante es el típico neo fascista, negrero, racista, insolente y mentiroso.

 

 

Este congresista-almirante ha llevado una vida “muelle sensual” en toda su existencia, gracias a la generosidad de este pueblo que come “comida de tercera”.  Es un secreto a voces que la Escuela Naval, donde estudian los futuros oficiales de la armada, siendo una institución pública es exclusiva y excluyente, donde solo se admiten a los arios, a los “blanquiñosos”, a los hijos de la clase media alta.  Aquí no es permitido el color de nuestra raza, de nuestro pueblo, el cobrizo, tampoco el color serio.

 

Desde cadetes, estos señalados por los dioses, cuentan con comedores de lujo, atendidos por solícitos mayordomos, propio de restaurante cinco estrellas. Alimentación de calidad, preparado por expertos cocineros. Dormitorios de primera clase.  Amén de todas las facilidades y comodidades, que se contraponen con los alumnos de la Escuela Técnica y por supuesto con los alumnos internos de las universidades públicas.

 

Al recibirse de oficial, la vida muelle sensual continua y en mejores condiciones. Sus privilegios, en todas las dependencias de la Marina, son delirantes y de locura, propios de un país bananero. Aquí algunas perlas.  Alimentación. Los mejores cocineros solo para oficiales y las atenciones en “sus” comedores o cámaras, por mayordomos debidamente uniformados de blanco. Habitabilidad. Sus habitaciones, dormitorios y hasta oficinas, solo es permitido para “personal autorizado” y “solo para oficiales”, como rezan los letreros, por si algún intruso ose pisar. Educación. Los liceos navales, instituciones también públicas, son exclusivos para hijos de oficiales y cuentan con modernos laboratorios, bibliotecas y un largo etcétera que se contraponen con los colegios nacionales. Recreación. Campos recreativos y playas privadas, con campos de golf, frontón, bungalow, suites. Salud.  Clínica, sí clínica, dentro del hospital naval, solo para oficiales y familiares. Los mejores galenos y enfermeros atienden a estos pretendidos semidioses. Platos y cubiertos llegan hasta sus cuartos. En contraposición con el personal subalterno y familiares, quienes se apretujan en salas comunes y reciben el “rancho” en tazones y gamelas de latones.  

 

Al pasar los años y el oficial asciende a capitán de navío, su estatus mejora. Cuenta ahora, las 24 horas del día, con mayordomo, chofer y seguridad. Recibe un carro del año, que anualmente es renovado. Combustible de alto octanaje mes a mes.


 

 

 

 

                  De capitán de navío pasa a Almirante. El estado, derrochador del dinero del pueblo, extiende sus manos generosas y le asigna de por vida un carro del año, que se renueva anualmente. Combustible mensual para dos autos, el particular y el entregado por marina. Chofer, mayordomo y seguridad. Ya no utiliza clínica de oficiales, ahora utiliza clínica de almirantes.                  

 

 

 

 

Pero hay más. Si el “señor” almirante - sea por su edad o por otras razones – renuncia a todas las gollerías, de carros, choferes, combustible, etc. y piensan que esa astronómica suma de dinero retorna al estado se equivocan. El “señor” almirante saca su calculadora y suma sueldo de chofer, más seguridad, mayordomo, combustible, etc. etc., en el colmo del desparpajo, solicita que le den en dinero contante y sonante y el estado generoso como siempre, mes a mes le abona esa ingente cantidad de dinero, que debe bordear los cincuenta mil soles mensuales.

 

 

 

Pero si este “señor” almirante, como el que nos ocupa, es un arribista, ávido de poder y gloria, apunta a cargos más altos, como la de congresista. Arrellanado en el congreso, con suficiente poder, elucubra como seguir exprimiendo las ubres del estado y se confabula con sus pares, almirantes y generales congresistas, y derogan la ley que les prohibía ganar doble sueldo y en su lugar sacan otra ley aprobando doble sueldo, como lo hizo hace poco este miope congreso, bajo la presidencia de la inefable María Del Carmen Alva.

 

Entonces este almirante-congresista Jorge Montoya Manrique - y todos sus pares - jamás han probado comida de tercera y menos conocen el sabor de la alfalfa, gracias a este pueblo, que, dejando de comer y vestirse, se lo dan a estos parásitos, para que además, nos ultrajen, insulten y nos terruqueen.

 

Hasta cuando esta injusticia, esta ignominia. Congresistas de todos los pelajes y layas aprueben una ley retirando todas las gollerías e indebidos privilegios que el estado les brinda a los generalotes y almirantazgos y ese dinero retorne a sus legítimos dueños, el pueblo peruano.

 

 

NB: Los artículos publicados en esta Sección Opinión Libre son de entera responsabilidad de su autor. El contenido no refleja necesariamente la opinión de Huachos.com

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