Por: Ferrer Maizondo Saldaña - Doctor en Educación |
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En la Capital Minera del Perú se asentaron desde la Colonia, buscando vetas de plata, cientos de exploradores, misioneros, aventureros y cazadores de fortuna.
En el región hay bosques, nevados, lagos y lagunas; pero, un enorme tajo abierto de 400 m de profundidad se come la ciudad. Constantes explosiones sacuden casas, caserones y calles desniveladas. Las que se mantienen en pie padecen la epidemia del agrietamiento.
La conocida también como Ciudad Real de Minas recibió al especialista y normólogo, con un frío severo de varios grados bajo cero, quien se presentó con impecable terno, puntual y formal en la Dirección Regional de Educación. Toda una autoridad representando al Ministerio de Educación en el concurso público para nombramiento de profesores al primer nivel de la Carrera Publica Magisterial.
Viajó por la Carretera Central. Su corazón palpitó con normalidad mientras ascendía la zigzagueante pista en Casapalca y Ticlio. Pequeña molestia nasal al pasar la Oroya. Atravesó con calma y buen humor una inmensa planicie en la que resalta el Obelisco de Chacamarca que rinde homenaje a los patriotas que lucharon por la independencia nacional en la Batalla de Junín.
Sus pasos eran firmes y decididos. A falta de taxi o mototaxi, puso sobre sus hombros una enorme y pesada caja, y cruzó la Plaza Chaupimarca, acompañado de una ventolera de nieve, escondiendo su rostro entre los cuellos del saco.
Sus treinta y dos años de servicio en la administración pública le facilitó percibir rápidamente un inquietante murmullo de sospecha. Rostros de preocupación y miradas mortificadas saturaban el ambiente. Las respuestas eran monótonas monosílabas. Las diez que duró el viaje lo habían aislado del mundo, desconectado de los acontecimientos. No entendía ese aire espeso y turbio de desconfianza que se esparcía por las oficinas. Pensaba que era el soroche, ese mal de altura que afecta a los recién subidos a las alturas.
Los servidores públicos de la Dirección Regional de Educación habían paralizado sus labores para atender las noticias propaladas por emisoras locales. Pequeñas y maltrechas radios, agazapadas entre expedientes y documentos, encendidas en volumen bajo, casi al mínimo, propalaban en la voz chillona de locutores locales la impactante noticia. Solo Radio Corporación difundía una sufrida y melancólica muliza de Alma Cerreña:
Cuando una flor se marchita
otra flor brota en la tierra,
cuando una pena se acaba,
nace en el alma otra pena…
El Director Regional de Educación, sin mucho preámbulo y con pocos detalles, mirando un descuadrado cuadro de pintor desconocido, le puso en autos de lo que sucedía. Un sector de los profesores, a nivel nacional, no estaba de acuerdo con participar en la evaluación que el Ministerio de Educación había programado para nombramiento de docentes. Solícitos policías del servicio de inteligencia habían alertado de un posible boicot. Tenían que suspender el examen.
El funcionario del Ministerio, cortó la explicación con un gesto que paralizó la respiración de los asistentes. Sentenció a todo pulmón: la prueba se toma sí o sí. Y, para que no quepa dudas ni murmuraciones convocó y conminó a todos que al día siguiente, siete de la mañana, los esperaba en la puerta de la institución donde se había programado el examen. Hizo sonar los tacos de sus zapatos, dio medio vuelta y salió más rápido que apresurado.
Pasado el mediodía, los responsables de la prueba en el Ministerio de Educación, recibieron una llamada. No era de alarma ni preocupación. Al contrario, comunicaban con serenidad y seguridad que en la Meseta de Bombón, todo marchaba de acuerdo a lo programado. La prueba se desarrollará sin inconvenientes.
Como en casi todas las provincias del país, los maestros y servidores de la Dirección Regional de Educación, tenían los oídos pegados al verbo y énfasis de los locutores de las diversas emisoras, quienes no dejaban de comentar que en el Altiplano la carretera Julia –Puno había sido bloqueada. En Ayacucho el Frente de Defensa había declarado paro regional. En el Huallaga habían sido sustraídas las pruebas…
El día de la prueba, el especialista del ministerio se apersonó minutos antes de las siete a la emblemática Institución Educativa Daniel Alcides Carrión. Fue el primero en llegar. Luego aparecieron nerviosos y apurados las autoridades y especialistas de la Dirección Regional de Educación. Con marcada tardanza llegaron el fiscal provincial, un representante de la Defensoría del Pueblo y un grupo de policías. Ordenó se habrá el enorme portón. Los minutos alargaban su tiempo, las miradas intentaban disimular la preocupación, los pasos mostraban torpeza. Los convocados, los maestros de la región no aparecían. Silencio total. Silencio de campamento minero. A la distancia sólo el humo de las chimeneas de las humildes casas parecía tener vida.
En un parpadeo surgieron bulliciosos los docentes. Coreando consignas contra el concurso ingresaron masivamente al colegio. ¡Fraude! ¡Fraude! Repetían todos. Simeón cogió con fuerzas la enorme caja lacrada y cubierta con doble plástico transparente que contenía las pruebas. Un grupo intentó arrancharle. Se dio un feroz forcejeo que varios fueron arrastrados por el mojado piso. La policía no pudo contener la ira. ¡Abajo la represión! ¡Si no hay solución, huelga nacional!
En el reporte del día, cuando las autoridades del Ministerio esperaban resultados de la prueba tomada en cada una de las regiones, sólo escucharon una voz entrecortada y llorosa del especialista Simeón Toro asignado a Cerro de Pasco:
- Señor Ministro,… mi terno era nuevo,… casimir. … Mi terno… era barrington… beige…
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