Por Nobar Baella, investigador científico del IGP
¿Te has preguntado alguna vez si las llamadas estrellas fugaces son realmente cuerpos celestes que “caen” del cielo?, ¿cuál es el origen de este fenómeno tan peculiar al cual fervientemente le pedimos deseos mientras se desvanece en la atmósfera?
La primera explicación vino de Aristóteles. Él sostenía que las estrellas fugaces eran de origen exclusivamente atmosférico y se producían por la fricción entre los vapores de aire y fuego en la parte alta de nuestra atmósfera durante la rotación de la Tierra. Dicha fricción, según él, ocasionaba chispas, y esas chispas eran las estrellas fugaces. Por increíble que parezca, esta explicación se mantuvo intacta por casi 1800 años; sin embargo, Aristóteles estaba totalmente equivocado.
En realidad, las estrellas fugaces se producen por pequeños granos de polvo desprendidos de cometas o asteroides, del tamaño de un grano de arena, que ingresan a gran velocidad a nuestra atmósfera. Durante su ingreso, la fricción entre el grano de polvo y la atmósfera provoca que la partícula se vaya desintegrando poco a poco hasta desvanecerse completamente. Este proceso de desintegración es el que causa la “luz” tan atrayente e inspiradora de la mal llamada estrella fugaz.
Entonces, las estrellas fugaces no son estrellas que caen, sino partículas de polvo que se han desprendido de cometas y asteroides que consiguen ingresar a nuestra atmósfera y son desintegradas en el proceso.
Justamente esta semana, nuestro planeta se encuentra atravesando uno de esos caminos de partículas sembrado por el cometa Swift-Tuttle. Dicho cometa deja numerosas partículas de polvo a lo largo de su propia órbita. Así, cuando la Tierra atraviese dicho camino las partículas de polvo ingresarán a nuestra atmósfera y se producirá el espectáculo de una “lluvia de estrellas”. En particular, esta lluvia se llama Perseidas, porque parece provenir de la región en el cielo que ocupa la constelación de Perseo.
Lamentablemente, la inmensa contaminación lumínica causada por el alumbrado público de las grandes ciudades priva a gran parte de la humanidad el poder disfrutar de este espectáculo. No obstante, existe otra forma de estudiar científicamente el fenómeno, la cual consiste en usar ondas de radio. Por ejemplo, el Instituto Geofísico del Perú (IGP), mediante su Radio Observatorio de Jicamarca, ha conseguido estudiar los llamados ecos de radar que producen las estrellas fugaces sobre el cielo peruano. El eco viene del aire ionizado que deja el rastro de la estrella fugaz.
Desde tiempos inmemorables, las estrellas fugaces han capturado la imaginación y la curiosidad de la humanidad. Así, desde Perú, siguiendo el legado de Aristóteles, seguimos investigando este hermoso fenómeno con la certeza de que encontraremos siempre un grato descubrimiento.
IGP: «Ciencia para protegernos, Ciencia para avanzar».
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