En OPINIÓN LIBRE |

«Cumbres heladas»

Este es el cerro más elevado del distrito de San Juan de Yánac, llamado Cóndor Rumi. En las faldas de este cerro se sucede el relato que les voy a contar.

 

David Vilcapuma Gutiérrez - Licenciado en Educación

 


En las lomas de palmadera, pueblo de San Luis de Huañupiza, vientos helados y huracanados, golpeaban haciendo tiritar de frío a todos los pobladores que habitaban en este bello paraje, los niños y ancianos eran el más vulnerable de esta inclemencia.

Joaquín, era uno de aquellos que apenas tenía 8 años, a quien todas las mañanas su padre lo despertaba a gritos, para que fuera muy temprano en busca de las cabras, quienes por las noches habían abandonado su rebaño, en busca de pastizales, amaneciéndose en lugares muy alejados de la estancia.

Las lomas verdosas se veían hermosas como alfombras en el paraíso, un concierto de aves trinaban armoniosamente, haciendo que su canto, alegrara a los escasos pobladores que vivían en el lugar.

Joaquín, aún entre sueños, caminaba incansablemente por las colinas, y casi no había camino por esos cerros dónde el fatigosamente iba venciendo de a poco el frío de Cóndor rumi.

Por ratos se perdía por la montaña. Entre saltos sobre las gigantescas piedras subía el cerro, apareciendo cada vez más arriba, en esos peñascos cubiertos de helada.

El niño, raudamente subía a la cima, llegando a la cumbre, el frío era más intenso en la zona, Joaquín asombrado contemplaba el horizonte.

Los caprinos comían pastizales, en el potrero y detrás de ellas las ovejas, y sus crías, avanzaban sacudiéndose de rato en rato.

Jugando el menor, avanzaba detrás de las cabras, con una sonrisa que dibujaba su rostro, a pesar de las carencias en la que vivía a diario, caminaba con calma, disfrutando la inmensa pampa donde amanecían las cabras.

Luego las hacia retornar a espantos por las faldas de las lomas, hacia la estancia de palmadera. En el camino un astuto zorro merodeaba al acecho de su presa.

Las chivas espantadas se mantenían agrupadas y balaban en señal de peligro, golpeando sus patas delanteras de rato en rato. Al acercarse lentamente Joaquín, había detectado la presencia de un astuto carnicero, de entre los animales salía un pequeño zorrillo, que le veía con una mirada penetrante, dejándolo a Joaquín aterrorizado e inmóvil, quien se daba de valor gritando con fuerza: fuera maldito zorro, fuera de aquí.

En ese instante el carnicero en segundos se desapareció. Esta vez el zorro no tuvo suerte en aplacar su hambre, raudamente las chuscas cabras llegaban a su rebaño que estaba en la estancia de palmadera.

Joaquín llamaba con desesperación a los perros guardianes de nombre. Corbatón y Chocolatin, quienes muy obedientes se dirigían ladrando hacia la lomada donde horas antes el zorro había tratado de arrebatarle un ejemplar de caprinos.

Los perros corrían ladrando y rastreando el terreno entre los pastizales, el zorro corría, los perros eran burlados, el carnicero de una pirueta más ingeniosa se había escapado.

El zorro gira circularmente alrededor de un objeto para saltar desde allí a una roca, logrando que el perro pierda la pista limitándose a dar vueltas en el mismo lugar, mientras el astuto ya se había puesto a buen recaudo.

Como Joaquín, cientos son los niños de las cumbres de San Juan de Yánac, que tienen muchas dificultades y necesidades básicas para poder vivir disfrutando de la vida como todo niño su niñez.
 
Chincha, abril de 2018.
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