Los peruanos tenemos que alegrarnos por el logro de las Fuerzas Armadas y la Policía mexicana al dar caza a Joaquín “El Chapo” Guzmán, el narcotraficante más buscado del mundo y cabecilla del siniestro Cartel de Sinaloa, el Estado donde precisamente atrapado la madrugada del viernes pasado luego de haber fugado –de manera cinematográfica- de un penal de máxima seguridad de la capital azteca.
Y decimes que debemos contentarnos porque la caída del escurridizo sujeto de alguna manera atañe a nuestro país. Recordemos que el mencionado cartel tiene abastecedores de droga en el Perú y las autoridades en varias ocasiones han presentado a discípulos confesos de Guzmán. En consecuencia, la captura del capo mexicano necesariamente será un duro golpe para esta red mafiosa internacional, incluidos sus tentáculos en tierras peruanas.
En según termino, ver al mandatario Enrique Pena Nieto agradecer a sus fuerzas de seguridad y de inteligencia, pero sobre todo refrendar que él les ordeno capturar al “delincuente”, bien puede servir de ejemplo en nuestra patria, donde tenemos varios peces gordos por capturar, como
el tenebroso mafioso Gerson Gálvez Calle alias “Caracol”, y una comentada ausencia de liderazgo presidencial frente al crimen organizado y la delincuencia común.
Frases como “Perú va camino a convertirse en un narcoestado, como México” son de dominio público y con mucho asidero. Y si de fugas se trata, aquí también hemos tenido escandalosas e igual por túneles. En ese sentido, el
Inpe debe mirar de reojo lo ocurrido en la cárcel de
El Antiplano (México DF) y de una vez por todas imponer su autoridad, porque en los últimos tiempos estos establecimientos se han convertido en tierra de nadie.