LIMA | ¿Cuáles son los efectos que puede tener para la ya golpeada y polarizada sociedad peruana el hecho de que sus exprincipales autoridades estén siendo investigadas por actos de corrupción o se encuentren presas?
El psicólogo social y docente de la PUCP Jorge Yamamoto responde al respecto en la siguiente entrevista.
—¿Cómo afecta a la sociedad peruana que sus últimos expresidentes estén investigados por corrupción o presos?
—Hay dos tipos de efecto. Uno, en el ejemplo hacia la siguiente generación. Podría deducirse que esta, con tanto presidente preso, va a pensarla dos veces. Pero hay una cosa extraña, que los estudios encuentran que a pesar de que las noticias frecuentes sean críticas, el niño luego interioriza y normaliza esto. Cuando tiene una oportunidad y percibe que va a salirse con la suya…
—¿Lo hace?
—Lo hace. Se genera un enorme daño y profundizándose la brecha entre la moral explícita y la implícita. En cristiano, conscientemente hacemos crítica, pero inconscientemente…
Pedro Castillo duró solo 18 meses en la presidencia del Perú.
—¿Toleramos el comportamiento corrupto?
—Ni siquiera eso: cuando me toca, bacán, Pero cuando no me toca, soy muy crítico, soy hipercrítico.
—Es decir, ¿la sociedad peruana es hipercrítica con la corrupción y al mismo tiempo es permeable con ella?
—Totalmente.
—Hay cinismo ahí.
—Es una manera de decirlo. Yo diría que hay dos partes desconectadas del cerebro: de la observación de los terceros y de la conducta. Si le preguntamos a los peruanos, nadie va a estar de acuerdo en que no se deba cortar de saque el uso de los celulares robados, pero ¿cuántos peruanos los usan? ¿Cuánta demanda hay?
—¿Los peruanos están sintiendo aversión hacia la política, a raíz de estas noticias?
—Hay que ser muy cuero de chancho para no sentir aversión a la política de hoy. Eso tiene un efecto: la juventud, la adultez sana y competente que existe, sale curada de espanto. Lo peor: si soy mafioso y veo que de 100 corruptos investigan a 5 y el resto la sigue haciendo linda, eso va a hacer que me junte con otros mafiosos a recolectar mis firmas. Vea las elecciones: ¿cuántos sanos hay y cuántos son mafiosos?
—¿Qué ocurre en la sociedad peruana para que termine eligiendo a personas que son luego procesadas?
—En lo más superficial, al menos funciona la justicia.
—Eso dicen. No sé si sea un consuelo en serio.
—No deja de ser un consuelo para muchos. Pero lo importante es que se han hecho estudios y se ha encontrado que los mafiosos, los psicópatas, mantienen una proporción estable alrededor del mundo. Pero; en sociedades donde hay control policial y judicial y, en general, instituciones sólidas y cumplimiento de normas y valores; estos mafiosos y psicópatas están arrinconados y forzados a portarse bien. Claro, de vez en cuando hacen sus cochinadas.
El expresidente Alejandro Toledo llegó caminando, pero por problemas de salud tuvo que realizar sus trámites de ingreso y extradición en una silla de ruedas.
—Aunque la sociedad los constriñe, los aparta.
—Correcto. Pero cuando no ocurre eso, sino que se compra a la Policía, al Poder Judicial, esos mafiosos más bien toman el control y son congresistas, presidentes o grandes empresarios.
—¿Los mafiosos han tomado el control del poder en Perú?
—Bueno, los diagnósticos que se vienen haciendo describen que de una sociedad informal estamos pasando a una dirigida por el crimen organizado.
—¿Hay alguna ruta a seguir para que esta situación empiece a revertirse a largo plazo?
—Países como Singapur o Corea del Sur tuvieron a un Lee Kuan Yew o un Park Chung-hee que se llevaron a miles de personas, incluyendo a sus enemigos. Eso no se debe promover. Pero los menciono porque convirtieron en dos décadas a sus países, que estaban peor que Perú, en lo que son ahora. Después tomaron la posta otros, pero la ‘bukeleada’ la hicieron ellos. ¿Cuál es el reto? Hacer esa transformación sin matar a nadie, respetando los derechos humanos, con un buen plan nacional para un proyecto país.
Lo que ocurre es que acá no hay un sentido de patria. En los estudios de valores en general, hemos encontrado que en el Perú ya no está presente ese colectivismo andino o amazónico que tiene muy presente el bienestar de la comunidad. Más bien, ahora el universo moral termina en mi familia y amigos. No interesa la colectividad.
—¿Diría que el país necesita alguien de mano dura?
—Tengo claro que el pueblo quiere a alguien de mano dura. Lo que olvida es que de cada diez, ocho o nueve son unos locos y uno quizás funcione. Lo que necesita el Perú es estructura, cumplimiento de normas y valores. Para promover eso no puede haber mano blanda, eso es correcto, pero tampoco puede haber machete ni fusil.
—Se habla de que el contrato social se ha roto, sobre todo luego de las muertes que hemos visto en las protestas. ¿Está de acuerdo?
—Por un lado, no estoy seguro de si en algún momento hubo contrato social.
—¿Nos hemos roto todavía más, entonces? ¿Qué efectos ve para la democracia peruana?
—Como en el caso del contrato social, habría que preguntarse…
Keiko Fujimori sabía que, desde 2014, Joaquín Ramírez era investigado por lavado de activos, pero no le importó y lo designó jefe de su campaña presidencial en 2016.
—¿Si ha habido democracia alguna vez?
—No sé si lo que hay es una delincuentocracia.
—¿Le preocupa la polarización?
—En un grado extremo. Estamos viviendo una situación de mucha violencia. Hay violencia en contra de la mujer, en contra de los niños, estamos escalando en el crimen organizado y hasta en el crimen callejero. Estamos en un modo fósforo de parrilla. Y cuando ya estamos polarizados, cortamos el sentido de la empatía ¿Qué quiere decir eso? Que no solamente somos incapaces de colocarnos en el papel del otro, sino que, encima, disfruto jodiéndolo.
Entrevista publicada inicialmente por La Republica.
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