“Hay dos cosas en un edificio, su uso y su belleza.
Su uso pertenece al propietario, su belleza a todo el mundo.
Abusa de su derecho quien la destruye”
VICTOR HUGO
Me permito escribir esta glosa, en el deseo de ayudar a clarificar las acciones a tomar, en los inmuebles de valor histórico todavía en pie en el pueblo de Huachos.
Es bueno aclarar un par de conceptos básicos para entender mejor. ¿Qué es demolición? y ¿Qué es restauración?, dos palabras que se usan mucho cuando se refieren a las obras edificadas. Ambas tienen conceptos opuestos, contradictorios, la primera, es la antítesis de la segunda. Una significa desaparecer lo construido, demoler lo existente, la otra es: arreglar lo deteriorado, rehabilitar, resanar las deformaciones de la edificación para que puedan seguir subsistiendo, como fue concebido inicialmente.
Es preciso tener en cuenta que, cuando una obra es considerada como patrimonio, esta debe ser conservada y restaurada. Pero, para hacerlo, es necesario tener conciencia del significado y valor como parte ineluctable de la historia de la ciudad. Entenderla como la memoria urbana de los ciudadanos, testimonio solemne, soporte de la identidad cultural del pueblo. Formar estos criterios en la población, sin lugar a dudas, es una inmensa tarea de las autoridades.
Analizando la antigua fotografía de la Iglesia de Huachos, edificación con más de 200 años, se distingue el estilo original, enmarcado dentro del Barroco Tardío, con características propias de los pueblos serranos: planta de una sola nave, ingreso con arco moldurado de medio punto soportado por pilastras, hornacinas laterales, molduras corridas con ojo para el campanario. Lastimosamente esa interesante fachada ha perdido su ornamentación y originalidad, ha sido degradada, restándole algunos méritos, sin embargo conserva el valor que le proporciona el tiempo histórico acumulado.
La Iglesia huachina, con sus deformaciones y transformaciones, aunque no esté declarada oficialmente por el Ministerio de Cultura como monumento arquitectónico, que para el caso es secundario, es uno de los últimos iconos histórico- arquitectónicos del pueblo. La iglesia como obra edificada, tiene valor por sí misma, los méritos son inherentes a ella, tiene un significado existencial de primer orden, es símbolo y parte importante de la historia del pueblo, de su identidad local, pero lo más trascendente y esencial, es el valor que los propios lugareños le dan a su patrimonio. Lo que para el pueblo tiene valor, se vuelve eterno.
Debemos recordar que, los sentimientos y emociones del pueblo, viven en la arquitectura de su Iglesia, lugar de encuentro de generaciones de huachinos, en donde nuestros antepasados fueron bautizados, se casaron y escucharon misa los domingos. Suficientes razones para amarla, respetarla, cuidarla y restaurarla.
Con sus años a cuestas, mantiene suficientes elementos colectivos sociales y culturales para ser preservada, así lo deben entender las autoridades y todo hijo huachino. Si no se empieza por recapacitar lo que representa y el mensaje que transmite desde el pasado, no podemos esperar nada, menos aún que pueda ser conservada.
La degradación de cualquier ciudad empieza con la alteración de sus calles y plazas, con la destrucción de sus monumentos, con la inserción de arquitectura heterogénea. Por eso debemos tener la suficiente sabiduría para comprender, que la historia de la ciudad se construye a partir de sus obras, aún tangibles, lo que constituye el verbo o la palabra de la cultura que la ha producido. Es importante tomar conciencia de la riqueza urbana existente, pero más importante es, no permitir se sigan cometiendo delitos de lesa cultura, como la destrucción torpe y absurda del más importante emblema arquitectónico del pueblo, posiblemente con los mismos años que la iglesia, a mi parecer, de mayor valor, por conservarse sin agregados, y que hasta hace poco tiempo se mantenía inalterado, me refiero al Cabildo o Municipalidad.
Con una arquitectura simple, pilastras y arcos de medio punto bien proporcionados, balaustradas corridas y techo a dos aguas que le otorgaban un aspecto señorial, sólido, fuerte y elegante, ejemplo típico de arquitectura virreinal de los pueblos andinos y que aún subsisten en algunos lugares del interior: Ayacucho, Cusco, Huancavelica, por nombrar algunos. Sus pobladores, no solamente cuidan y respetan sus monumentos arquitectónicos, se sienten orgullosos de su legado histórico, por el contrario, en Huachos, se demuelen torpemente.
Quienes nos sentimos comprometidos con la ciudad de Huachos, debemos lamentar profundamente lo que algún funcionario edil “despistado", por decir lo menos, o un "geniecillo de la ingeniería o arquitectura”, sin el más mínimo sentido de valoración del pasado histórico, que no es necesariamente fruto de la ignorancia de las autoridades, pero sí, consecuencia de la poca valoración que tienen de lo antiguo, convencidos que las ¨casas viejas¨ no son otra cosa que eso: casas viejas, un estorbo, un escollo, un símbolo de atraso; se atrevieron a demolerla inmisericordemente.
Debo reiterar, para que se entienda bien, que con el censurable desastre de este significativo y magnifico monumento, se ha quebrado parte importantísima de la identidad local, se ha perdido un segmento de su identificación arquitectónica, la relación más cercana de su pasado con el presente. Como paisaje urbano, se ha perturbado irremediablemente la armonía de la Plaza. Desgraciadamente estos señores, no entendieron que estaban destruyendo el monumento más trascendente del pueblo de Huachos.
Las obras importantes que se destruyen, desgraciadamente jamás podrán ser recuperadas, con todas sus consecuencias que devienen en un profundo sentido de ausencia de su historia, y cultura.
Lamentablemente, el posterior estropicio injustificable, por cierto, es haber reemplazado tan noble construcción con un bodrio de arquitectura, informe, desproporcionada, extraña y descontextualizada, arrasando la uniformidad y proporción de la Plaza. Digo esto sin presunción, más sí con la autoridad, que me otorgan mis conocimientos y experiencia de más de treinta años, de arquitecto especializado en la conservación del patrimonio histórico.
Mientras que en otros países, se recuperan y restauran hasta las edificaciones históricas más simples, se rescatan los pisos empedrados o adoquinados, en Huachos se demuelen monumentos, se cubren de cemento, pisos de piedra, Esta es la incongruencia del snobismo absurdo, es la gran sinrazón de la ignorancia, es la respuesta de la indiferencia y la falta de valores en la población.
Para salvaguardar el patrimonio edificado antiguo, del tiempo que conspira en contra de la conservación, y evitar se sigan demoliendo casas con valor, me permito recomendar a las autoridades: que se fomente una política de protección de los inmuebles antiguos, empezando por registrar y fichar las edificaciones del centro de la ciudad, prohibir su demolición, reconstrucción, deformación o transformación para protegerla de la “Modernidad” mal entendida.