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Existen dos historias, una de ellas entronizada y que nos repiten como una letanía desde nuestros primeros años escolares. Es la historia oficial, el lado A, la maquillada, a la que invocamos en las actuaciones.
Lo que se nos esconde es la historia real, aquella que realmente sucedió, pero que se nos oculta para no ver la realidad y encubrir el desfile de grandes traidores, cobardes y desertores de nuestra patria. Uno de ellos, el general Mariano I. Prado de quien la historia oficial solo nos dice que fue un ex – presidente, sin embargo este pusilánime fue un traidor a la patria, que jamás fue juzgado, sino todo lo contrario.
Nos dicen que llegó al Perú don Francisco Pizarro, marqués de alguna orden, y con un grupo de valientes derrotó al Inca Atahualpa y de esa manera sojuzgo el imperio incaico. Falso, Pizarro, un analfabeto, llegó al Perú con un gran ejército proveniente de otras culturas y se alió con el ejército de Huáscar y solo así pudo derrotar a Atahualpa. Pizarro es uno de los responsables del genocidio perpetrado contra la población inca y su economía.
Ningún país mantiene en sus plazas monumentos o alegorías a sus verdugos y a sus asesinos. España que fue sojuzgado por los árabes y en ninguna plaza hay un solo monumento de esos malos recuerdos, menos al palacio de gobierno lo llaman palacio de los bereberes. Solo aquí en el Perú soportamos esas iniquidades. Hasta hace poco la falsa estatua de Pizarro se observaba a un costado de la plaza de armas, antes y dando el trasero lo habían ubicado en la puerta de la catedral y hoy mismo como una afrenta al palacio de gobierno lo llaman “la casa de Pizarro”.
Hoy el flamante presidente constitucional del Perú, el profesor Pedro Castillo Terrones, nos ha reivindicado y ha reivindicado la gran raza Inca y ese armatoste arquitectónico colonial pasara a manos del Ministerio de las Culturas, que así se llamará ahora.
Así empieza su gobierno el profesor, limpiando nuestra historia y reivindicando la gran raza inca, la de nuestros antepasados y el último de los caciques de la cultura Rímac, el gran cacique “Taulichusco el viejo” descansará en paz.
Se dice que el 28 de julio de 1821 se independizó el Perú y que desde ese momento fuimos libres e independientes. Mentira, el ejército español con el sanguinario Rodil a la cabeza después de ese día – solo nombro a Rodil porque este sanguinario recorría todo Castrovirreyna, Huachos, Arma, Tantará y otros intimidando a las poblaciones indefensas - se trasladaron al centro del país y después retornaron y se asentaron en el Callao, ocupando la fortaleza del Real Felipe.
Que el 28 de julio de 1821 se independizo el Perú. Mentira, se habría independizado el monopolio y aperturado nuestros mercados para el comercio con otras potencias como la inglesa, pero el peruano de a pie, el marginado, el indio, el negro seguíamos en la misma condición de explotado y de marginado, sin educación y sin llevar una vida digna. Para nosotros nada había cambiado.
Así vivimos, nuestra historia, lleno de mentiras y de medias tintas. Vivimos como en un sainete y nos creemos cada mentira, donde no sabemos si reír o llorar de tanta ignominia, de tanta afrenta. Así sucede siempre. Hace poquísimos días salió la señora K, muy oronda y sin dignidad alguna a volver a mentirnos y decir que reconocía la legalidad de la elección del profesor, pero que desconocía su legitimidad.
Adelante profesor, su discurso de toma de mando nos alienta y nos da la esperanza de un futuro mejor para los desposeídos y los humillados de toda la vida. Un discurso donde recoge los genuinos planteamientos de la izquierda, de igualdad, sin ningún tipo de discriminación y de lucha contra la corrupción. No traicione esos ideales, el camino será largo y tortuoso, pero no desfallezca y no se sienta tentado por los cantos de sirena que la derecha le viene soplando al oído.
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