En OPINIÓN LIBRE |

El error de no escuchar a los más chicos

Einstein decía que si queremos que las cosas cambien no podemos seguir haciendo siempre lo mismo.

¿Qué les sucede a los adultos que se resisten a conectar con la infancia? ¿Qué miedo a lo nuevo subyace en la necesidad de control sobre los más chicos?
¿Qué les sucede a los adultos que se resisten a conectar con la infancia? ¿Qué miedo a lo nuevo subyace en la necesidad de control sobre los más chicos?

 


       Por: Vanesa Monserrat Junco 

Profesora - Psicopedagoga
aprendimagia777@gmail.com

 

Decir o hacer cosas de niños” es “pendejada” dicen los adultos en su mandato social repetido de manera automática.

 

¿Qué les sucede a los adultos que se resisten a conectar con la infancia? ¿Qué miedo a lo nuevo subyace en la necesidad de control sobre los más chicos?

 

¿Juzgan, desestiman o invalidan todo aquello que no comprenden o se les escapa de las propias narices?

 

¿Qué sucedió en sus infancias? ¿Los maltrataron? ¿Les exigieron cosas horribles? ¿Cuánta de la dificultad de conectarse con el propio niño es claramente la dificultad para conectarse con el niño o la niña que tiene en su aula o en su casa como hijo-hija? ¿Por qué los adultos desestiman el modo de funcionar de la infancia, y de los más jóvenes, y deciden “controlarlos y dirigirlos todo el día aunque terminen llenos de pastillas para dormir por el stress o con úlceras en el estómago de los nervios?

 

¿Cómo sería el mundo si los más chicos tuvieran voz y voto en la vida cotidiana?

 

El aire fresco de las ideas de los más jóvenes es un viento nuevo imprescindible para la retrasformación de cualquier grupo social, incluida la familia. Entendemos por familia a cualquier grupo comprometido en el crecimiento y desarrollo de sus miembros más allá del dato de si viven en la misma casa. También más allá de las diversas identidades de género que en estos tiempos nos atraviesan y son una realidad. En muchos países el matrimonio igualitario tiene peso de ley y es un paso a la comprensión de las diversas maneras de relacionarse que tienen las personas en este siglo XXI. Pueden adoptar y tener hijos, hijas con obligaciones y responsabilidades. América Latina se debe esa equidad cultural y de ley en ese sentido.  En México, por citar una experiencia recogida en Puebla en la celebración del 8 de marzo del año 2020, los testimonios de jóvenes de 16 y 18 años daban cuenta que aun la homosexualidad es condenada con golpizas y asesinatos.

 

La realidad es que cada vez más jóvenes irrumpen las creencias familiares, desde la primera infancia.  En los modos de alimentarse, de vestirse, de vivir, no solo en la identidad sexual..

 

Aquellos posicionamientos de cabezas cerradas o de objetivos económicos cortoplacistas puede que intenten psiquiatrizar a esto nuevo.  Que a los tres años  de edad por ser diferente, obturen al niño-niña con diagnósticos perpetuando el sufrimiento a la familia. Sobre ello seguiremos en la próxima. O también sucede que los más jóvenes “implosionan” guardando rencores,  resentimientos y explotando de una manera imprevista un día así como “si nada”

 

Para ello tenemos los claros ejemplos de los jóvenes francotiradores de los últimos acontecimientos en Texas EEUU. Terrible salida psico-emocioal-social de todo esta trama que estamos describiendo.

Aquí te dejamos hoy esta certeza: la infancia y la juventud nos traen lo nuevo.
 

Eso que puede resultar inverosímil. Aquello que las generaciones anteriores jamás hubiesen soñado. Y agradezcamos al Gran Espíritu, a Dios o como quieras llamarle a la “Gran Energía” que nos sostiene, que Así Sea.
 

Habilitar y dar espacio a lo nuevo es una puerta de evolución.

 

Es clarísimo que una sociedad que niega la presencia de la infancia y lo nuevo no tiene futuro.

 

Lic. Vanesa Monserrat. Argentina, planeta Tierra. Fundadora Territorio para una Nueva Educación.

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