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El izquierdista guajiro Vladimir Cerón padecería de una severa perturbación mental que linda con la locura crónica, de tanto leer libros de Mao, Lenin, Marx, Fidel, el Che y otros.
Para este extraño personaje las teorías de los filósofos izquierdistas son inmutables, son científicas y deben cumplirse al pie de la letra, tal como fue domesticado en La Habana, Cuba, por Fidel Castro y sus adláteres. Las elecciones fueron ganadas por Pedro Castillo, y no por este individuo sectario de Cerrón, que tiene problemas con el poder judicial. De modo, su intromisión, bajo cualquier pretexto, es un peligro mortal. Ha creado infinidad de problemas durante la etapa electoral, como ahora que pretende meter sus narices, sugiriendo a Nájar como presidente del Consejo de ministros, cuando el triunfo de Castillo cuesta al pueblo, y no a este ser siniestro, probablemente trastornado de cerebro. Para el colmo saca una carta que dice mucho de su persona.
El presidente de la República Pedro Castillo Terrones fue elegido por el pueblo, no Cerrón, personaje problemático, con signos traumáticos cerebrales. Es entonces la hora de separar la paja del trigo. Es momento de que Pedro Castillo deslinde la participación dañina de Vladimir Cerrón, cuyas intervenciones delirantes dañan la democracia peruana, y atentan contra la gobernabilidad y estabilidad nacional.
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Según nuestra percepción la religión, los políticos teóricos y el deporte son los opios del pueblo. Los religiosos creen que el único dueño de la verdad es Dios. No hay nadie por encima de él. Por esta creencia muchos fanáticos se han vuelto locos, que andan por las calles levantando la Biblia, cuando en el mundo hay diferentes religiones, ateos, y otros pensantes. En cuanto a los políticos sucede lo mismo. Para los sectarios Mark, Engel, Mao, etc. son dioses. Sus teorías son inapelables, acatables a ojo cerrado. Por ahí, vemos también a los izquierdistas, fanáticos, que se han vuelto locos. A temprana edad, sus practicantes pierden la memoria. Lo hemos visto en la universidad. En tercer lugar, el fanatismo de los deportistas va más allá de la pérdida de la conciencia. Por su locura, con un falso nacionalismo, hasta venden sus propiedades y bienes, para ir a un evento deportivo, como el caso del último mundial llevado a efecto en Rusia. Muchos fanáticos, enloquecidos, vendieron sus casas, y sacaron préstamos solamente para ver al equipo nacional disputando en Rusia.
No es que estamos arando en el desierto, nosotros somos testigo, de las locuras de los sectarios. Hace algunos años fuimos a visitar a un amigo. Cuando llegamos a su casa, nos cerró la puerta. Días después supimos que se había cambiado de religión, para ellos su morada era sagrada, dado a que él era un profeta, escogido por Dios: en tanto nosotros, éramos diablos. Esto ocurre a diario. Los fanáticos solamente miran a un solo lado, y muchos por leer y releer la Biblia se han vuelto orates. Andan por las calles gritando, fuera de control, totalmente desenfocados.
Vladimir Cerrón, izquierdista, probablemente trastocado de cerebro, no teniendo equilibrio emocional y uso de razón coherente, en todo momento, trató de destruir a Pedro Castillo, lanzando zancadillas, hablando ser el padre de Perú Libre, cuan igual que el satán. Felizmente el pueblo no escuchó sus barrabasadas y optó por Pedro Castillo.
Matemáticamente hablando, en el mejor de los casos, los huestes de Vladimir Cerrón no pasaría del 1 por ciento de los electores que votaron por Pedro Castillo, de manera que sus “camaradas” son ínfimos, número que no merece tomar en cuenta. En conclusión: Vladimir Cerrón, nada tiene que ver en el gobierno de Pedro Castillo Terrones.
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