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El inmortal Agustín Lara, rey de todos los boleros

Su famosa cicatriz era parte de su personalidad, algo así como un distintivo que lo identificaba como autor, cantante y actor.

Nace en Veracruz 1897 y muere en México 1970.
"Noche de Ronda"

Cuando las cámaras lo enfocaron se apreció nítidamente la impresionante marca en su anguloso rostro. Era una escena fílmica que protagonizó al lado de Ninón Sevilla.

Aquella cicatriz no fue tan larga como el prolongado nombre como fue bautizado: Ángel Agustín María Carlos Fausto Mariano Alfonso Rojas Canela del Sagrado Corazón de Jesús Lara y Aguirre del Pino, pero reducido a su mínima expresión quedó sólo Agustín Lara, a secas. Mejicano de pura cepa.

Bajo de estatura, delgado, cara afilada, voz ronca; por cierto no era el prototipo ideal comparado con un atildado galán. Pero, a contrapeso fue el compositor más exitoso con sus boleros románticos que tuvieron increíbles aceptación en toda América y parte de Europa.

Allí están los inmortales como: Solamente una vez (amé en la vida), Veracruz, Guitarra guajira, Palmeras, Tropicana, Pecadora, Amor de mis amores, Arráncame la vida, Aventurera, Estoy pensando en ti, Palabras de mujer, entre otros. Su primera canción la tituló Marucha, dedicada a una de sus novias, que originó una pelea entre esta y su rival, ambas disputándose las preferencias del músico.

Don Agustín era un mujeriego empedernido, un gallo de varios corrales. Su físico precario en nada favorecía sus afanes de conquistador; sin embargo, no le impidió relacionarse con seis bellas ejemplares. El máximo galardón que consiguió fue cuando en 1945, llevó al altar a María Félix, considerada entonces como una de las mujeres más hermosas del cine mexicano. A ella le dedicó las letras de María Bonita, Aquel amor y Noche de ronda.

A España le ofreció estas bellas canciones: Toledo, Granada, Sevilla, Valencia y Madrid; y en gratitud, Francisco Franco, el gobernante de entonces, le obsequió una hermosa residencia en Granada.

Ya en su edad avanzada sufrió un accidente que le causó fractura de la pelvis. El 3 de noviembre de 1970, entró en estado de coma, y después de tres días falleció a consecuencia de un derrame cerebral a los 73 años. Por orden del presidente, Agustín Lara fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores en la ciudad de México.

He dejado para el final la cicatriz del compositor. Era parte de su personalidad, algo así como un distintivo que lo identificaba como autor, cantante y actor. Presumo que él bien pudo someterse a una cirugía estética, pero determinó no borrarla porque sin esa cicatriz ya no era Agustín Lara.

¿Quién se la originó?, el “flaco de oro”, como así lo llamaban, tocaba el piano en diversos centros nocturnos, y en esas circunstancias, la corista llamada Estrella, en un arranque de celos, se le abalanzó y con un pedazo de botella dejó marcada para siempre la cara del más grande compositor de México.

El bolero jamás desaparecerá mientras exista en el mundo estos dos elementos que son su esencia: la mujer y el amor. Pasarán al olvido todos los ritmos creados o por crear, pero el bolero no, porque es trágico, sentimental y apasionado. Seguirá dando vueltas y más vueltas, igual que un satélite, por el espacio musical y estará allí eternamente, tal como quedó la cicatriz en el rostro
pálido de Agustín Lara.



 
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