Mag. Químico-farmacéutico y periodista |
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Nos quedamos anonadados cuando un profesionista llama “huaca”, al complejo arqueológico de Chinchaycámac, denominado equivocadamente como “La Centinela”, nombre que proviene de la Independencia del Perú.
Escuchamos alguna vez al Dr. Alberto Bueno Mendoza, decir a sus alumnos, que llamar “huaca a un monumento arqueológico es desprecio e ignorancia a las maravillosas obras dejadas por nuestros antepasados. Cerró su indignación el Dr. Bueno, padre de la arqueología monumental, cuando sostuvo categóricamente: “los alumnos que usen el termino huaca, a pesar de la lección dada, tendrán una nota desaprobatoria”. De modo, huaca palabra quechua, es un término que ignora el pasado orgulloso peruano, inaceptable en nuestra época, por ser denigrante a nuestra arqueología. Se trata de la ignorancia de muchas personas y profesionales, que levantan el pecho botando espumas de alegría.
Según la Real Academia de la lengua española, huaca es “sepulcro de los antiguos indios, principalmente de Bolivia y el Perú, en que se encuentra a menudo objetos de valor”.
Otra fuente señala que huaca “es la palabra femenina de origen quechua con que se designan, en algunas zonas, los antiguos enterramientos o lugares sagrados de los indígenas…”. Y huaca en el Perú profundo “es el rincón de muertos de los gentiles”; vale decir, en el lenguaje actual, es un cementerio común y corriente, a veces que sufre profanación en busca de plata.
Los profanadores de tumbas y los ex hacendados de mentalidad colonial acuñaron dicha palabra para tapar el hurto y pillaje cometidos cerca de 500 años, de oprobio y criminalidad -en masa- perpetrada por los españoles contra los nativos. Traficaron con la palabra para robar los tesoros que enterraron los autores del Perú milenario. Fue el modo de susto que se dieron a los nativos para que desprecien a sus construcciones.
El monumento arqueológico de Chinchaycámac (La Centinela), capital del reino de los Chinchas, el más grande de la zona sur del Perú, demolido en un 90 por ciento por los “ex hacendados” dueños de miles de hectáreas de tierras, y en el presente siglo por el inefable alcalde de Chincha Baja Emilio del Solar Salazar, que hizo polvo la arqueología de ese distrito, con fines políticos, y satisfacer a sus seguidores.
En la década de 1960 la ciudadela de Chinchaycámac tuvo mayor extensión. De esa fecha hasta el presente, el monumento arqueológico ha perdido unos 30 por ciento de su área.
Según el Dr. Bueno, Chinchaycámac fue una ciudadela muy grande, que abarcaba lo que soy es El Cumbe, Tambo de Mora, Ormeño, El Alvarado, Chincha Baja, San Pablo, entre otros perímetros, posiblemente la extensión llegaba hasta El Pedregal. Actualmente la Capital de la Nación Chincha, pareciera que fuese una pequeña construcción. Los restos mencionados estaban unidos por calles anchas emparedados.
“Sobre este aposento cultural de los Chinchas, Chinchaycámac, se tejen infinidad de leyendas e historias. Uno de los sucesos espantosos, no dicho hasta el momento, está relacionado con la maldición que se atribuye a Chinchaycámac, consistente en el castigo que reciben los depredadores.” |
Un agricultor que invadió parte de la ciudadela recibió un duro castigo: la mayoría de sus hijos del usurpador de los bienes de los antiguos hijos de Chincha, se volvieron en impedidos físicos, en “semilocos”. Los ancianos consultados refieren que el “minusvalidismo” que padecen las personas que atentaron contra el patrimonio arqueológico de Chincha, se debe a la maldición impuesta por el espíritu de Chinchaycámac. El caso no es un decir ni especulación, ni idea del comentarista Se trata de una realidad que padece un agricultor, que aún vive. Sabemos varios casos parecidos ocurridos en otros lugares, incluso en Chinchaycámac. El 99 por ciento de los campesinos tienen miedo a los restos del pasado.
Volviendo al monumento Chinchaycámac, debemos precisar que hace unos 60 años para atrás, en la parte alta estaban los extraordinarios frisos que adornaban la construcción Chincha-Inca, casi completa, donde se ilustraban imágenes de aves, peces y olas marinas. La peor depredación que sufrió Chinchaycámac, se produjo durante las 2 décadas del “alcaldinato”, de Emilio Solar Salazar. En dicho periodo se destruyço los frisos, y lo peor ha desaparecido la vía costera -más importante- que unía Chinchaycámac con el Alvarado (El sur), donde se hallan adobes tipo Nazca.
El parlamentario chinchano Urbino Julve Ciriaco, en su tiempo, sacó una Ley, para la construcción de un museo de sitio en Chinchaycámac. No sabemos lo que existe hoy, un estrafalario museo, sea consecuencia de la ley Julve. Seguiremos.
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