Por: Juan de la Puente - La República
La entrevista de César Hildebrandt al presidente Pedro Castillo será de antología. Respetuosa y punzante, irónica y decidora, audaz de ambos lados, reveladora de contenidos y de ausencias en el entrevistado, Hildebrandt nos ha regalado una estupenda pieza para la política, y con muy segura utilidad para otras disciplinas. Y el presidente ha hecho lo suyo: nos ha regalado un “estado de la cuestión” de su Gobierno, desnudo y nítido.
Ha sido un juego de dos audacias. CH ha planteado temas que PC ha respondido con claras evasivas. Terminada la campaña y con casi seis meses de Gobierno a cuestas, hay en el entrevistado menos de presidente o candidato. Emerge más bien la figura de un líder sindical con poco juego político que no se ha ido, que parece no se irá y que quizás evolucionará poco.
La entrevista recorre cuatro grandes temas: Castillo el personaje, la noción de poder del presidente, el plan para gobernar y la ubicación actual del gobierno.
El primer valor de la entrevista es que descubre a un presidente que había evitado las caracterizaciones, ahondando en los rasgos que habían sido advertidos por el cineasta Álvaro Lasso en mayo de 2021 en su documental El profesor. ¿Quién es Pedro Castillo? CH desnuda al personaje en varias de sus dimensiones, algunas de ellas distintas a como lo habían pintado sus enemigos. Es muy creyente y no ateo, no es comunista ni socialista, sino populista (me reafirmo en la caracterización de nacional populista que hice en marzo 2021), se reconoce informal y no tiene un plan siniestro para comerse a la democracia y quedarse 20 años, sino algo diferente… no tiene plan.
Castillo no habla de él en tercera persona como otros presidentes peruanos. No obstante, tiene de sí mismo una narrativa racionalizada; se siente un sujeto político en construcción, particular y no universal y solo de soledad como virtud y no como vértice. En ese punto parece radicar su problema principal como líder: su resistencia a liderar y su preferencia a flotar.
La noción del poder en Castillo, con cargo a profundizar, descansa en dos significantes, “consenso” y “pueblo”. No creo que exista algún grupo político peruano que crea que se pueda gobernar y transformar a partir de tales elementos.
Siendo parte de una narrativa populista, gobernar desde el pueblo con todos (consenso) es una perspectiva muy acotada del poder, donde solo importan los problemas y las soluciones, una causalidad narrativa que no tendrá éxito en un Gobierno que ha perdido aliados, peso, aprobación, y que cree que el consenso se consigue renunciando al cambio.
Al ser preguntado por su plan para gobernar, Castillo responde que es un coctel donde caben el bienestar, las decisiones difíciles, el consenso (no polarizar, dice) y el esfuerzo. La más audaz de las respuestas, pero que desnuda la falta de un horizonte de gobierno, es la que se refiere a los ministerios del Ambiente y el MTC (“CH: ¿No cree que necesita ministros más enérgicos en Ambiente, en Transportes? PC: Déjeme evaluarlo”).
Castillo revela que está concluyendo una evaluación del gabinete (“Espero en los próximos días tener un informe de cada gestión. Esperamos hacer correcciones después de ver resultados”). Es obvio que, entre las perspectivas más probables, el presidente está a la búsqueda de un plan y es cercano su advenimiento. Para los estándares peruanos, no es totalmente inusual que eso suceda a los seis meses de iniciado el gobierno. El problema consiste en que, muy probablemente, ese plan no será suyo o será hecho al alimón con otras fuerzas. ¿De quién o quiénes podrán ser?
Finalmente, sobre la ubicación actual del gobierno, la entrevista deja en claro que no es de derecha, izquierda o centro, sino todo lo contrario, es decir, que Castillo se siente muy cómodo con las urgencias de corto plazo que solo son dos: la vacunación y el retorno a clases. Este relato tiene también su propio y único significante del que debemos notificarnos: “no cambio”. Castillo está migrando con cierta rapidez y podría ir más allá del centro, hacia la derecha. Incluso en el complejo asunto del referéndum y la convocatoria a una asamblea constituyente, el presidente no promoverá grandes movimientos de corto o mediano plazo.
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