Por: Gustavo Mohme Llona - Editorialista La República
Al inicio de la campaña electoral, algunos partidos decidieron jugar a la estrategia del miedo, confiados en un supuesto conservadurismo de la sociedad, intentando manipular expectativas legítimas de la población.
No por coincidencia se trataba de los partidos que se opusieron a la disolución del Congreso, habiendo formado parte de la mayoría obstruccionista o grupos políticos que se ensamblaron con ese discurso para las elecciones del 26 de enero.
En esa línea se ubicaron especialmente Fuerza Popular, Solidaridad Nacional, Contigo y el Apra. Para darle verosimilitud a ese discurso atrajeron convenientemente a sus listas de candidatos a personajes pendencieros, ultra- rradicales y provocadores, intentando polarizar contra los partidos democráticos y las organizaciones de mujeres.
La campaña del miedo tuvo como motivos el enfoque de género, el riesgo del “castrochavismo” y el desborde dictatorial del Gobierno de Vizcarra. Aseguraban que era muy importante que los electores apoyasen sus listas porque eran las únicas que garantizaban que no se “homosexualicen” a los niños, que se instale en el Perú un gobierno como el de Maduro y que se controle el deseo de Vizcarra de quedarse en el poder.
Este discurso les ha servido de poco. Los cuatro grupos apenas superan el 10% de votos emitidos y solo el fujimorismo tiene casi seguro pasar la valla electoral. Uno de estos partidos, Solidaridad Nacional, colonizado por el fujimorismo y por los fundamentalistas religiosos, que realizan una campaña con cuantiosos recursos, no ha logrado despegar a pesar de su estridencia y declaraciones escandalosas.
Los ciudadanos no han prestado oídos a las soluciones extremistas y a las poses conservadoras. Es probable que una de las razones sea el recuerdo de la obstrucción parlamentaria a cargo de estos grupos hasta el 30 de setiembre, y la pésima imagen personal que brindaron las figuras representativas de esos partidos.
Con mucha madurez, los electores están castigando la soberbia, la mentira, el escándalo y la oposición a las reformas, de modo que tampoco les ha funcionado vestirse con el credo conservador. Esto no implica negar de plano que las opciones de derecha o conservadoras tengan posibilidades electorales, sino que estos partidos y candidatos, específicamente, son rechazados por los electores.
Esta será una nueva derrota de los grupos políticos que desde el año 2016 intentan infructuosamente alterar la gobernabilidad para que la defensa de sus intereses, sobre todo judiciales, sea eficaz.
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