Funeral de los 15 policías asesinados el lunes en Jalisco / EFE
El punto exacto de la matanza de Jalisco es una curva excavada en la sierra como una zanja, metida entre dos paredes de roca. En este recodo los emboscaron: por delante, por detrás, desde arriba de los terraplenes. Les dispararon con fusiles de alto calibre. Dicen que también con lanzagranadas. Les tiraron garrafas de gasolina que incendiaron sus furgonetas. Los esperaron en esa curva, el lunes a las tres de la tarde, a toda luz, a pleno sol, justo para hacer eso: para acribillarlos y abrasarlos.
Parece que los esperaron con paciencia. En el entorno hay cantidad de botellas de agua desperdigadas. Es un lugar caluroso, tropical. Hay ropa tirada. Preservativos. Latas de cerveza. Envases de comida para llevar. Dos lonas de campaña abandonadas en un claro de monte, como si hubiesen montado un campamento aguardando para eso mismo: 15 policías muertos, 11 de ellos calcinados, cinco heridos, el mayor atentado de los últimos tiempos contra las fuerzas de seguridad en México.
El convoy de policías de Fuerza Única, cuerpo especial anticrimen del Estado de Jalisco, venía de Puerto Vallarta, de cuidar a los turistas durante la Semana Santa, e iba hacia Guadalajara. Por supuesto, alguien lo sabía. Cuando llegó la caravana, estaban preparados. Tuvieron que ser muchos para encajonar así a diez vehículos de policías bien armados. Decenas de demonios apretando el gatillo a la vez. Han quedado cartuchos por el asfalto, por el monte, aquí, allá, balas por todos los lados. En el asfalto, sombras chamuscadas de las patrullas que ardieron. Hay bidones con olor a gasolina. En el arcén quedan incluso restos de un paquete de explosivos.
La carretera se reabrió el mismo día del atentado. Dentro de lo que cabe, se ha recuperado la normalidad. A unos pocos kilómetros de la curva de los demonios, un jeep de una empresa de actividades de aventura traslada a turistas extranjeros hacia un parque de tirolinas. Cierta normalidad, no toda. En Las Palmas, el pueblo más cercano, típico, iglesia bonita, calles empedradas, una señora de una tienda dice: “Desde el lunes no han venido americanos”.
A 40 kilómetros está Puerto Vallarta, centro playero internacional. En coche, a una hora. México, se repite hasta la saciedad, es un país de contrastes. Se repite hasta la saciedad porque lo es. Edición del martes de un diario local: titular de portada, Fuerza Única emboscada por sicarios; titular de contraportada: Gyneth Paltrow y Chris Martin, en esta región. La expareja fue captada esta semana tomando unos días de descanso en las playas de la bahía de Banderas, junto con sus hijos Apple y Moses. Como a una hora en coche. De los cartuchos, del asfalto quemado, de la curva.
Pero Puerto Vallarta es un sitio tranquilo. “Eso sucedió en la zona rural, en la región de las montañas. Que quede claro que aquí la paz es total”, pide Ignacio Cadena, presidente del Fideicomiso de Turismo de Puerto Vallarta. Su entidad cuenta con los servicios de una agencia de relaciones públicas en Nueva York que ya les ha enviado un informe de control de daños. “Nos han dicho que esto no ha aparecido como noticia importante en ningún medio de Estados Unidos. Desde el punto de vista de nuestros mercados la noticia no se ha viralizado, y la ocupación sigue altísima”.
Desde Estados Unidos también llegó este miércoles la noticia de que el Departamento del Tesoro ha incluido en su lista negra del narcotráfico internacional al Cartel Jalisco Nueva Generación, al que el Gobierno de Jalisco apunta como autor de la matanza de los 15 policías en venganza por la muerte de uno de sus cabecillas en un operativo de Fuerza Única. “Ha expandido rápidamente su imperio criminal en los últimos años mediante el uso de la violencia y la corrupción, y se sitúa ahora entre las organizaciones más poderosas del tráfico de droga en México”, dice el comunicado.
Fuente: EL PAIS
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