Conocido también como conejillo de indias, cobaya o curi, el cuy es un roedor oriundo de las regiones andinas de América del Sur, rico en proteínas, bajo en grasas y, para Aricel Fernández, usuaria del programa Juntos del Midis, el arma fundamental con el que ella y su familia pudo hacerle frente a la crisis económica originada por la pandemia del COVID-19.
Aricel nació hace 28 años en Chiriaco, un pueblo del distrito selvático de Imaza, en la región Amazonas. Ella pertenece al programa Juntos desde el 2012 y gracias a los abonos recibidos por llevar a sus hijas (Abigail, Yamilet y Sarita) a los centros de salud y enviarlas al colegio, pudo ahorrar y a finales del 2019, iniciar su exitosa aventura con el cuy.
Pero no fue fácil. Aricel nunca había criado cuyes, ni tenía preparación técnica para ello. Solo imaginó sus galpones llenos de cuyes, empezó a investigar en Google y a ver tutoriales en YouTube.
Negocio interesante
“Un día me puse a ver videos sobre personas que emprendieron este tipo de negocios y me pareció interesante. Pensé que yo también podía hacer lo mismo para sacar adelante a mi familia. Cada vez que cobraba el incentivo que me entregaba el programa Juntos, ahorraba una parte. Fueron muchos meses de ahorro hasta que junté el capital que necesitaba para iniciar mi granja”, comenta.
Empezó con unos cuantos cuyes que se reprodujeron rápidamente y hoy tiene más de cien ejemplares de las razas Perú, Andina y California, en los doce galpones instalados en la parte trasera de su domicilio.
Pero no está sola. Su esposo y compañero de toda la vida, Frano Peña, es quien se encarga de conseguir los clientes, ayuda a alimentar a los cuyes y mantiene limpios los galpones. Su verdadero oficio es la fabricación artesanal de mallas para pesca, pero en tiempos de pandemia, ese negocio estuvo paralizado.
Aricel y Frano ahora son expertos en cuyes. Ella explica que, cuando alcanzan la adultez, los animales llegan a pesar hasta 2 kilos y medio gracias a una dieta ecológica balanceada que incluye chala de maíz, forraje verde hidropónico y pastos nativos tropicales como el cudzú, maralfalfa y gramalote, que garantizan su delicioso sabor.
“Como ya soy conocida los clientes solitos vienen a buscarme. Por esta enfermedad, trato de no salir mucho para evitar contagiarme. Yo los ofrezco a 25 o hasta 30 soles y pagan nomás, porque saben que son alimentados naturalmente”, comenta.
Bagua
En Bagua, desde hace algunas décadas, el cuy se ha vuelto parte de su tradición culinaria. Frito, asado, mechado, o simplemente acompañado con yucas y plátanos, el roedor andino, es infaltable en las mesas familiares y parte obligada en el menú de los mejores restaurantes de Imaza.
Selmira Díaz, dueña de uno de los restaurantes turísticos de mayor concurrencia en Chiriaco, puede dar fe de ello. Ella presume de tener al cuy en su lista de platillos típicos más aclamados por sus exigentes comensales. No por nada su local lleva por nombre de “El encanto del cuy”.
“Los cuyes de la señora Aricel son deliciosos y gorditos. Por eso a mis clientes les encanta pedir su platito de cuy. Yo agradezco que haya apostado por este negocio ya que, en esta zona, son pocos los proveedores de esta carne que además de ser nutritiva es muy saludable”, asegura.
Este 9 de octubre se celebra el Día del Cuy. Ese día, como todos los días, Aricel se levantará con los primeros rayos del sol para cosechar los pastos verdes que cultiva en su parcela, los mismos que les dan el valor proteínico a sus cuyes. Luego preparará el desayuno para sus hijas, limpiará su casa, cocinará, lavará y volverá a alimentar a sus roedores, junto a su esposo. No es un trabajo fácil, pero ella está orgullosa del éxito de su emprendimiento.
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