Por: Diana Seminario, publicado en El Comercio este 16-12-2019
Jorge Barata ha confirmado lo que todos sabíamos, que durante el gobierno de Ollanta Humala, su esposa Nadine Heredia era la que tomaba las decisiones, ponía y sacaba a ministros y arreglaba licitaciones (o al menos se comprometía a limpiar el camino para que ganen sus favoritos).
Esta declaración del exjefe de Odebrecht en el Perú nos ha costado S/524 millones, según el acuerdo firmado con la empresa brasileña. ¿Se acuerdan que nos dijeron que valía la pena pagar esa cantidad porque así podríamos tener revelaciones que harían temblar a toda la clase política nacional?
Barata explica a la fiscal Mori que Heredia “entendía mejor” el proceso de licitación del gasoducto y era la que “tomaba las decisiones”. No olvidemos que la hipótesis de la fiscal Mori en este caso es el presunto pacto colusorio entre los funcionarios del gobierno de Humala y el consorcio que en julio del 2014 obtuvo la buena pro por 7 mil millones de dólares. Si bien Nadine Heredia se encuentra inmersa en esta investigación; el hecho de no haber sido funcionaria pública la deja libre de cualquier acusación por corrupción.
Saber que quienes afirmábamos el peligro que suponía entonces que una persona sin responsabilidad alguna ante la ley asumiera decisiones de gobierno, estábamos en lo cierto, resulta reconfortante, pero veremos cómo se incorpora en el proceso legal.
El 22 de junio del 2015 decíamos en este espacio: “Es y ha sido un secreto a voces que Nadine Heredia coordinaba acciones importantes del Gobierno, entrevistaba a candidatos a ministros para incorporarlos al Ejecutivo y zanjaba ante la opinión pública debates nacionales –por ejemplo, la iniciativa de comprar Repsol o el aumento del sueldo mínimo–.
La presidenta del nacionalismo actuaba con absoluta impunidad, pues al no tener el rango de funcionaria pública no recae en ella responsabilidad alguna respecto a sus decisiones, no firma resoluciones ni hace juramentos. Pero eso, al ser una ventaja, también la llenó de confianza y terminó por afectarla”.
No olvidemos que el delito por el que se investiga a la señora Heredia de Humala –y por el que ha estado en prisión preventiva– es el de lavado de activos por haber recibido 3 millones de dólares de Odebrecht para la campaña presidencial del 2011. El tema de colusión es aún un largo camino por recorrer.
Los detalles sabrosos de las reuniones, las promesas de Nadine, cómo la empresa Graña y Montero tuvo que ser una socia oculta solo porque a la señora no le gustaba, son bien recibidos y seguro serán incorporados en el proceso. Pero, ¿qué efecto tendrán? ¿O será que alguien se atreverá a investigarla además por usurpación de funciones?
Seguiremos recibiendo las “confirmaciones” de Barata, mientras que Martín Vizcarra y Edmer Trujillo disfrutan cómodamente del espectáculo, pues ni la confirmación de la contraloría en el irregular pago por el hospital de Moquegua pareciera que alcanza al dúo dinámico.
“Qué hubiéramos hecho sin ella”
Publicado por El Comerio el22-6-2015
Cuando Ollanta Humala asumió la Presidencia de la República el 2011, más de uno respiró aliviado, pues aseguraban que teniendo a Nadine Heredia a su lado, podríamos estar tranquilos y sin sobresaltos. Ella era la garante por excelencia.
Ya en los dos primeros años de gobierno, cuando quedaba claro que el giro a la izquierda había sido descartado, más de un entusiasta le atribuyó este “mérito” a la esposa del mandatario. “Qué hubiéramos hecho sin Nadine”, se escuchaba a más de uno. Hablar con ella, reunirse con ella, concertar con ella, era una suerte de ‘status’ de poder. Hasta el premio Nobel Mario Vargas Llosa la ensalzó con un generoso comentario: “Ya es hora de que el Perú tenga una presidenta mujer. Nadine Heredia tiene condiciones absolutamente magníficas para serlo”.
Sus niveles de aprobación en las encuestas se mantuvieron en más de 40%, y la ventaja respecto a la popularidad de su esposo siempre fue amplia. Pero un día su aprobación llegó al 15% y el abuso del poder le empezó a pasar la factura. ¿Qué pasó con la señora de Humala para que pase de ser el ‘cerebro’ del Gobierno a la causante de varios de sus males?
Es y ha sido un secreto a voces que Nadine Heredia coordinaba acciones importantes del Gobierno, entrevistaba a candidatos a ministros para incorporarlos al Ejecutivo y zanjaba ante la opinión pública debates nacionales como –por ejemplo– la iniciativa de comprar Repsol o el aumento del sueldo mínimo.
La presidenta del nacionalismo actuaba con absoluta impunidad, pues al no tener el rango de funcionaria pública no recae en ella responsabilidad alguna respecto a sus decisiones, no firma resoluciones ni hace juramentos. Pero eso, al ser una ventaja, también la llenó de confianza y terminó por afectarla.
Cómo se iba a imaginar Nadine que en la investigación fiscal por lavado de activos saldría a la luz la tarjeta de crédito dada por una funcionaria del Gobierno que ocupa ese lugar por ser su amiga de la infancia. Quién podría descubrir que la casa de verano en Asia también sería solventada por la misma amiga. No son actos del Gobierno y, gracias al hábeas corpus, es probable que en el corto plazo no lleguemos al fondo de este sombrío panorama. Su prestigio político atraviesa su peor momento.
La niña mimada de lo políticamente correcto quedó al descubierto y la opinión pública le pasó la factura. Según la última encuesta de El Comercio elaborada por Ipsos, ella lidera el ránking de “totalmente corrupta”. La pregunta revela la percepción de la ciudadanía en el rango de corrupción. En el rubro “Totalmente corrupto”, Nadine Heredia obtiene el 45%; Ollanta Humala, 44%; Alan García, 42%; y Alejandro Toledo, 40%. De este grupo, ella es la única que no ha ostentado cargo público alguno.
No son días fáciles para Nadine. La frivolidad, el carácter dominante, la vanidad y las ansias por figurar pueden ser anécdotas y hasta ser aceptados por la población, pero ser percibido como parte de la corrupción es lo peor que puede pasarle a alguien que quiere tener futuro en la política. Quizá para correr, primero hay que aprender a caminar.
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