"Queridos hermanos, conozco vuestra dolorosa situación: me llegan tantas cartas de presos de todo el mundo", ha declarado el pontífice, sin mencionar directamente las prisiones italianas, pero dejando claro que conoce la situación de los reclusos en Italia. Diversas asociaciones de derechos humanos denuncian desde hace meses la saturación de los centros penitenciarios en el país, donde los internos se amontonan en celdas de pocos metros cuadrados.
"Los reclusos demasiado a menudo son tenidos en condiciones indignas para la persona humana, y después no consiguen reinserirse en la sociedad", ha insistido Jorge Bergoglio, que ha almorzado con un grupo de presos en la capilla de la cárcel y ha escuchado sus peticiones. Entre los internos con los que ha compartido mesa, había algún transexual y enfermos de sida. "A nosotros, los presos, nos ha olvidado todo el mundo: el gobierno y las instituciones, excepto de Dios, Jesucristo y la Iglesia", ha lamentado uno de ellos, Claudio Fabian Astorga, dirigiéndose al Papa.
En Nápoles el pontífice también ha visitado el barrio periférico de Scampia, directamente relacionado con la mafia y una de las zonas con los índices de pobreza, criminalidad y desempleo más altos de Italia. De hecho, Francisco ha tenido palabras muy duras contra la Camorra: "Una sociedad corrupta apesta, y que aquél que permite la corrupción no es cristiano, sino que también apesta", ha afirmado, en referencia a los constantes sobornos de la mafia a la población napolitana.
Ésta no es la primera vez que el Papa arremete contra la mafia. Ya el pasado 26 de julio viajó a la región de la Campania, y se mostró especialmente duro con la Camorra. Pidió a los italianos que se opusieran a cualquier tipo de "corrupción e ilegalidad". Y un mes antes, en la región de la Calabria, donde actúa la Ndranghetta, y excomulgó a los mafiosos.
En Scampia, Francisco también se refirió a la problemática del desempleo juvenil precisamente en un barrio en el que existe una tasa de paro del 57%. "La falta de empleo para los jóvenes es una señal de que existe un fallo grave en el sistema. Que haya un 40 % de jóvenes menores de 25 años que no tengan trabajo es grave", comentó. Y prosiguió: "Cuando no se gana para poder llevar el pan a casa, se pierde la dignidad. La falta de empleo roba la dignidad. En estos casos, la persona corre el riesgo de ceder a la esclavitud, a la explotación. Esto no es humano, no es cristiano".
Francisco ha oficiado una misa en la plaza del Plebiscito, que es el lugar donde suelen tener lugar las manifestaciones en Nápoles. Este sábado la plaza también estaba llena, pero de fieles que esperaban emocionados la llegada del pontífice argentino. Esta la tarde Bergoglio se reunirá con un cincuentena de enfermos y personas con discapacidad en la basílica de Gesú Nuovo, y más tarde en el paseo marítimo protagonizará un encuentro con jóvenes, el colectivo más afectado por el alto índice de desocupación en Nápoles, que llega al 50 o 70%.
El Papa Juan Pablo II ya visitó Nápoles en 1979 y 2003, y Benedicto XVI en 2008. Pero esta vez ha habido, si cabe, más expectación. Centenares de personas han esperado durante horas en las calles para saludar al pontífice a su paso en su vehículo, unos mil quinientos voluntarios han sido mobilizados para la visita, y 68 monjas de clausura han obtenido un permiso especial para salir del convento y saludar al pontífice.
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