Por: Oswaldo Carpio Villegas - Profesor en Marketing Político
"Eran las 8:14 de la noche, diversos agentes policiales esperaban la orden. Estaban en los alrededores de la calle 1, Nº 459, en la urbanización Los Sauces, Surquillo. Una casa de clase media en donde residía la bailarina Maritza Garrido Lecca y su pareja Carlos Incháustegui eran objetivo de un exhaustivo seguimiento, la denominaban “el Castillo”.
El Gein, producto de un arduo trabajo de inteligencia, había llegado a la conclusión que ahí se encontraban escondidos Abimael Guzmán y su conviviente, Elena Iparraguirre. El ex presidente Alberto Fujimori se encontraba pescando por lo que no hubo tiempo de consultarle. Antonio Ketin Vidal, jefe de la Dircote en ese entonces, tomo solo la decisión: se procedía a la captura.
Esa noche de setiembre 23 años atrás, cayeron con Abimael Guzmán, Elena Iparraguirre, Marizta Garrido Lecca, Carlos Incháustegui y Laura Zambrano Padilla, entre otros miembros de la cúpula del grupo terrorista. Empezaba el comienzo del fin de Sendero Luminoso".
12 de setiembre de 1992, aniversario de la captura de Abimael Guzmán, el sanguinario "presidente" Gonzalo, el cabecilla de la organización terrorista más malvada del Perú y una de las peores del mundo.
Se había asesinado con extrema crueldad a María Elena Moyano en Villa El Salvador y producido el atentado contra los vecinos de la calle Tarata en Miraflores que causó decenas de muertos y centenares de heridos, ambos crímenes en julio de 1992.
Los crueles atentados fueron decisiones de mentes enfermas, encabezadas por una persona malvada que adhería a la violencia como el camino para someter al país a una dictadura totalitaria que se presentaba como "salvadora" de la gente.
No se puede hablar de una organización terrorista, identificada con el marxismo-leninismo-pensamiento Gonzalo, sin señalar el muy grave daño contra el pueblo peruano, la débil democracia, el Estado y sus instituciones, los precarios partidos democráticos, los dirigentes y partidos de izquierda marxista a los que consideraban "revisionistas", las municipalidades con sus alcaldes y regidores, los empresarios y las autoridades. Asimismo, los ataques cobardes, a diario, a los policías, los que eran asesinados a fin de quitarles las armas con lo cual un "postulante" senderista se graduaba de "militante".
Los asesinatos cobardes a los compatriotas eran a diario. En los últimos meses de la ofensiva terrorista sobre Lima, los coches bomba explosionaban en medio de gran destrucción, causando muertes de inocentes. Los terroristas se sentían héroes en sus ataques demenciales, masivos y criminales contra la población inerme.
Es preciso que los peruanos aprendamos a celebrar y valorar lo que se conquistó al detener al criminal Abimael Guzmán y a sus secuaces, los que en nombre de una ideología totalitaria desataron un guerra sectaria contra todos los peruanos.
Felicitémonos todos lo que contribuimos o pusimos un grano de arena en la derrota de uno de los más malvados movimientos terroristas del mundo.
Las víctimas no deben ser olvidadas y los que dieron sus vidas o quedaron con alguna discapacidad en la acción destinada a aplastar al terror deben ser reconocidos. Los familiares de las víctimas deben recibir el agradecimiento del Perú para reconfortar a sus familiares que sufrieron diariamente por estos ataques malvados.
El 12 de setiembre de 1992 fue un día histórico que debe ser celebrado por todos como una victoria en la lucha contra el terror que nunca debería volver a golpear a los peruanos. Eso debe expresarse en una conducta solidaria con los pueblos, naciones y países que sufren hoy el terror de organizaciones que promueven ideas y proyectos totalitarios que fanáticamente destruyen vidas y sociedades con enorme crueldad.
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