Por: David Vilcapuma Gutiérrez Licenciado en Educación |
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Un viaje por el sendero triste y desolado de San Juan de Yánac, donde los bosques están secos, y despojados de las flores del campo, aquí donde hubo tanta vida y tantos momentos felices, tanto esplendor de juventud, ahora solo queda un cerro ennegrecido y polvoriento dónde el recuerdo está teñido de soledad.
No es la grandeza de la infancia, el tiempo ha pasado rápidamente y todo ha envejecido pronto, no permanece nada sino el silencio. Ya no están aquellos que nos amaron y amamos.
Los adultos mayores que aún sobreviven en ella, entregan su vida a la nostalgia, su voz iba perdiendo armonía, mientras hablaba con su alma, estaba ya completamente calvo, sus ojos parecían más grandes y saltones.
Su cara mofletuda estaba surcada de arrugas, era la cara de un hombre deslucido, más que por los años, por la pena, por un dolor intenso que lo minaba, ya no tenía la fuerza de antes, ni la agilidad en las piernas que estaban temblorosas, inseguras que apenas soportaban el peso de su cuerpo.
Cuanto dolor en cada esquina de su alma, recordando los momentos más significativo de su vida y que solo queda hoy recuerdos inolvidables del pasado, donde algún día morirá de soledad.
Chincha, marzo de 2022.
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