PUERTO MALDONADO (Reuters) - El Papa Francisco hizo una encendida defensa de los pueblos amazónicos y del medio ambiente que los alberga al afirmar que los grandes negocios y “la avidez del consumo” no deben destruir su hábitat natural, clave para todo el planeta.
En una reunión con nativos amazónicos, el Sumo Pontífice invocó respeto por las tierras del Amazonas, duramente afectadas por la minería y la tala de árboles, muchas de ellas de forma ilegal, que están minando la selva y su prístina biodiversidad.
En la visita a esta zona fronteriza con Brasil y Bolivia, el Papa denunció la “fuerte presión de grandes intereses económicos” en busca de petróleo, gas, madera y oro. “Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonía como una despensa inagotable de los estados sin tener en cuenta a sus habitantes”, añadió.
Cerca de la zona, en la región vecina del Cuzco, se encuentra la reserva de gas Camisea, la mayor de Perú. Y por el norte, más de una docena de derrames de petróleo de un oleoducto operado por el Estado han contaminado las tierras nativas.
“No podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye”, afirmó el religioso argentino.
En su discurso a los nativos en el “Coliseo de Madre de Dios”, algunos con sus trajes típicos multicolores y plumas en la cabeza, el Papa instó a combatir la trata de personas, la mano de “obra esclava” y el abuso sexual contra mujeres y adolescentes.
Fiesta y dolor en Madre de Dios
Desde la noche anterior se vivía un ambiente festivo a la espera del Papa, con cientos de personas de la zona y nativos que llegaron a la calurosa ciudad, incluso indígenas brasileños y bolivianos, danzando y rezando en la plaza central.
La extracción, de forma ilegal, dragando en ríos y usando mercurio, contamina las aguas. Madre de Dios produce cerca del 10 por ciento del oro de Perú, el sexto productor mundial.
“Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único (...) y débil”, dijo el Papa.
Si bien el pontífice ha denunciado antes la degradación ambiental, aún no lo había hecho en un lugar tan amenazado como Madre de Dios, donde las mafias mineras están forzando a los pueblos nativos a abandonar sus tierras ancestrales. Muchos sufren niveles peligrosos de mercurio en su sangre.
“Sufriremos mucho y moriremos cuando los foráneos perforen la tierra para sacar el agua negra metalizada, sufriremos cuando malogren y envenenen nuestros ríos convertidos en aguas negras de la muerte”, dijo Yésica Patiachi, del pueblo Harakbut, en un discurso previo al Papa, quien lo escuchó con suma atención.
Representantes de los indígenas, algunos en su lengua nativa, presentaron sus reclamos ante Francisco y la mayoría coincidió en rechazar la explotación de sus tierras y la amenaza de desaparición de sus culturas.
Para Julio Cusurichi, jefe de una federación que representa a 36 comunidades indígenas, el auge del oro es la última señal de desdén que los extranjeros han demostrado para el Amazonas, cuyas tribus dependen de su vida silvestre para sobrevivir.
La tribu Ese Ejja, una de las 14 etnias que habitan en la región, fue salvada hace un siglo por misioneros católicos tras sufrir la explotación de invasores durante el apogeo del caucho.
Pero a lo largo de los años han sido desplazados por las propias empresas de caucho, por la tala ilegal y luego por las mineras de oro. La tribu acusa a los gobiernos de haber permitido esta situación.
“Nos impiden desde hace tiempo el libre tránsito por la selva donde caminaban nuestros padres y abuelos”, dijo Pana Ekinei, una anciana del pueblo nativo Ese Ejja. “Los más viejos aquí no entendemos el mundo así. Todo esto era nuestra casa”.
Francisco acudió luego en su papamóvil a un instituto tecnológico educativo y a un albergue de niños abandonados llamado “El Principito”.
Después de visitar Puerto Maldonado, a unos 860 kilómetros al sureste de Lima, el religioso argentino regresará a la capital para reunirse con el presidente Pedro Pablo Kuczynski.
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