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Frontera Amazónica: grupos criminales de Brasil toman el control de la producción de coca en Perú

Las organizaciones criminales, como el Comando Vermelho, más poderosas de Brasil se disputan el control de la producción de coca del lado peruano y la ruta del tráfico hacia Manaos y el Atlántico.
Las organizaciones criminales, como el Comando Vermelho, más poderosas de Brasil se disputan el control de la producción de coca del lado peruano y la ruta del tráfico hacia Manaos y el Atlántico.

 

 

ESTADOS UNIDOS Y BRASIL PRINCIPALES CONSUMIDORES DE COCAÍNA EN EL MUNDO.

 

 

Los estados de Brasil, Colombia y Perú están perdiendo el control de la Amazonía. El Comando Vermelho, la organización criminal más antigua de Brasil, ha desplazado a las mafias locales de la frontera amazónica, y ha tomado el control de la producción de cocaína en el lado peruano, revela una investigación de la Red Investigativa Transfronteriza de OjoPúblico.

 

Esta organización —en alianza con grupos armados de Colombia— está reclutando activamente a habitantes ribereños e indígenas peruanos para participar en el cultivo de hoja de coca y la producción de pasta básica.

 

Pero no están solos, ante la debilidad del control policial en esta triple frontera, otro grupo criminal, Los Crías, facción local asentada en Tabatinga (Brasil), le disputa al Comando Vermelho, con el apoyo del poderoso Primer Comando Capital (PCC), el control territorial en la región.

 

La política de "menos represión es mejor" que caracterizó la gestión del gobierno brasileño durante el mandato de Jair Bolsonaro ha brindado un terreno propicio para la expansión y consolidación de alianzas entre grupos criminales en los últimos cuatro años.

 

 

 

Lado peruano de la triple frontera.

 

Es la mañana del último domingo de noviembre de 2022 en la tercera cuadra de la polvorienta y accidentada avenida de La Amistad –que comunica a Tabatinga (Brasil) con Leticia (Colombia), en la triple frontera amazónica que ambos países comparten con Perú–. La policía ha acordonado los alrededores del bar La Tasca, en Leticia, con una cinta amarilla. La noche anterior, dos sicarios a bordo de una moto asesinaron en este lugar –al que concurren también brasileños y peruanos– a cuatro colombianos, uno de ellos era menor de edad.

 

La masacre generó un ambiente de miedo e incertidumbre entre los vecinos. Ni la policía ni los familiares de las víctimas querían hablar del tema. En esos días, un equipo de OjoPúblico recorría la zona investigando, precisamente, el impacto del crimen organizado en la frontera de Brasil, Colombia y Perú. El múltiple asesinato, no fue, sin embargo, un ataque aislado. Desde el 2020, los homicidios se han incrementado en esta zona de la mano del aumento de la producción de cocaína en el lado peruano y la disputa por el control territorial.

 

De los cuatro colombianos asesinados, uno presentaba varios procesos por narcotráfico y en el informe de la policía de Colombia –al que tuvimos acceso acceso para esta investigación– figuraba como integrante del Comando Vermelho (CV), la organización criminal más antigua y una de las más poderosas de Brasil, que en los últimos años ha afianzado su presencia sobre territorio amazónico peruano.

 

 

 

Hace solo unos días –a inicios de agosto– se registro uno de los ataques más recientes de los integrantes de esta organización contra un grupo de policías peruanos en Ucayali, la otra región peruana fronteriza con Brasil en la que el Comando Vermelho también ha impuesto su presencia.

 

Un equipo de la Red investigativa Transfronteriza de OjoPúblico, ha investigado –a través de viajes en el territorio, decenas de entrevistas a líderes y policías en Colombia, Brasil y Perú, y el acceso a documentos oficiales– las actividades criminales en la triple frontera y ha logrado identificar cómo el Comando Vermelho –que antes era solo comprador de la cocaína producida en Perú– ahora no solo ha desplazado a las mafias locales, sino que también comanda, en alianza con grupos armados colombianos, plantaciones de hoja de coca sobre los territorios indígenas en la ribera peruana del río Yavarí, afluente del Amazonas.

 

 

Mapa Triple Frontera

 

La triple frontera amazónica se ha convertido en un territorio en disputa por varios grupos armados procedentes de Brasil, que se han impuesto con violencia sobre las mafias locales peruanas y colombianas. Pero es el Comando Vermelho el que ha logrado dominar –así como lo ha hecho más al sur, en la frontera de Ucayali (Perú) con Acre (Brasil)– gran parte de las rutas en este territorio amazónico donde no solo predomina el tráfico de drogas, sino también la tala y la pesca ilegal.
 

 

 

Una escalada de violencia

 

 

Al día siguiente de la masacre en Leticia, los vecinos de la triple frontera compartían fotos del lugar de la masacre en sus grupos de WhatsApp y se quejaban de la escalada de violencia.

 

Las estadísticas oficiales confirman el incremento de la violencia. Aunque –como la misma policía señala– algunos homicidios no se registran debido a la mala interpretación de la causa de la muerte en los hospitales. En el caso de Leticia, en Colombia, pasó de registrar 6 a 32 homicidios, entre el 2020 y 2022. Esta escalada se replica también en el lado de Brasil. Según un estudio del Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP), en 2020, se registraron 8.729 muertes violentas intencionales en los municipios que componen la Amazonia de Brasil. El 91% de los muertos eran hombres y 50% tenían entre 15 y 29 años.

 

Tres hechos permitieron el acelerado avance del Comando Vermelho en las fronteras amazónicas: el desmantelamiento de la fiscalización ambiental y territorial impulsado durante el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil, la falta de control por parte de las autoridades peruanas y colombianas, y luego, la pandemia, que limitó los desplazamientos de la policía y los militares.
 

 

HERIDO DE BALA. Durante los últimos meses se ha registrado una escala de violencia en las ciudades de la triple frontera amazónica. Foto: OjoPúblico / Álex Rufino

 

 

La influencia de este grupo criminal comenzó a consolidarse luego de que asesinaran en 2019 a gran parte de los miembros de La Familia del Norte (FDN) –otra organización criminal del Brasil– en el estado de Amazonas.

 

Al día siguiente de la masacre en Leticia, un grupo de agentes de la Fiscalía General de la Nación de Colombia viajaron a Leticia para exigir explicaciones al comandante de la Policía del Departamento del Amazonas, William Javier Lara Avendaño. Luego de esa reunión a puerta cerrada, Avendaño, que se había mostrado dispuesto a conceder una entrevista a OjoPúblico, declinó el encuentro.

 

La violencia en en la triple frontera ha escalado de manera paralela al incremento de plantaciones ilegales de hoja de coca en la Amazonía peruana y colombiana. La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudd) alertó en su informe anual del 2023 la "transformación de las zonas de triple frontera en la cuenca amazónica en focos de violencia".

 

Un estudio del Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) sostiene que “el déficit en la gobernabilidad y estructura del aparato de seguridad pública, especialmente en la capacidad de investigación de los delitos cometidos en la región”, dejaron a la región en manos de la dinámica del crimen organizado y su influencia con los delitos ambientales. Y es que, al mantener el control territorial, este grupos criminales también controlan las rutas que utilizan el tráfico de madera, de peces y otras especies.

 

 

 

 


“Nadie dice nada”

 

 

Además de otras actividades criminales como la tala y la pesca ilegal, la triple frontera ha estado históricamente vinculada a la producción y comercio de drogas ilegales, especialmente cocaína y su subproducto, la pasta básica.

 

Entre el 2020 y el 2022, las regiones donde más se han incrementado los cultivos de hoja de coca son precisamente las regiones amazónicas del Perú que se encuentran en la frontera con Brasil. Desde el 2020, en Ucayali y Loreto, se registraron un incremento de áreas de cultivo de 1.966 y 8.722 hectáreas, lo que representa un crecimiento de 65% y 35%, respectivamente.

 

Hasta el 2020, de acuerdo a la información recogida por OjoPúblico en las entrevistas con efectivos policiales de Colombia y Brasil, gran parte de la pasta básica y la cocaína de esta parte de la frontera era producida casi exclusivamente por grupos armados colombianos, que controlaban las plantaciones de hoja de coca a lo largo del tramo peruano-colombiano de la frontera en el río Amazonas. Luego, esta producción era entregada a compradores en Brasil.

 

En los últimos tres años, sin embargo, de acuerdo a las mismas fuentes policiales, los traficantes del Comando Vermelho han empezado a expandir su control sobre las plantaciones y las zonas de producción de pasta básica en el lado peruano del río Yavarí, una zona prácticamente sin presencia estatal, donde indígenas y ribereños brasileños y peruanos viven en conflicto por el uso de recursos.

 

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MASACRE. Homicidio en la triple frontera. Mientras el equipo de OjoPúblico recorría Leticia y Tabatinga, en noviembre del año pasado, un grupo de sicarios asesinó a cuatro personas en Leticia. Foto: OjoPúblico / Álex Rufino

 

João es un voluntario ambientalista que trabaja desde hace cuatro años con las comunidades indígenas del río Yavarí, que divide a Perú y Brasil. Su nombre, así como los de otras fuentes entrevistadas por OjoPúblico para este reportaje, han sido cambiados para garantizar su seguridad.

 

En esta parte de la frontera, João cuenta que antes de la pandemia había dos comunidades cultivando hoja de coca en el lado peruano del río, pero que a finales de 2022, ya habían seis. “Al principio se resistían, pero después de la pandemia ya estaban plantando coca. Son comunidades muy pobres, y las que se metieron en este negocio están prosperando. La diferencia es clara”, dice.

 

Pero como en otras zonas de territorios indígenas, las plantaciones generan otros conflictos. “Viene gente de fuera a trabajar en las plantaciones del territorio de la comunidad y acaban casándose con las mujeres. Esto ha destruido los lazos comunitarios, generando mucha competencia entre las familias", explica.

 

Para los comuneros que se oponen a la expansión de los cultivos de coca en sus territorios indígenas, entre el río Javari y el Amazonas, solo hay silencio.

 

"Perú no tiene nada de Estado aquí. Nadie dice nada, porque no tienen a quién recurrir. No hay fiscalía en la región, solo un juez de paz. No hay Internet, ni agencia tributaria, ni policía, ni derechos humanos. Las comunidades no tienen forma de denunciar o protestar. No hay medios para hacerlo", concluye João.
 

 

 

“Hoy son los brasileños los que están allí”

 

 

Sentado en un banco mirando pasar los barcos por las aguas marrones del río Amazonas, Ricardo recuerda el argumento de su antiguo jefe cuando le dijo, hace tres años, que iba a dejar el narcotráfico: “Si te vas, entrará gente mala en el negocio', me dijo. Pero yo ya no quería, estaba harto del dinero y de la ambición. No veía nada más por delante", afirma.
 

 

Frontera Leticia - Tabatinga. La avenida La Amistad separa Leticia de Tabatinga. Desde este lado operan las mafias que controlan la producción de cocaína en el lado peruano. Foto: OjoPúblico / Álex Rufino

 

Nació en la Amazonia colombiana, pero Ricardo tiene parientes en el lado de Perú y creció en comunidades ribereñas hasta que comenzó a trabajar en una plantación de hoja de coca cerca del río Yavarí peruano. Pasó dos años sin ver a su familia, inmerso en la plantación y la cosecha. Recuerda que poco a poco fue ascendiendo hasta convertirse en jefe de una plantación: coordinaba desde siembra hasta la cosecha, y organizaba la seguridad de la chacra.

 

Luego, dice que continuó avanzando hasta que lo nombraron jefe de una "cocina", como se llama a la zona donde se convierte la hoja de coca en pasta básica.

 

"Tenía un equipo de sicarios para garantizar la seguridad. Entonces vi fusiles, ametralladoras. Hicieron un campo de tiro de una hectárea, ahí me entrenaron. Tú y los otros muchachos se convierten en un solo grupo, te dan dinero, bebida, mujeres. Una vez trajeron a un profesor de derecho de Bogotá para que nos explicara cómo actuar y hablar con la policía. Un narco siempre tiene que estar tranquilo y sereno, al menos eso es lo que tuve que aprender para llevar cantidades de droga", dice.

 

Las cantidades de droga a las que se refiere Ricardo han llegado a alcanzar los cien kilos. A medida que ascendía en el escalafón del narcotráfico, se especializó en resolver el mayor problema de los narcos: pasar la droga a través de la frontera. En este caso, sacarla del lado peruano y colombiano para llevarla a Brasil.

   

 

Ricardo dice que tuvo suerte de salir vivo del negocio. Su jefe fue asesinado seis meses después.

 

 

 

"Entre el [río] Yavarí y Caballococha hay mucha coca. En mi grupo había brasileños y colombianos, que eran los que mandaban. Me pagaban mil reales [aproximadamente 750 soles] por kilo que conseguía enviar. Lo más común es ponerla en el falso fondo de las canoas, yo he hecho un falso fondo en un motor de barco, de estos de pasajeros, para bajar hasta Manaos".

 

Caballococha es la ciudad más importante de la frontera peruana con Colombia y Brasil. Está ubicada a un costado del río Amazonas, en la provincia de Ramón Castilla, en la región Loreto, y es una de las zonas donde más se han extendido los cultivos de hoja de coca en los últimos años. Ricardo dice que tuvo suerte de salir vivo del negocio. Su jefe fue asesinado seis meses después de que él se retiró. "Había rumores de que estaban matando a colegas, a gente de otro grupo. Llevaba mucho tiempo en esto, me había convertido en una persona diferente", dice.  

 

El testimonio de Ricardo también confirma los reportes de la policía de Colombia, sobre la reconfiguración de las bandas criminales en la triple frontera. "Hoy son los brasileños los que están allí. Entró el Comando Vermelho y están cerrados con los colombianos, de acuerdo. Antes no era así, eran solo colombianos y algunos peruanos". Ricardo enfatiza la alianza que ha hecho el grupo criminal de Brasil con los grupos armados de Colombia.
 

 

Pintas de las bandas criminales. Los Crías (Os Crias) que también se autodenominan Comando da Tríplice Fronteira, son una banda local de Tabatinga. La información policial en la zona señala que están aliados con el PCC. Foto: OjoPúblico / Álex Rufino

 

 

Antes, según la experiencia de Ricardo, gran parte de la producción de la zona era controlada por bandas criminales colombianos de fuera de la Amazonia, que se aliaron con lugareños peruanos para plantar y cosechar la hoja de coca. En algunos distritos, sin embargo, había pequeñas mafias controladas por peruanos que poco a poco “fueron engullidas por los colombianos”.

 

Otros actores criminales en la zona son también los cárteles mexicanos, que llegan a la zona pero solo como compradores. De acuerdo, a la información policial el Cartel de Sinaloa compra droga en Caballococha, uno de los territorios sobre el que más han avanzado las plantaciones ilegales de hoja de coca de la frontera.

 


 

“Las facciones criminales lo que quieren es expandirse"

 

 

Frente a Leticia (Colombia) y Tabatinga (Brasil), al otro lado del río Amazonas, en el lado peruano, se encuentra la isla de Santa Rosa, un punto de tierra en medio del ir y venir de canoas, barcos y sus mercancías. En 2021, durante un asalto al Banco de la Nación encabezado por brasileños, se asesinó a un policía. "Descubrimos que policías de aquí estaban involucrados en esto, y que los autores fueron Os Crias", dice a OjoPúblico Edson Larico Roque, alférez de la Policía Nacional del Perú.

 

Este año, un mensaje circuló en los grupos de Whatsapp de los residentes de Leticia, Tabatinga y Santa Rosa. Una persona que se identificaba como parte de Os Crías afirmaba que en esta región existía una alianza entre este grupo y el Primer Comando Capital (PCC).

 

En esta zona el PCC, el mayor cartel del crimen organizado de Brasil junto al Comando Vermelho, no tenía una presencia significativa en la triple frontera desde 2019, cuando fueron desalojados por el CV.

 

Los Crías, que también se autodenominan Comando da Tríplice Fronteira, son una banda local de Tabatinga que surgió tras la reagrupación de algunos de los miembros que sobrevivieron de la Família do Norte en la ruta del río Amazonas.

 

De acuerdo a los testimonios recogidos, Los Crías, aliados ahora con el PCC, le disputan el control territorial al Comando Vermelho, sobre todo en las zonas próximas a Caballococha y el río Amazonas, en el lado peruano de la frontera con Colombia. Sin embargo, en el área correspondiente al río Yavarí, frontera con Brasil, el Comando Vermelho mantiene el dominio.

 

En este contexto, las fuentes consultadas señalan que detrás del incremento de asesinatos en la triple frontera está esta disputa de mafias por el control territorial.

 

"Dicen que Santa Rosa es un centro de abastecimiento y paso de droga hacia Manaos", comenta el policía peruano Laricoroque, cuando se le pregunta por el narcotráfico en su zona. Dice que está contando los días para ser trasladado a otra parte de Perú.
 

 

Decomiso de insumos químicos en la frontera. En Caballococha, en la provincia peruana de Ramón Castilla, la policía suele intervenir insumos químicos destinados a las pozas de maceración de hojas de coca. Foto: Policía Nacional del Perú / Archivo

 

El policía señala que su trabajo solo puede llegar hasta cierto punto para concientizar a los cerca de 3.000 habitantes de la isla para que no se involucren en las drogas y el narcotráfico, y que no pueden hacer más.

 

“Nosotros no estamos para matarlos (a los criminales). Las facciones lo que quieren es expandirse. El año pasado fueron exterminados en Brasil (los miembros de Os Crias) por la policía de allí. Y este año estamos tranquilos y esperamos que siga así. Nuestro objetivo es que ellos (Os Crias) no vuelvan a instalarse aquí. Esto no tiene solución. Muere uno y aparece otro. Y sigue así", explica el policía peruano.

 

Frente a la comisaría de Santa Rosa, dos lanchas de aluminio capturadas en operativos del último año permanecen sobre el pasto, sin dueño.

 

Un policía colombiano de Leticia, que planea jubilarse pronto, sostiene que desde Santa Rosa (Perú), los narcotraficantes monitorean con drones el movimiento de la policía de Colombia y Brasil y esperan el mejor momento para cruzar a Colombia, especialmente por la noche, cuando el tráfico de drogas es más frecuente en el Amazonas. "Lo sabemos, pero tenemos las manos atadas. No se puede disparar, esta parte del río tiene tres kilómetros de ancho", explica el policía a OjoPúblico.

 

La orientación de la parte colombiana es, al igual que la de la Policía de Santa Rosa, evitar que la violencia se desborde hacia Leticia. "En esta masacre en la que murieron cuatro personas, el bar estaba cerca de la frontera. La policía no puede proteger todo eso. Antes podíamos controlarlo mejor, pero los brasileños se han ido apoderando violentamente en los últimos años".

 
 

 

Antes de que la bala tuviera nombre

 

 

En la triple frontera, todo está interconectado: narcotráfico, tráfico de madera, contrabando, tráfico y explotación sexual infantil, tráfico de armas, animales y pesca ilegal. La entrada de grupos del crimen organizado procedentes del sudeste de Brasil, la región más rica y poblada del país, ha reconfigurado el crimen en la triple frontera, dicen los residentes de Tabatinga.

Luego de tomar el control de la ruta del río Amazonas hasta Manaos, los grupos criminales de Brasil (Comando Vermelho en mayor medida, y Os Crías y PCC, en menor medida) empezaron a financiar otras actividades ilícitas que pasan por la frontera y se incrementaron la vigilancia del territorio y los asesinatos.
 


PUERTO. La policía de Tabatinga señala que solo disponen de 150 efectivos para custodiar la ciudad. Foto: OjoPúblico / Álex Rufino

 

El líder comunitario Marcos, que nació y creció en un barrio remoto de Tabatinga, ahora en manos del Comando Vermelho, intenta navegar por esta realidad cambiante. "Tras la llegada de los grupos criminales, aumentaron tanto el número de asesinatos como el nivel de violencia. Reclutan a los chicos en la adolescencia y cuando crecen dejan el narcotráfico y se convierten en muertos vivientes. Muchos se convierten en sicarios y trabajan para sus antiguos jefes", dice.

 

Él mismo tuvo que abandonar la zona durante un tiempo tras un cambio de mando en el barrio donde vivía. Varios de sus amigos de la infancia que se unieron al narcotráfico, con la llegada de las facciones criminales, acabaron muertos.

 

“Antes, los sicarios tenían un código de honor. Se decía que en Tabatinga no había balas perdidas, que todos tenían un nombre. Solo se mataban entre ellos para ajustar cuentas, sin involucrar a los inocentes. Pero en los últimos años las cosas se han vuelto más violentas.

 

Los jóvenes disparan y muere gente que no tiene nada que ver con el móvil del crimen. Esta ética de los bandidos se ha perdido a medida que el tráfico de drogas se ha hecho mayor”, analiza Marcos.

   

 

La policía de los tres países reconocen que no tienen los recursos para enfrentarse al crimen organizado.

 

 

Las fuerzas de seguridad de esta ciudad reconocen, al igual que sus homólogas peruanas y colombianas, que no son lo suficientemente fuertes como para enfrentarse frontalmente al crimen organizado.

 

El comandante de la Policía Militar de Tabatinga, coronel Marcelo Cavalcante, compara el número de fuerzas de seguridad brasileñas sobre el terreno (Policía Militar, Civil y Federal) –unos 150 hombres en total– con las de la policía de Leticia, que tiene más de 500. "Nuestras fuerzas son muy deficientes, estamos en un punto muy delicado. El Estado debería ser más activo", dice a OjoPúblico.

 

El jefe de la policía militar de Tabatinga, sin embargo, no está de acuerdo con la opinión de su colega colombiano que sostiene que el aumento de la violencia es culpa de los brasileños. "Así como hay sicarios brasileños cometiendo asesinatos en Leticia, hay sicarios colombianos cometiendo asesinatos aquí. No hay forma de decir que esto viene de Tabatinga cuando la mayor producción de droga viene de Colombia, incluyendo los carteles internacionales", señaló.

 

OjoPúblico se puso en contacto con la Policía Civil de Amazonas y la Policía Federal de Brasil, pero los organismos optaron por no hacer comentarios.
 

 

 

El control del territorio es el control de la información

 

 

El bajo nivel de educación y la falta de empleos formales en la triple frontera son dos de los factores que hacen que los jóvenes se incorporen a las filas del narcotráfico.

 

El departamento de inteligencia de la policía de Tabatinga calcula que un kilo de cocaína pura se vende a 1.000 dólares en la frontera. Cuando llega a Manaos, la capital de Amazonas, en Brasil, cuesta entre 8.000 y 10.000 dólares.

 

Mientras que el Comando Vermelho está más establecido en la ruta del río Javari, el PCC es cliente de los productores de cocaína de Caballococha, según información de Inteligencia policial a la que OjoPúblico tuvo acceso.

 

En Lima, la policía antidrogas (Dirandro) señala que en esta parte de la frontera han identificado también la existencia de pistas clandestinas habilitadas muy próximas a los rios para impulsar "una ruta vía un puente aéreo hacia Brasil", con el fin de trasladar la droga de manera más rápida hacia los puertos marítimos.

 

Los informes policiales a los que OjoPúblico tuvo acceso señalan que desde el 2018, las redes criminales vinculadas al Comando Vermelho y al PCC han construido pistas clandestinas de más de 800 metros en las regiones peruanas de Loreto y San Martín, "lo que evidencia el ingreso de avionetas bimotor, turbo hélice de mayor autonomía y mayormente con matrícula brasilera".

 

La información coloca a Loreto como la segunda región del Perú donde se ha decomisado la mayor cantidad de armas de fuego a narcotraficantes (17%), solo después de Ayacucho (20%), donde se encuentra la principal zona de cultivo de hoja de coca en el país: el Valle de los ríos Apurímac y Ene (Vraem).

 

Mapa Pucallpa.

 

 

El último informe de la Naciones Unidas sitúa la ruta del río Amazonas como la segunda en cantidad de droga traficada hacia Brasil. El país, que hoy es el segundo consumidor mundial de cocaína, es también un corredor internacional principalmente hacia países de África y Europa.

 

Para el líder comunitario Marcos, el ambiente en Leticia cambió luego de la masacre de cuatro personas en noviembre del año pasado. "Hay una red de informantes muy grande, especialmente el Comando Vermelho. Entonces es muy peligroso seguir tocando este tema aquí en la frontera. De alguna manera vigilan lo que pasa en el territorio, quién habla con quién, cómo, hasta qué punto. Ten cuidado".

 

La política de "cuanta menos represión, mejor" en la Amazonía llevada a cabo por el gobierno brasileño durante la presidencia de Jair Bolsonaro ha facilitado la expansión y las alianzas entre grupos criminales a lo largo de los años. La llegada a la presidencia de Luis Inácio Lula da Silva a inicios podría modificar el impacto y avance de estas organizaciones criminales en la Amazonía. Por lo pronto, se ha anunciado la reinstalación de los órganos de fiscalización ambiental.

 

Los mismos grupos que operan en la triple frontera, como han revelado investigaciones previas de OjoPúblico, también tienen presencia en otros puntos fronterizos de la Amazonia, como en el río Putumayo, entre Perú y Colombia, y en los departamentos de Ucayali, en Perú, y Acre, en Brasil.

 

Durante la última Cumbre Amazónica en Belém, el ministro de Justicia, Flávio Dino, reconoció el crecimiento de las organizaciones criminales en Brasil y convocó a los países amazónicos a crear una suerte de policía internacional en la Amazonía para hacer frente al crecimiento del crimen organizado.

 

En este evento, los jefes de estado de los nueve países acordaron iniciar el diálogo para la construcción de dos centros de inteligencia e investigación en Manaos, principal punto de venta de droga en la ruta del río Amazonas, desde donde facilitarán información a las policías de otros países.

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