Por: Luis E. Forero Medina Abogado/Especialista enSaluderecho |
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En secundaria o en la universidad jamás se consideró incluir una cátedra o materia sobre genocidio; palabra derivada del griego “genos” (raza, pueblo) y del sufijo latino “cide” (matar). Fue después de la segunda guerra mundial (1939-1945) cuando al jurista polaco Raphael Lemkin (1900-1959) se le ocurrió en 1944 crear esa palabra que la Real Academia Española la define como “Exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad.”
En toda la historia de la humanidad han sucedido barbaries, monstruosidades inerrables, que sin embargo no se deben olvidar para evitar su repetición; en este sentido la UNESCO (La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) promueve una cátedra para que el genocidio sea materia de estudio de todas las generaciones. Para esa organización, que tiene el compromiso de enseñar la historia del Holocausto y de otros genocidios, “La prevención del genocidio empieza en las aulas”.
Los medios de comunicación y las personas desde la tribuna de las redes sociales en todos los continentes no paran los peligrosos discursos de racismo, xenofobia, estigmatización de los migrantes no solo en Estados Unidos, sino en toda parte, y el odio, camino por el cual se llega al genocidio, que no es un fenómeno que surge de la noche a la mañana. El genocidio ha sido comparado con un volcán que permite neutralizarlo o aliviar las consecuencias nefastas de su erupción si se atienden a las señales de alerta temprana. En materia penal, es un delito premeditado, en el que el iter criminis es preparado poco a poco.
Para no ir tan lejos, en el siglo pasado y en este han acontecido genocidios en todo el planeta, genocidios, que se habrían podido evitar y en los que los responsables de la cosa pública reaccionaron demasiado tarde; según indican los mismos líderes internacionales. Los nazis asesinaron a más de seis millones de integrantes del pueblo judío y los genocidios de Camboya (Sudeste Asiático), Srebrenica (Ciudad al sureste de Europa) y Rwanda (África), integran los ejemplos más dicientes y recientes. En el llamado “auto genocidio”, de 1975 a 1979, los Jemeres Rojos asesinaron a más de un millón y medio de camboyanos, enmarcadas dentro de los “enemigos del Estado” por el partido del poder. En el genocidio de Ruanda en 1994 la población en aproximadamente el 70 %, entre quinientos mil y un millón de personas, fueron asesinada. En 1995, más de ocho mil hombres y niños fueron ultimados en los alrededores de Srebrenica. Entre 2014 y 2017, el ISIS cometió actos contra la comunidad Yazidi, víctima de crímenes equiparados un genocidio, delito que ocurre en tiempos de guerra o de paz, indistintamente. António Guterres, secretario general de la ONU, señaló que “el mundo fracasó a la hora de evitar los genocidios de Camboya, Srebrenica y Rwanda.”
Próxima a cumplir 70 años de entrar en vigencia, el 12 de enero de 2021, la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio, expedida en 1948 y vigente desde 1951, contiene tres características que la diferencian de los demás instrumentos internacionales: Es el primer tratado de derechos humanos que adoptó la Asamblea General de las Naciones Unidas, aunque haya sido o no ratificado, las obligaciones contenidas en ellas son vinculantes para todos los Estados, y codificó por primera vez el delito de genocidio.
Armas para combatir ese delito hay varias, la convivencia, el diálogo, la tolerancia, la reconciliación, el entendimiento, etcétera.
@luforero4 |
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