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Publicado en el Editorial del diario La República
El estilo político del presidente Castillo parece la eterna duda. Paralizado y sin decidir, intenta dar un giro al debate apelando a convocatorias ilusas y populistas. Vamos a Chota, vamos al Vraem; cuando el problema principal no es dónde, sino cuándo va a definir una serie de temas que se van acumulando, lo que incrementa la sensación de desgobierno, en Lima, en Cajamarca o en la ceja de selva.
La agenda pendiente no es la que la oposición o los medios definen, sino la relación de problemas que han quedado a medias y que generan que las expectativas crezcan insatisfechas, y disparen el dólar, precios, tarifas, pasajes, etc.
Por solo citar lo ocurrido en estos dos días, lunes y martes, hay un ministro semirrenunciado, un desmentido del MEF a un comentario de la PCM sobre un tema tan delicado como el aumento del salario mínimo vital y un comentario misógino del premier Bellido contra una parlamentaria opositora.
Estos no son inventos ni se trata de una agenda impuesta. Son temas reales y concretos que requieren que el jefe del Estado intervenga, resuelva, corrija y determine. Ejercer autoridad y poder es inherente al cargo para el que ha sido electo. No hacerlo lo convierte en una figura decorativa y, lo cual es aún peor, prescindible.
Hay un desorden funcional e indefinición de roles que han alcanzado a la cabeza máxima del Ejecutivo y que, por ende, afectan por igual a un cuestionadísimo primer ministro o a los buenos y malos integrantes de su gabinete. Cualquier anuncio oficial inmediatamente es refutado, corregido, desmentido o criticado por las propias fuerzas que componen ese conglomerado que podemos denominar Perú Libre y sus aliados.
Consideramos que ha llegado el momento de exigirle al señor presidente Castillo que actúe. Tiene la obligación de gobernar, y eso significa tomar la iniciativa. Debe definir si apoya al ministro Maraví o a su misógino primer ministro o si está en desacuerdo con ellos. Pero debe hacerlo abiertamente, sin dilaciones, sin excusas y sin medias tintas.
Ya nada tienen que ver Vladimir Cerrón ni su versión delirante del ejercicio de la política. Ya se trata de usted, señor presidente. Ha llegado la hora de que haga honor a la majestad de su encargo, al liderazgo que este demanda y al compromiso asumido de gobernar para todos los peruanos.
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