La obra de Fernando Botero (Medellín, Colombia, 1932) forma parte de las colecciones de 50 de los museos más importantes del mundo.
Artista de paleta, pintura y pinceles, sus manos nunca han perdido contacto con la obra. Su arte figurativo exalta el volumen y la forma de los personajes provocando una estética más sensual, plástica y monumental. La realidad es deformada a través de su imaginación; amable unas veces, mordaz y violenta otras. La escultura, junto con la pintura y el dibujo, tiene un puesto relevante en su producción artística, cuyo objetivo es «crear una opulencia formal». Estas contundentes figuras, ya sean en mármol o bronce, han sido exhibidas en las más importantes avenidas del mundo como son los Campos Elíseos de París, Park Avenue de Nueva York, el Gran Canal en Venecia o el Paseo de Recoletos en Madrid.
Las naturalezas muertas, la tauromaquia, el circo, la religión o el erotismo conforman una extensa temática arraigada en América Latina y especialmente en su país natal con una destreza manifiesta en el dibujo y el color. Lo bello y lo violento confluyen en el imaginario boteriano, que nos acerca a la esencia de Colombia a través de una nostálgica memoria.
Desde su estudio en Montecarlo, con vistas al mar Mediterráneo y su característica luz, nos aproximamos un poco más al alma de este magnífico artista.
Entrevista
–Su conocimiento sobre la historia del arte es muy amplio y es incuestionable la influencia que ha ejercido en su obra. ¿Cree que un artista puede estar pleno sin este bagaje cultural?
–El gran arte nació de un conocimiento profundo de la tradición y de los problemas de la pintura, sin embargo hay muchas obras que sorprenden por su frescura y su audacia, como se ven en el arte popular y en ciertas manifestaciones del arte moderno.
–Ha declarado que «el arte es una acusación permanente». ¿Concibe como un deber moral del artista la utilización de su obra como testimonio y denuncia ante la injusticia que asola el mundo?
–El único deber del artista es con la calidad de su arte. No hay una obligación moral de denuncia. Un artista, ante una tremenda injusticia, se siente a veces inclinado a decir algo al respecto; denunciar una situación es su elección.
–La influencia de Goya en sus pinturas es manifiesta. La serie de grabados «Los desastres de la guerra» revela en todo su dramatismo la crueldad de la barbarie humana. En su obra cuenta con una serie sobre los crímenes que se produjeron en la carcel iraquí de Abu Ghraib después de los atentado cometidos en Estados Unidos, en 2001. En nuestra era de la cibernética los sucesos son efímeros ya que la nueva noticia relega la antigua, en cambio la obra de arte es más potente y perdura en el tiempo, se hace más presente. ¿Por qué escoge precisamente esta serie de crímenes?
–Yo no escojo esta serie de crímenes, es que era imposible ignorarlos; como son la tortura por los americanos de los prisioneros iraquíes en la carcel de Abu Ghraib, en el mismo lugar donde torturaba Sadam Hussein. O la violencia en Colombia de ambas partes, que dejó miles de víctimas y desplazados y por ser en mi país fue especialmente doloroso.
–Goya ya testimonió que la barbarie no desapareció con la ilustración. ¿Cree que hay esperanza a este respecto?
–No es posible que el arte solucione situaciones que son básicamente políticas. El artista muestra una situación que permanece como una denuncia permanente. Nadie recordaría el bombardeo de una pequeña aldea vasca, Guernica, si no fuera por Picasso.
–Con una vida tan longeva se acumula mucha sabiduría. ¿Cuál cree que es el sentido de la vida?
–El sentido de la vida es diferente para cada persona. Una buena parte toma una actitud hedonista. En otros hay una necesidad de una realización espiritual o cultural basada en cierta disciplina.
–Una vez abrazada la vida artística en toda su plenitud, con todas sus complejidades. ¿Qué consejo le daría a las generaciones más jóvenes de artistas?
–Se nace artista como se nace cura. Si es un artista nato le diría que el arte no es un juego, que es algo muy serio y complejo que requiere una entrega total.
–Con una estética tan identificativa como la suya, en la que la realidad es expresada con una sensualidad volumétrica, ¿qué opinión tiene de la artista inglesa Beryl Cook, que refleja una visión de la humanidad aparentemente jovial con una estética muy parecida a la suya?
–Primera vez que oigo hablar de Beryl Cook.
–Su producción artística ha sido encasillada dentro del «Realismo mágico» determinado por la importancia del mito en el acontecer latinoamericano y la «Nueva Figuración» caracterizada por un retorno a la pintura figurativa de manera informal. ¿Está de acuerdo con esta inclusión?
–Realismo mágico, definitivamente no, porque en mis obras nada es mágico. Yo pinto cosas improbables pero no imposibles. En mis cuadros nadie vuela y no suceden cosas inverosímiles. El arte siempre es una exageración en algún sentido, en el color, en la forma, aún en el tema, etc... pero fue siempre así. Ni las formas en la naturaleza son como en las obras de Giotto o de Masaccio, ni el color es en la vida como lo expresó Van Gogh. Nueva figuración, podría ser. Es más probable porque heredamos la libertad del abstracto y esa libertad en la forma. En el color y en el espacio es intelectual y no realista.
–¿Qué obras de la literatura han podido influenciar y alimentar la pintura que hace?
–No creo que las otras artes puedan influir en la pintura, a veces una vulgar imagen o una obra del arte popular tienen más efecto en la sensibilidad de un pintor que una obra maestra de la literatura. Yo tuve desde el primer momento, intuitivamente, un interés en la exageración del volumen.
–Qué importancia tiene el dibujo en su pintura?
–Tiene la mayor importancia. El dibujo es casi todo, es la identidad del pintor, es su estilo, es su convicción formal y luego el color es una especie de regalo que se le hace al dibujo.
–La generosa donación de más de 200 obras de su colección particular al Museo Botero en Bogotá, y otra de alrededor de 20 obras al Museo de Antioquía en Medellín es un acto ejemplar. ¿Cuáles han sido sus motivaciones y satisfacciones con este hecho?
–La donación que le hice a Colombia de mi colección y de muchas de mis obras es la mejor idea que he tenido en mi vida. Ver cómo el público disfruta de ella es mi mejor recompensa.
–El milenario libro hindú Kama Sutra sobre las artes amatorias en plenitud espiritual y sexual se transfigura en el Boterosutra reinventado por su imaginación. ¿Qué artistas a su modo de ver han representado el erotismo con mayor destreza?
–El erotismo ha tenido grandes manifestaciones plásticas sobre todo en el Oriente, en Persia, Japón, la India... Hice mi serie Boterosutra usando más la imaginación que la memoria y tratando como siempre que el aspecto artístico fuera más importante que el tema. Que el ritmo del dibujo, el sutil modelado, la aplicación del color fuera el elemento dominante en esta serie. El tema es extraordinario y único porque solo en el amor el cuerpo humano toma actitudes que solo quizás en el circo se repiten.
–Nietzsche, en «El nacimiento de la tragedia», escribe «porque solo como fenómeno estético están eternamente justificadas la existencia y el mundo» ¿Es el arte, como dice Nietzsche, la actividad metafísica de la vida? Para un artista como usted, ¿sería esta metafísica la única que nos puede hacer tolerables los avatares de la existencia?
–No leí nunca a Nietzsche pero sí creo que el artista presenta un mundo como metafísica del arte. El artista presenta en general a través de su obra un mundo más bello, más amable que hace más tolerable «los avatares de la existencia», como usted dice.
«Aún me queda aprender a pintar»
–El estudio de la relación entre la biografía y la obra del artista ha sido una constante en la historia del arte. La memoria y la actualidad social y política de Colombia están expresadas a lo largo de su carrera. ¿Cómo ve la evolución de su país en el tiempo? ¿Qué alcance tiene para usted acentuar su identidad cultural nacional?
–La obra de un artista en su totalidad es en cierta forma su autorretrato. Mi país, en medio de grandes dramas, ha tenido una evolución económica y cultural positiva. Creo en la importancia de las raíces en la obra de un artista. Ese algo que viene de la tierra es lo que da a la obra su honestidad.
–¿Cuáles han sido los momentos más importantes de su vida?
–Los momentos más importantes de mi vida han sido siempre unidos a mi trabajo. Fueron momentos en que he sentido que había logrado algo inesperado.
–¿Qué le queda por hacer?
–Aprender a pintar.
Fuente: ABC
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