En las montañas nace la mayor parte del agua dulce del mundo y cubren el 22% de la superficie terrestre del mundo, donde viven 915 millones de personas, por lo menos la tercera parte en zonas rurales, agobiados por la inseguridad alimentaria y enfrentados a la pobreza y al aislamiento, indica las Naciones Unidas.
El fantasma del hambre en las montañas ha crecido en un 30 % en comparación con el 2000, según un informe dado a conocer al final del año pasado por la
Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En total en el planeta 329 millones de personas que vivían en la montaña padecían hambre en 2012, situación que se agrava por la dureza del clima, las dificultades del terreno y la marginación política y social, conforme a esa Organización. En América Latina y el Caribe en esas áreas corrían el riesgo de aguantar hambre unas 48 millones de personas en 2012.
Por siglos los países han prestado un pésimo servicio a las regiones montañosas, el punto ha sido un hueso duro de roer porque no hacen parte de los programas de gobierno en países en desarrollo, negándoseles a esa población el bienestar económico y social y la falta de promoción de los productos que se cultivan en las alturas. Desde hace 24 años se crea conciencia en la población sobre los ecosistemas montañosos y sus comunidades, sin obtener hasta ahora los resultados esperados.
En general los países están en pañales en leyes sobre las montañas, indica la FAO; en el Perú se carece de políticas o leyes concretas para las montañas, y aumenta en esas zonas la tasa de mortalidad materna e infantil.
A finales de este mes de abril, la
Alianza para las Montañas la FAO, ha creado un fondo para ayudar a paliar las necesidades de la gente que vive en las tierras altas de montaña en todo el mundo.
El plan contempla además programas para preservar y restaurar las fuentes de agua, los suelos y los bosques, y proteger la valiosa biodiversidad de las montañas.