Por: Eucadio Gutiérrez Solano  Profesor/Periodista

Los periodistas son el ejemplo de la nación, por ser el “Cuarto Poder del Estado”. No son  los difusores de mensajes cargados de odio, racismo y extraños complejos de superioridad, ni muchos personajes mediocres que se “ofician” como periodistas. Es que, sus comportamientos y expresiones se imitan, porque uno de los fines del periodismo es educar e influir en la conciencia de la población con humildad y sabiduría, en forma positiva.

En los últimos años hemos estado “observando” cómo la periodista Juliana Oxenford, entre otros “aficionados” que hablan en radio y televisión, lejos de educar al pueblo como periodistas de formación profesional, haciendo gala de su verborrea barata, dándose ínfulas de saber mucho, han estado mancillando y atentando contra las personas humildes, dejando mal parado ante la opinión pública, satisfaciendo su ego. Sus enfoques no educan, sino dividen a la población.

La supuesta prensa que denigra, de Juliana Oxenford, ha llegado al extremo de atacar -a mansalva- a la congresista Tamar Arimborgo Guerra, por el solo hecho de expresar su opinión en contra la “ideología de género”, considerándolo como una blasfemia lo expresado por la congresista: que el gobierno promueve que haya “Sodoma y Gomorra”, en el Ministerio de Educación y que el “sexo es para hacer hijo”, entre otras consideraciones. Las aseveraciones han exaltado a la periodista Oxenford para catalogarla como una “ignorante”, entre otras injurias, a la representante nacional.

 

Lo dicho por la representante por la región o departamento Loreto, en cuanto que el sexo es para hacer hijo, lo demás es obvio, es perfectamente válido para una población de unos 70 por ciento fuera de la capital, en algunas regiones pueden llegar hasta al 90 por ciento.  Arimborgo dijo la verdad, ceñido a la realidad. Hace unos 30 años el 90 por ciento de la población peruana sabía que el sexo era para hacer hijos, y no para hacer “perradas”, ni mucho menos orgías. Las interpretaciones pueden hacerse cual un ignorante a pie de la letra, que es condenable cuando una profesional incurre a bajezas.  

Juliana Oxenford, conocida como “justamente”, por repetir en una sola entrevista de cerca de 10 veces la palabra justamente, y usar frecuentemente, “valga la redundancia”. En un periodista profesional eso es horrible e imperdonable. No sabemos qué universidad permite que sus alumnos se formen peor que un vulgo, y no tengan el comportamiento de a acuerdo a su formación.

En qué lugar han aprendido que cuando alguien redunda, debe usar la oración “valga la redundancia”. Qué atrocidad, qué burrada más grande, que comete un “maestro” que está en la pantalla de una televisión, al decir “valga la redundancia”. Esa universidad debe cerrarse de inmediato, porque está titulando a profesionales dañinos a la sociedad.  Oxenford se asombra cuando algún entrevistado incurre en un error o en una concepción no superada como lo sucedido con la congresista Arimborgo. Con razón el televidente culto, repudia la mediocridad del que escruta una rabia y tilda de mediocre, de ignorante, lejos de educar y comprender el ángulo de ubicación de la congresista.

No podemos hacer gala de nuestro conocimiento, ni saltar feliz por engatusar a muchas personas con palabrerías, repitiendo la misma cosa, como hacen muchos empíricos. Peroratas y más peroratas hacen mucho daño.

Lamentablemente los canales de televisión peruana han bajado de nivel. Los que daban cátedras de periodismo ya no están. Ahora, vemos personas de bajo nivel cultural haciendo prensa, porque es inconcebible que los llamados “periodistas profesionales”, con muchos pergaminos, no educan ni orientan.

Recordando, el gran maestro Gontrán Pachas, de secundaria, me habría puesto cero en la asignatura de lenguaje. Los legendarios hombres de Radio Armando Abregú, de Radio Chincha; y Augusto Córdova, de Radio Chinchaysuyo, me habrían votado, de la oreja, de la radio si fuese locutor.  Si a nivel nacional, vemos mediocridad y falta de preparación, los de provincias dan pena por su precariedad intelectual. Digo para finalizar: “valga la redundancia”.

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