Por: Montse Torras - Profesora/Barcelona |
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Seguramente, la filosofía solo adquiere sentido cuando se acude a ella para procurar ajustar mejor las preguntas que surgen en nuestras propias circunstancias.
Por eso tiene cierta lógica acordarse de Immanuel Kant ahora que se celebra durante este año el tercer siglo de su nacimiento, el 22 de abril de 1724. Ha pasado mucho tiempo, pero quizá no sea mal momento para mirarnos en el espejo de su filosofía. Murió en 1804, así que le tocó vivir sus últimos años en medio de la tormenta que desencadenó la Revolución Francesa, en un mundo que se partía en dos y durante una época que produjo profundas conmociones en las ideas, los afectos y los valores. La misma Revolución Francesa igual no hubiera sido posible sin las ideas de Kant sobre la razón, sobre la necesaria independencia de cada cual para construir sus propios criterios, sin su vocación por una sociedad que incluyera a todos y fuera ilustrada, sin su proyecto de un mundo que se sostuviera en la ley y con sujetos con vocación de ser libres.
Kant miró con simpatía los cambios que se estaban produciendo en Francia, aun cuando formara parte de una sociedad conservadora, la de Königsberg —en Prusia oriental—, que miró con desconfianza y temor aquella abrupta conmoción que derrumbó el Antiguo Régimen. Norbert Bilbeny, en El torbellino Kant (Ariel), publicado hace unos meses, apunta que el filósofo apostaba por una república parlamentaria de representación popular y con una clara división de poderes. Y señala que Kant incluso se permitió proponer en uno de sus últimos libros, Sobre la paz perpetua, la construcción de una “federación universal” de los Estados. Todos ellos tenían que adoptar el régimen republicano y su unidad podía ser el camino para que se concretara aquel desafío que Kant formuló de manera diáfana y radical: “La razón práctico-moral expresa en nosotros su veto irrevocable: no debe existir guerra”.
Norbert Bilbeny es catedrático del Departamento de Filosofía Teorética y Práctica de la Universidad de Barcelona.
Hay un Kant que resulta especialmente próximo en los últimos capítulos del libro de Bilbeny. Es el que muestra al pensador como un modesto explorador que se ha embarcado toda su vida en la aventura de explicarse las cosas y de buscarles un sentido. Kant no salió de Königsberg, a pesar de que le hicieron jugosas propuestas de trabajo en otros lugares de la Alemania de entonces, pero fue un hombre abierto al mundo, sofisticado, cosmopolita. Bilbeny habla de un artículo que escribió en 1784 en el que reclamaba con insistencia que cada cual aprenda a pensar por sí mismo, y en el que escribió, recordando el viejo Sapere aude! —atrévete a pensar— de Horacio: “¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la Ilustración”.
Sinopsis de El torbellino Kant
Introducción en clave divulgativa a la vida y la obra del mayor filósofo de la razón que abrió la puerta de la modernidad. Se ha comparado la importancia del autor de Crítica de la razón pura con la de los clásicos griegos y figuras como Descartes y Newton. A excepción de Aristóteles y Nietzsche, es probable que no se haya hablado y escrito tanto acerca de ningún filósofo como de Kant. En ese sentido, si hay que volver a su obra es para dedicarle una relectura calma y paciente, con el fin de recordar aquello que hoy peligra – la libertad, la moral, el ser humano – y encontrar las claves para sostenerlo. El torbellino Kant enmarca la vida y la obra de este filósofo mayor de la Ilustración en el contexto social y político en el que se desarrollaron su discreta personalidad y su pluma prolífica, desde las carencias familiares y el arduo camino hacia el reconocimiento académico pasando por su conflicto con la religión y sus pares, sin obviar su exposición y afinidad a los ideales de la Revolución Francesa. Norbert Bilbeny alterna la crónica biográfica con la traducción de ideas y conceptos kantianos en términos asequibles y demuestra la extrema actualidad del pensador alemán. Su famoso mensaje «Atrévete a pensar»,sigue atravesando como un torbellino el cielo de las ideas para tocar tierra y cambiar nuestro modo de ver el mundo y el alma humana.
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