Hace casi un año se publicaba un demoledor informe que alertaba de que en el mundo hay un millón de especies en peligro de extinción y las tasas de desaparición se aceleran a un ritmo sin precedentes como consecuencia de las actividades humanas. Ahora, un estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B. pone de manifiesto la relación entre estos procesos y la propagación de enfermedades infecciosas como la COVID-19.
Según revelan los resultados, los mecanismos que conducen a la disminución de las poblaciones de especies salvajes también permiten una mayor transmisión de los virus animales a humanos, un proceso conocido como zoonosis. "La propagación de virus de animales es un resultado directo de nuestras acciones sobre la vida silvestre y su hábitat”, explica la autora principal Christine Kreuder Johnson, de la Universidad de Davis California (EE UU). “Como consecuencia, los animales están compartiendo sus virus con nosotros, y estas acciones, de manera simultánea, amenazan la supervivencia de las especies y por otro lado aumentan el riesgo de contagio. El desastre en el que estamos sumergidos ahora mismo ha sido provocado por una desafortunada convergencia de muchos factores, entre los que se incluye este”.
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Para llegar a estos resultados, los científicos analizaron la información de los 142 virus en los que se sabe que se ha producido zoonosis, así como de todas las especies implicadas en el proceso como posibles huéspedes intermedios. Usando la información de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturalezaexaminaron los patrones de abundancia de las especies, los riesgos de extinción y las causas subyacentes en la disminución de sus poblaciones.
Se pueden establecer tres grupos de especies implicadas en los procesos de zoonosis: en primer lugar los animales domésticos, que por su cercanía a los seres humanos son los agentes vectores de la mayor cantidad de virus. En segundo lugar estarían aquellas especies bien adaptadas a los ambientes más humanizados, como son algunos roedores y murciélagos, y que también son vectores muy habituales. Y, en último lugar, las especies amenazas: aquellas que se encuentran en peligro debido al comercio, la caza, la degradación del hábitat y la urbanización desmedida tienen el doble de probabilidad de ser vectores de virus zoonóticos que las que están amenazadas por otros motivos. La conclusión tiene lógica, pues son especies que también tendrían un contacto más estrecho con el hombre.
La biodiversidad nos protege de las enfermedades emergentes
En los últimos años ya se ha demostrado que la pérdida de biodiversidad modifica y aumenta la transmisión de las enfermedades a través de diversos mecanismos que generalmente tienen que ver por la modificación de las abundancias o comportamientos de los huéspedes y los vectores. Por ejemplo, en el caso de la enfermedad de Lyme, transmitida por garrapatas, se piensa que el aumento de su incidencia en EE UU tendría que ver con la disminución de algunas poblaciones de aves que en condiciones normales servían de reservorio natural de la bacteria y contenían la transmisión. Al aumentar paralelamente las poblaciones de roedores, que también son transmisores, se habría favorecido el salto a la especie humana.
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Necesitamos la naturaleza para proteger nuestra salud
Fernando Valladares, investigador del Museo Nacional de Ciencia Naturales (CSIC - España), alerta también de las consecuencias de la degradación del medio ambiente en un inspirador vídeo publicado en su canal de You Tube La salud de la humanidad.
“La culpa de esta crisis no es de los murciélagos o los pangolines, sino de nuestros nuevos hábitos globales en medio de una naturaleza simplificada y empobrecida que no cumple su efecto protector, ahora que tanto lo necesitamos”, explica el científico. “Vivimos de espaldas a la naturaleza, pero nuestra salud depende de ella mucho más de lo que pensamos.
Vendrán más virus, tal como indica la Organiación Mundial de la Salud, y algunos serán más letales y peligrosos que el propio coronavirus. No habrá sistema de salud que pueda contenerlos. Solo una naturaleza rica y funcional, con los adecuados niveles de biodiversidad, podrá amortiguar los impactos de las futuras zoonosis en la salud de la humanidad”, concluye.
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