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Por: Oswaldo Carpio Villegas - Profesor en Marketing Político
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“El futuro del hombre es el niño” (Jorge Luis Borges)
En el Perú se reflexiona, dialoga y debate sobre la educación. Muchas veces se llega a aporías o callejones sin salida. “El SUTEP luchando, también está educando” afirmaban los comunistas que dominaron los SUTE en pueblos, distritos, provincias y departamentos del país. En realidad estaban maleducando porque enseñaban a ser violentos, no respetar las normas, atacar a la PNP, destruir la propiedad pública y privada, defender ideologías y no buscar la verdad en los hechos. La educación memorística, divorciada de la realidad, en la que los niños son “los reyes rojos” o los “príncipes” que no pueden hacer nada práctico, es una tara de origen virreinal aferrada a una triste y pobre mentalidad de casta.
En Japón se educa a los niños en la responsabilidad, el trabajo en equipo y el sentido del deber no a través de discursos y el paporreteo de aquello que los que repiten como loritos no entienden. Esta educación en valores se materializa en una práctica, en acción, en vida real.
Se trata de formar el carácter, los hábitos, disciplina y sentido de la responsabilidad en asuntos elementales que servirán para toda la vida. ¿Qué se enseña? A ser limpios, ordenados, colaboradores, trabajar en equipo, asumir un sentido de la responsabilidad sobre ellos mismos y su entorno.
¿Qué se limpia? El aula, los baños, el refectorio escolar, los platos, tasas y todos los útiles que se usan para recibir los alimentos.
Los niños lucen alegres, divertidos, satisfechos de la labor cumplido. Dicen, sin duda, que se sienten bien, alegres y dispuestos a seguir limpiando el lugar en el que permanecen porque eso los hace sentir bien como seres humanos.
Limpiar el espacio, barrer, trapear, limpiar baños, mesas y ventanas, cuidar los detalles hasta dejar todo impecable no destruye su autoestima y no los hace sentir menos. Todo lo contrario. Los hace sentir bien consigo mismos: personas útiles, serviciales y con un profundo sentido de responsabilidad sobre su entorno.
Los niños japonés agradecen que les agradezcan por la labor cumplida porque se sienten reconocidos.
Se trata de niños agradecidos y alegres.
¿Es tan difícil introducir ese cambio en la educación en el Perú? Sí. Por la mentalidad virreinal de los adultos. Los padres padecen de profundas taras. “Mi hijo no va a limpiar”, “no pago para eso”, “es una pérdida de tiempo”, “no es prioritario”, “mejor pagamos a alguien para que limpie” afirman los padres. En el hogar el “bebé” no puede hacer nada. Le arreglan su habitación, le lavan los platos, le preparan la lonchera y le dan dinero por no hacer nada.
Las consecuencias las vemos a diario: calles sucias, aulas y colegios mugrientos, oficinas en las que se arroja los papeles en cualquier lugar, playas que superan a los chiqueros, calles asquerosas: todo va al suelo desde cáscaras de frutas, comida, botellas y sinfín de bolas de plástico.
Un cambio en la educación de los niños y adolescentes no cuesta mucho económicamente. El mayor costo en romper la mentalidad virreinal y de casta, un prejuicio, un muro peor que el de Berlín que bloquea todos los cambios.
El país es hoy lo que fue la educación de los niños. Abandonados los niños a su suerte, maltratados, golpeados, desnutridos y víctimas del mal ejemplo se destruye el futuro de ellos y del Perú. Los gobernantes, en realidad, son lo que fueron sus padres y los profesores que no tienen vocación de maestros.
Tal vez la mayor inversión en el Perú es la educación a los niños en la primera infancia. Mientras tanto, tenemos que escoger a los profesores, a los mejores porque ¿quién educa a los educadores?
El buen ejemplo es el mejor camino. Los niños lo agradecen.
Como dijera Jorge Luis Borges “el futuro del hombre es el niño”. Si queremos mirar el futuro del Perú, veamos qué hacemos con los niños.