Charles Darwin vio Lima desde el mar en junio de mediados del siglo XIX y la describió como una ciudad gris con cerros de color amarillo.
El sabio inglés ignoraba que esa explosión de color se debía al florecimiento del Amancaes que marcaba el inicio del invierno en la capital peruana y que decoraba los contrafuertes andinos del distrito del Rimac. Cada 24 de junio, muy cerca al solsticio de invierno, las Pampas de Amancaes eran epicentro de una fiesta que congregaba a todas las razas y a todas las clases sociales de Lima.
De esta fiesta sólo queda el recuerdo. Sin embargo, en los poblados huarochiranos de Santiago de Tuna y Chaute esta fiesta perdura con un toque andino y femenino que se coincide con el solsticio de verano. Son cinco días de paz, música y amor entre la navidad y el año nuevo.
La versión oficial es que a principios del siglo XX varias autoridades huarochiranas decidieron repetir la Fiesta de la Flor de Amancaes en las alturas de Huarochirí. Cargaron con las semillas, las cultivaron en huertos especialmente acondicionados para la flor y festejan a los grande su florecimiento.
La versión extraoficial pero mucho más romántica es que una pareja de novios se casó a mediados del siglo pasado y decidieron pasar su luna de miel en Lima. Llegaron el 24 de junio y participaron en la Fiesta de Amancaes, en el Rímac, sin saber que sería la última jarana pues la celebración ya estaba en decadencia. Para mantener el recuerdo decidieron cargar con algunas semillas y las sembraron en Tuna y Chaute. Las plantas crecieron pero no florecieron el 24 de junio. Meses después, cuando estas alturas de Huarochirí se cargan de neblina, las flores estallaron y cubrieron de amarillo la huerta. Y la fecha coincidió con la navidad. El cambio de altitud afectó a la flor que cambió de solsticio para celebrarlo.
Las danzas de “Negritas” y “Mariquita” finamente ataviados con trajes bordados con hilos de plata y oro danzan durante todos estos días al son de las bandas de música. Los mayordomos tiran la casa por la ventana para agasajar a sus invitados y dar de comer, beber y bailar a todo el pueblo. Pero en Chaute se realiza una ceremonia poco común: casi la final de la fiesta, las damas chautinas lucen sus mandiles blancos y sus sombreros adornados con flores. Ellas apañán (recogen) la flor y forman hermosos ramos amarillos. Luego ascienden a una pampa desde donde se contempla la cima del cerro Condorcoto, célebre por ser el único lugar donde no llegaron las aguas del diluvio, según el Manuscrito Quechua de Huarochirí. En esa pampa, ellas bailan solas, danzan formando complicadas figuras y sin perder la alegría del festejo.
Y es que las Fiestas de la Flor de Amances en Huarochirí tiene una impronta femenina que sería heredada de los antiguos ritos y tradiciones de Huarochirí. De ahí la sorpresa de los invitados y turistas que cada año se suman a la jarana.
Fuente: La Republica
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