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Por: Esteban Saldaña Gutiérrez - Ingeniero Industrial
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Ese día, en la tarde, se suspendía las clases. Los nervios nos traicionaban. No se hablaba de otra cosa, sino de los galas (danzantes de tijeras), quienes venían desde lejanos distrito de Huancavelica, cuya travesía duraba tres días. Famosos eran los galas de Yauli, Huachocolpa. Acoria, a quienes lo admirábamos y casi casi lo reverenciábamos.
Un primer grupo, los mayorcitos, los más intrépidos salían del colegio y huaira huaira (como el viento) se iban corriendo a su encuentro. En algunos casos llegaban hasta Aurahua. Otro grupo llegaba hasta Ccengella, límite entre Tantará y Aurahuá, donde vivía mi amigo Valentín Cerazo Ccanto, en una hermosa casita, rodeado de jardines colgantes y pequeños cercos con plantas y frutas silvestres multicolores, donde crecía el sojompi, antalumay y el tumbo. Otro grupo, que éramos la mayoría, nos quedábamos en Ccollota o Quichucro, con los carguyocs y su saccta (comida especial para los galas).
« Saltando, brincando, disimulábamos nuestra inquietud y angustia. Por fin se divisaba el grupo, por la bajada de Huampo, se destacaba el arpa y la chiquillada atrás. Los carguyocs alistaban su saccta en blancos manteles y tronaban los primeros cohetes. »
Que emoción ver a las galas ya con su atuendo multicolor, donde resaltaba el rojo en todos sus variantes y el negro, con su chumpi de mil vueltas, sombrero alto y plumas, escarpines multicolores y zapatos salpicados de puntos de hilo.
Saludos, bienvenidas y abrazos. Los galas hacían su pago a la tierra, al apu huamani, chacchando su coca con su tocra. Jaquña taytacuna, decía el carguyocc. Jacu papay, contestaban. Nuevamente los cohetes. Alegría, algarabía, rumbo al pueblo. Los carguyocs adelante, con su tetera de ponche y chamis. Cruzábamos la toma de Pacchac. Por fin se llegaba a Jahuariquna, una esquina que queda en lo alto del pueblo. Desde allí se divisaba Tantarà, en todo su esplendor, rodeado por sus altos cerros, Condorcencca, Patarà, Llanca, Pumas. Vigilado por el torre-rumi y el guardián del pueblo, el Huamanì. Enorme roca que tiene forma de bebe y que descansa en las faldas de Cueva Machay.
El momento tan esperado había llegado. El violinista desenfundaba su violín y la afinaba con gran maestría. El arpista acomodaba el arpa en el suelo y lo subía sobre su hombro. Los galas se ponía su guantes y probaban sus tijeras. Que emoción. El grupo partía al pueblo. Primera tonada, pasacalle. Como por arte de magia en ese mismo instante las campanas de la iglesia empezaban con sus repiques de fiesta, anunciando el inicio de la festividad del Espíritu Santo. Incesante los fuegos artificiales.
El grupo se hacía cada vez mayor, se sumaban otros carguyocs, mayordomo de fuegos, alféreces de cera, los obligados. Proseguíamos, acompañado con tonadas del arpa y violín y el tintineo de las tijeras. Las campanas no cesaban de tocar. Primera parada, Antas-huaycco. Esquinazo, esquinazo, decían al unísono los mayores. Jaccha, jaccha, continuaban. Esquinazo, jaccha, repetíamos. Se servían el Ponche y el chamiscol. Continuaba la caravana, con mayor gente, en semicírculo, con los brazos entrelazados, cantando: Aquí ya venimos, aquí ya llegamos linda Tantarina ….. cantando, bailando, bailando cantando hasta el amanecer…
« Entrabamos al pueblo, con vivas, hurras, el rostro de la gente denotaba alegría y nos daba la bienvenida. »
Tin, tin, ton, tin, tin ton, las campanas al vuelo. Pum, pum, pum, los cohetes. Entrada a la plaza de armas, donde todo era algarabía, y de frente a la Iglesia. Los otros carguyocs entraban por Alljas, por lado opuesto del pueblo, con igual cantidad de gente, con sus danzantes de tijeras y su caravana, igual cantando, bailando: Tantarà pueblo querido, añorado por sus hijos, rodeado de eucaliptos, ccondorsenja centinela, agua chuymacc cristalino …
Los dos grupos y sus carguyocs se encontraban en la plaza. De la plaza se bajaba a la iglesia.
Tantarà es el único pueblo que tiene su imponente iglesia debajo de la plaza, se baja por unas escaleras de piedra. En el atrio ambos conjuntos tocaban el ante-vispera y los danzantes ejecutaban su danza, haciendo figuras con los pies y con la mano derecha manejando diestramente la tijera, al son del arpa y violín, casi no tocaban el suelo. Lindo y hermoso espectáculo. Las horlas de sus vestuarios, su pañuelo y sus escarpines parecían volar con el viento.
Nuevamente subíamos a la plaza, después de “reverenciar” a la iglesia, al Espíritu Santo. La Iglesia permanecía cerrada y nunca los danzantes han osado ingresar a ella. Los carguyocs simbólicamente entregaban a sus galas al pueblo. Luego partían cada carguyocs a sus respectivas casas, donde las matronas esperaban con chamis, ponche y sarapela al pueblo. Se había iniciado la gran festividad en honor al Espíritu Santo.
Continuará... ...